Capítulo 5

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5

Carmen no se atrevería a apostar cual fue el chillido más agudo que escuchó esa noche. Si el de su marido al abrir la puerta del armario o el de su sobrina al ser descubierta.

— ¿Qué coño haces tú aquí? —chilló Marcos con el corazón en un puño.

Decir la verdad no era una opción y la idea de que les estaba espiando tampoco era que fuese algo ocurrente que la dejase en buen lugar.

—Quería daros un susto —bromeó con una sonrisa tensa que esperaba apaciguase el ambiente —Creo que me pasé un poco.

— ¿Un poco? —la expresión furiosa en la cara de Marcos no se suavizó ni un ápice — ¡Vete a tu cuarto y ya hablaremos sobre este tipo de bromitas!

No se lo tuvo que repetir. Eva salió tan deprisa que estuvo a punto de caerse cuando se tropezó con uno de los zapatos que había en el suelo frente a la cama. No se detuvo hasta que cerró la puerta de su cuarto lanzando un sonoro suspiro.

— ¿Se puede saber qué ha pasado? ¿Qué eran todos esos gritos? —preguntó Daniel mirándola con curiosidad — ¿Y mi ropa?

Antes de responder, Eva se concentró en mirar al suelo preguntándose qué clase de idiota se metería por propia voluntad en un lío como ese. Desde luego, no alguien inteligente que sabía con seguridad que la persona involucrada era su tía. Volvió a suspirar mientras echaba cuentas de las tonterías que se llegaba a hacer por la familia.

Al levantar la vista, se encontró con que Daniel estaba tumbado dentro de su cama como si tal cosa. Ella sufriendo como una idiota para salir del atolladero y él bien cómodo entre sus sábanas. Apretó el puño usando toda su fuerza de voluntad para controlarse y no dejarse llevar por la ira.

— ¿Se puede saber qué haces ahí? Ésa es mi cama.

El tono había sido normal, pero la mirada de hielo que le estaba dirigiendo esperaba que le dejase frío en el sitio. Aunque si Daniel se había enterado, no dio muestras de ello.

—Gracias por la aclaración, no estaba seguro de donde me habías metido. ¿Y mi ropa?

—No la he podido conseguir —respondió Eva refunfuñando mientras apretaba los dientes —De hecho, creo que mañana van a matarme.

— ¿Y cómo se supone que voy a irme?

¿Acaso ese es mi problema?” —pensó con ironía —“así te lo piensas dos veces antes de bajarte los pantalones.

Resopló indignada mientras se llevaba la mano izquierda a la frente atrapando entre sus dedos el flequillo.

—Supongo que a lo mejor puedo recuperar la que dejaste en el salón —añadió con voz cansada —Seguro que a mi tía no le dio tiempo a esconderla. ¿Dónde la tiraste?

—No me acuerdo, pero no lejos de la mesa.

Eva le miró con cierto rencor. ¿Qué tenía esa mesa para que les gustase tanto follar sobre ella? Estuvo a punto de preguntárselo, pero cambió de idea ante la posibilidad de que la respondiese.

—De acuerdo. No tardaré más de…

La frase se quedó a medias cuando la puerta de su habitación se abrió de par en par permitiendo entrar a su tío furioso.

—Que sepas que no me ha hecho ni puta gracia la bromita de... —a pesar del enfado que sentía, se quedó paralizado al ver a un chico en aquella habitación — ¿Qué hace ese en tu cama?

Por un momento, Eva deseó que un meteorito cayese sobre la tierra y, atravesando el tejado, acabase con su sufrimiento ahora mismo. Tras los dos segundos más largos de su existencia en los que ninguna piedra venida del espacio exterior se apiadó de ella, empezó a tartamudear.

El secreto de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora