Capítulo 7

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7

Los pies de Eva ya le estaban haciendo caso mucho antes de que su cerebro entendiese la orden. Sin embargo, no había dado ni dos pasos cuando Daniel la empujó contra la pared justo al lado de la puerta. El golpe que se dio en la espalda la hizo exhalar todo el aire que retenían sus pulmones con un quejido.

En su vida la habían besado en multitud de ocasiones. Había habido besos buenos, malos y mediocres. Había besos que quiso dar y otros que necesitaba dar. Besos que recordaría toda su vida y otros que preferiría olvidar para siempre. Pero cuando sintió como Daniel posaba los labios sobre los suyos, una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo haciéndola ver que nunca antes la habían besado como había que hacerlo. Inconscientemente, Eva se olvidó del peligro inmediato que les urgía y rodeó con sus brazos la cabeza de aquel chico para impedir que se alejase.

Ni siquiera notó al hombre que pasó a todo correr a su lado, internándose en la universidad sin siquiera parar a mirarles. Todo en lo que podía pensar era el calor de esa boca que calmaba una sed que no sabía que existiese. Mientras su lengua la exploraba, su alma clamó por la injusticia cuando sintió que Daniel se alejaba de ella.

—Salgamos ahora —la pidió con urgencia.

Para ella no fue tan fácil esta vez hacerle caso. La realidad había pasado a un segundo plano mientras su cuerpo intentaba volver a ser lo que era. Ni siquiera pudo disfrutar todo lo que le hubiese gustado esa experiencia por que antes de darse cuenta, Daniel ya se estaba perdiendo entre la gente. Eva se apresuró a seguirle saliendo como una exhalación preguntándose qué había sido aquel extraño cúmulo de emociones que había sentido.

Como si una parte de su cerebro aun estuviese lo bastante lúcida como para pensar, la avisó que no la había besado porque lo desease, sino porque en aquel momento había sido la mejor opción para salir del paso.

Había que reconocer que la jugarreta había sido buena, aunque no apostaría cuanto tiempo iba a durar el engaño.

— ¿A dónde vas? —gritó Eva nerviosa al ver que al salir, en lugar de ir lo más lejos posible se dirigían a la biblioteca donde serían presa fácil —Allí no hay salida.

—Confía en mí —le pidió.

Aunque el sentido común chillaba para ir en otra dirección, algo en su forma de hablar le dio la seguridad necesaria para seguirle. Cuando atravesaron las grandes puertas de cristal, Daniel se posicionó en una esquina desde la que tenía buena visibilidad del exterior.

—Así que, esta no es tu primera vez ¿estás acostumbrado a escaparte? —inquirió Eva medio en broma intentando recuperar el aliento.

Sin hacerla caso, Daniel siguió examinando lo que había fuera hasta que unos segundos después, vio como dos hombres salían corriendo de la universidad rebuscando entre la gente.

—Siempre hay que estar preparado —añadió como si fuese lo más normal del mundo. Mientras examinaba el campus, observó cómo la pareja se reunía con un tercer hombre —Lo mejor a la hora de esconderte, es hacerlo donde no te vayan a buscar. Así que como dan por hecho que íbamos a huir, lo mejor será quedarnos aquí.

Cuando acabó de hablar, se llevó el pulgar a los labios mordisqueándolo nervioso mientras pensaba en un buen plan de acción. Si lo que le había dicho Eva era cierto, y ahora no tenía motivos para dudar de su palabra, lo más seguro era que quisieran matarle. Lanzó un suspiro frustrado. Cuando pensaba que por fin las cosas empezaban a irle bien, cogía el destino y le lanzaba toda su mierda de golpe.

— ¿Qué piensas? —preguntó Eva que notaba la ausencia de Daniel.

—Aunque quisiéramos, no hay manera de salir sin que nos vean. Lo mejor es que nos quedemos aquí hasta que decidan irse y podamos pasar tranquilamente  —aquella era la opción más lógica, pero al mirar a Eva la notó temblando insegura — ¿Estás bien? —preguntó preocupado.

El secreto de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora