—¿Qué haremos ahora? —preguntó Eva en cuanto estuvieron a solas—. Está loco, ese tío va a matarnos.
—No te preocupes —dijo Daniel sacándose de la camisa el bolígrafo con el que lo había grabado todo. Enfocándolo a su cara añadió—. Jason, por aquí ya estamos listos. Llama a la policía y sácanos de una vez.
Lo volvió a guardar en su bolsillo por si acaso alguien llegaba. Lo que menos necesitaba, era que descubriesen su plan. Además, si Frank cometía otro error sería mucho mejor para la policía si estaba grabado.
Para cuando se quiso dar cuenta, tenía una enorme sonrisa en la cara. Estaba hecho, por fin estaba hecho. Por un momento creyó que algo saldría mal en el último minuto, pero ahora que todo estaba pasando, solo tenían que sentarse y esperar.
Por desgracia, lo de sentarse y esperar no se le daba demasiado bien. Los nervios empezaron a hacer estragos en su seguridad y tuvo que levantarse a pasear mientras repasaba todo lo que había sucedido.
Lo cierto era que había conseguido que Frank confesase, aunque había hablado demasiado sobre su vida. Por un instante, olvidó que lo estaban grabando todo. Nombrar a Mor fue un error gravísimo y dar a conocer a los tejedores había sido incluso peor. Cualquiera de esos dos detalles podía costarle caro si conseguían hacer desaparecer el vídeo para salvar su precioso culo.
Sí. Quizás para cuando la policía llegase ni siquiera tuviese que pisar la cárcel, aunque ahora que la adrenalina había bajado y podía pensar con claridad, sentía que en el proceso se había destruido a sí mismo.
Demasiada gente sabía que estaba vivo y por primera vez, Mor tendría la posibilidad de hacer un retrato robot. Con eso le sería mucho más fácil localizarle. Aunque claro, no tendría que preocuparse de eso si los mafiosos llegaban antes que la policía.
Había dado por hecho que aún vivirían en su ciudad pero el tiempo pasa para todos ¿y si se habían mudado a allí por alguna razón? Podían estar mucho antes de lo que esperaba.
Ni siquiera quería saber qué hora era. Él ya había cumplido y el resto pendía de otras manos que no podía controlar; y eso le estaba volviendo loco. Se sentó en una esquina de la jaula repasando todo una vez más.
Notó cómo Eva le dedicaba miradas impacientes desde su rincón, esperando a ver si se le ocurría calmarla, si se daba cuenta de que necesitaba su consuelo para estar mejor, pero ¿qué podía decirla? ¿Que todo estaría bien? ¿Que no tendrían más problemas? No era cierto. Nada iba a estar bien nunca. Tan pronto viese un hueco libre, escaparía de allí antes de que la trampa de ratón se cerrase sobre él.
—¿Qué harás cuando todo esto termine? —le preguntó la muchacha al sentarse a su lado como si estuviese leyendo sus pensamientos.
Aquellos ojos verdes le miraban con la esperanza de que la engañase, que le contase una historia de amor donde el bueno siempre triunfa y la chica se queda con el protagonista. Se odió por no ser la clase de hombre capaz de crear falsas esperanzas en un momento así.
—Me iré.
Ella asintió como si supiese de antemano que eso era lo que iba a decir.
—¿Y las clases?
El atisbo de una sonrisa se creó en la boca de Daniel. Solo ella estaría preocupada por esa minucia.
—Supongo que suspenderé. —Levantó la cabeza y se quedó mirando el techo sumido en sus pensamientos—. Siempre supe que aquello era mala idea.
—¿Por qué? Estudiar nunca es una mala idea.
La mirada risueña que le dedicó, estaba destinada a hacerle sonreír. No consiguió su objetivo, aun así Daniel agradeció el esfuerzo.

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El secreto de Daniel
RomantikaEva Lighstorm, tiene una vida de ensueño. La belleza la ha bendecido, la inteligencia le ha tocado y el dinero mana como si nunca fuese a parar. Todo en su mundo es perfecto hasta que se tropieza con Daniel, un misterioso y atractivo muchacho que pr...