Capítulo 8

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8

— ¿Es así como sueles conducir? —le gruñó Daniel de mala forma intentando acomodarse en su asiento —Casi estaría más seguro dejando que me cogiesen.

Eva ni siquiera se molestó en responderle. Toda su concentración estaba puesta en la acera, donde la gente chillaba intentando apartarse de su camino. Tuvo que dar un fuerte volantazo a la izquierda para esquivar a un par de estúpidos peatones que no supieron apartarse del medio. La maniobra logró que perdiese el control del vehículo y el lateral chocó contra una farola.

— ¿Qué coño haces? —gritó Daniel al ver como el hombre empezaba a correr de nuevo hacia ellos — ¡Arranca! ¡Salgamos de aquí!

La muchacha giró la cabeza desembotando sus sentidos. El golpe la había dejado algo atontada pero el tono de urgencia y la adrenalina impidieron que la dominase el pánico.

— ¡Arranca, arranca, arranca! —le estaba chillando Daniel histérico.

—Disculpa si el hecho de que quieran matarnos me produce algo de presión —protestó mientras pisaba de nuevo el acelerador.

Tuvo que girar con violencia para esquivar a un hombre que venía corriendo hacia ellos y la maniobra hizo que de un salto volviese a la carretera. El choque contra el suelo provocó un fuerte golpe en los bajos del coche que le dolió a Eva en su fuero interno.

Como salgamos de esta me vas a comprar un coche nuevo” prometió.

Giró para no estrellarse con una pared y Daniel, preso de un pánico absoluto, tiró del freno de mano. En ese momento a Eva le pareció que derrapar no era tan divertido como lo hacían parecer en las películas. Sujetó con fuerza el volante cerrando los ojos esperando el golpe que iban a  darse.

Cuando encontró el valor para volver a mirar, le separan  unos centímetros del chasis de un Mercedes.

— ¿Quieres conducir con los ojos abiertos! —gritó Daniel fuera de sí — ¡La gracia de escapar es no acabar matándonos nosotros mismos!

— ¿Quieres hacerlo tú? —le amenazó con una gélida mirada que se desvió hasta el hombre de la cámara que corría hacia ellos a toda velocidad —Hazme un favor ¡Cállate y no me estreses más!

Al acelerar con fuerza, esta vez consiguió mantener el control del vehículo mientras zigzagueaba por el aparcamiento yendo hacia la salida y esquivaba a los coches y peatones por milímetros. Apretaba con tanta fuerza el cuero del volante que le dolían los nudillos y el hecho de no haber chocado ya, se debía más a la suerte que a su pericia conduciendo.

Al pulsar el botón de la radio, Jared Leto cantaba con su grupo la canción “This is war”, mientras el chirriar de las ruedas la avisaba que había tomado una curva con demasiada velocidad.

— ¿Música? ¿Es en serio? —le preguntó Daniel frunciendo el ceño mientras se sujetaba con fuerza de la puerta.

—Chitón y no te muevas.

—No tengo ninguna intención —respondió con sorna.

Dos peatones se pusieron a insultarla a voz en grito cuando pasó a su lado a toda velocidad, mientras Eva los miraba por el espejo retrovisor feliz de no haberles atropellado. Cuando por fin salió del aparcamiento, respiró aliviada.

Siguió circulando en línea recta sin bajar la velocidad diez minutos más antes de permitirse relajarse.

—Creo que estamos a salvo —informó a Daniel.

El chico la miró con el rostro descompuesto.

— ¿Segura? —Eva afirmó con la cabeza —Entonces ¿te importaría bajar un poco la velocidad antes de que vomite?

El secreto de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora