Capitulo 25

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Era curioso, entre más averiguaba de ella más quería sumergirse en ese oasis que conectaba dos mentes tan diferentes. Era una turbulencia, un vaivén entre el mar de culpas y espontáneos momentos de tranquilidad, le parecía embellecedor.

No importaba si esa cosa quisiera cubrirla completamente, dentro de ella seguía la autenticidad que siempre cargaba consigo.

Para él, se había vuelto cada vez más y más personal. La conexión que le había sido otorgada por el amigo de ella era un lazo fuerte y sólido, no podía negar de estas nuevas emociones, que aunque no quisiera, ya estaban tatuadas también en él.

No se negaba, le había vuelto la sensibilidad que pensaba había perdido parcial o totalmente. Su trabajo lo requería, incluso era lo mejor.

Pero había respirado por un momento de todo eso y solo asesinaba de ser necesario, ya no por impulso. Ya habían motivos.

— Ey, ¿estás ahí? — Llamó por ella. Habían estado conectados desde ya hace mes y medio.

Pero solo se limitaba a aparecer en ese fulgor de siempre. Lo miraba en silencio, parecía carcomer su alma, no temia, al contrario, estaba embelesado.

Esta vez fue diferente. No fue solo un sueño, fue como si realmente hubiera estado allí.

Podía ver esa inmensa habitación, cubierta de cristales y gemas traslucidas, incluso colgaban como estalactitas en un resplandor iridiscente todo perfectamente etéreo, y ella ahí. Tendida en la cama, mirando a la nada.

¿Debía?

Me pregunté.

Sentía que debía dar el salto y aunque mi mente tuviera duda mis piernas tomaron la iniciativa.

Cuando estaba a unos poco centímetros de tocarla, nuevamente giró su cabeza hacia mi dirección, fija e inexpresiva.

¿Qué se supone que debía hacer?

Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

— Shara — ¿Acaso podía verme?

Fue entonces cuando ella misma se levantó de la cama quedando sentada justo frente mío. En estatura yo le sacaba 10 centímetro a lo mucho.

Su mano se estiró a mi rostro envolviendo mi mejilla con su palma. No sabía que hacer, ni que decir.

Sujete su muñeca suavemente mirando aún su brillo que a duras penas me permitía ver su cara.

— ¿Eres feliz estando aquí? — Le dije. Pero ella con su mano libre palpo mi abdomen recargando su cabeza para ocultarme su rostro.

De pronto un sollozo reprimido venía de ella.

¿Aaron? — El corazón se me pretrifico. Y como si me hubiesen jalado desperté de golpe, exaltado y un poco desilusionado.

¿Fue real?

Desde que llegué aqui creí haber encontrado la respuesta a lo que tantos me decían debía hacer o saber.

𝑳𝒐𝒔𝒕 𝒎𝒆𝒎𝒐𝒓𝒊𝒆𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora