Entre ebrios y cortesanas

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Tsukuyo suspiró mientras veía la espalda del hombre que caminaba frente a ella. Entretanto, Gintoki se tambaleaba de un lado a otro mientras con torpeza intentaba recordar cómo mover los pies, tropezando de vez en cuando y caminando a una velocidad casi nula.

— ¡Que puedo llegar solo!—Exclamó luego de balbuceos que la cortesana no pudo entender.

—Lo dudo— insistió ella cruzando los brazos— sé que no traes nada de valor, pero en este estado tan vulnerable, podrías incluso cometer alguna atrocidad de la que te arrepentirás luego.

El rounin ebrio giró el rostro para verla con el ceño fruncido.

— ¿Cómo qué?

—Faltarle el respeto a una mujer, por ejemplo— Contesto Tsukuyo con seriedad, después de todo, lo que más le preocupaban eran las mujeres.

—¿Insinúas que soy un pervertido?

La rubia entrecerró los ojos y sin pensarlo mucho, respondió.

—No lo insinúo, lo afirmo.

Gintoki profirió quejas sin significado humano, y una vez más intentó caminar.

—Mujeres presumidas... Creen que los hombres necesitan de sus cuidados todo el tiempo... ¡No es así! Los hombres podemos cuidarnos solos ¡No somos niños!— Tuvo que recargarse en un pared para sostenerse mientras su equilibrio lo traicionaba por completo.

—Por supuesto, cuando están en sus cinco sentidos— Tsukuyo colocó sus delgadas manos en la ancha espalda del samurái y entonces intentó ayudarlo a incorporarse — En este momento eres más inútil y débil que un bebé.

El Sakata se dejó ayudar sin dejar oír otra queja. Cuando se hubo puesto de pie por completo, rodeo con su brazo los delgados hombros de la cortesana, y una vez más pudo avanzar.

—Inútil, dices... ¿Por qué me insultas?— El hombre chasqueo la lengua y cerró los ojos por un momento intentando estabilizarse un momento.

— Da igual, mañana no lo recordaras— La voz de experiencia hablaba en ella, por suerte, había encontrado ya borracho a Gintoki, y no bebiendo aún. De haber sido aquello último, cosas peores podrían haber pasado.

Justo después de aquella frase, el cuerpo del ebrio demonio blanco se rindió y por ser más pesado que ella, fácilmente pudo hacerla caer junto con él. La cortesana intento reaccionar rápido y levantarse, pero de repente la fuerte mano del hombre bajo ella la atrapó.

— ¿Qué haces?— Quiso reclamar, pero sin usar un tono de voz muy grave. Gintoki, sonrojado por su ebriedad y esbozando una estúpida sonrisa por lo misma, se limitó a reír por un momento —¿Ginto-?

—"Mañana no lo recordaras" dices...— Hizo más uso de fuerza para acercar aún más a la chica rubia— Entonces, ¿Qué más da?

Antes de que Tsukuyo pudiera dar significado a las palabras del rounin, éste estiró el cuello para tomar por un momento los inocentes labios de la cortesana, quien aún después de dicho acto permaneció pasmada en su lugar. Luego de un buen rato su rostro se coloreó de un rojo brillante, antes de propinarle un buen golpe en el rostro a Gintoki, lo que terminó de dejarlo inconsciente.

... Al día siguiente, Gintoki regresó a casa con un terrible dolor de cabeza y una mejilla hinchada.

Gintama One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora