CAPITULO 32

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Raúl se levantó de la alfombra y se acercó a mi cama, cuando me quise dar cuenta, ya se había sentado en el borde de la cama y me estaba acariciando la cintura, no de forma salvaje ni apasionada como solía hacer; si no, dulcemente, no quería acostarse conmigo, por un momento no fue el gilipollas que siempre he conocido si no el chico del que me enamoré hace muchos años.

-Jess... 

-Callate, por favor, no sigas - dije limpiándome una lágrima que se escurría por mi mejilla disimuladamente- ¿es que nunca te cansas de joderme la vida? -dije sin darme la vuelta-

-Yo...Yo será mejor que me vaya... Hasta mañana, Jess

Se levantó de mi cama y empezó a caminar hacia la ventana donde se situaba la escalera de incendios, la abrió y se giró por última vez a mirarme. Tenía los ojos vidriosos y se estaba aguantando las ganas de llorar, cosa que le fue inútil, ya que una lágrima rebelde se resbaló por su mejilla; rápidamente se la limpió con la mano y salió por mi ventana, supongo que no quería que le viese llorar. 

Me levanté de la cama, otra vez por... Ni me acuerdo las veces que me he levantado ya esta noche, para cerrar la ventana que Raúl acababa de dejar abierta, pero, para mi sorpresa, él todavía estaba ahí, sentado en la escalera de incendios encogido con las manos en la cabeza y apoyado en la pared, se podía apreciar las manchas de lágrimas impregnadas en su camiseta blanca. De repente volteó la cabeza y me miró, no tenía esa mirada despiadada y egocéntrica de siempre, por primera vez, estaba roto de verdad. Bajé unos cuentos escalones y me senté al lado de Raúl, sinceramente no se por qué lo hice, estaba enfadada con él, ni siquiera era mi amigo. ¿qué está pasándome?




La vida de Jess.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora