15

273 32 15
                                    



—Entonces ¿cuál es la idea? —preguntó Clara esquivando por milímetros un profundo socavón que había enfrente—. ¿Te llevo a algún sitio?

Daniel miró a Eva antes de responder.

—Conozco un chico... —Dudó entre decir la verdad o no, pero ya no tenía caso el seguir mintiendo más—. Sabe falsificar pasaportes bastante bien.

—¿Al final te vas? —al preguntarlo, Clara, echó una mirada de reojo a su amiga que estaba tan pendiente de la carretera como si fuese ella la que conducía.

—Sí, es lo más seguro para todos.

Esas palabras fueron el detonante para que Eva reventase.

—¡No es lo más seguro!

—Por favor, entiende que... —intentó cortarla Daniel sin éxito.

Bastó una mirada a la muchacha para darse cuenta de que no estaba por la labor de entender nada.

—¿Acaso no sabes que si no afrontas tus problemas ahora tendrás que huir toda tu vida? Tiene que haber otra forma de solucionar esto.

—¡Llevo huyendo toda mi vida! —chilló fuera de sí—. ¿Te crees que me gusta lo que ha pasado? ¿Que no le he dado mil vueltas al asunto buscando cómo solucionarlo? No sé cómo.

—¿Y lo arreglas huyendo?

La mueca en la cara de Daniel se distorsionó presa de una furia absoluta.

—¿Y qué sugieres tú que haga? Me presento donde Frank y le digo: Oye macho, no te pases que me estás haciendo la vida difícil ¿Te importa ir de una vez a donde la policía y confesar que mataste a tu mujer para que pueda seguir con mi vida? Gracias.

Usó un tono irónico y ofensivo que hubiese sido gracioso si no llegase a estar tan enfadado como estaba. El incómodo silencio que se formó en el coche, se rompió con el carraspeo de Clara.

—No sé si debería decir esto, pero no me parece tan mala idea.

—¿Cómo? —Por primera vez desde que se habían montado en el coche, la expresión de Eva mostró una mínima esperanza.

—Si queréis, podemos contactar con el detective privado que tiene mi padre para sus asuntos personales y pedirle ayuda.

—¿En serio tu padre tiene un detective privado a su servicio? —preguntó su amiga con curiosidad—. Nunca me lo habías dicho.

—Porque no es importante —comentó ruborizándose—. El caso es que tengo su número y...

—¿Como que no es importante? —la interrumpió de nuevo—. ¿Para qué necesitas el teléfono de un detective privado?

—Eva, déjala hablar —pidió Daniel impaciente.

La muchacha le miró como si le estuviese perdonando la vida antes de sentarse en su sitio con los brazos cruzados.

—Cómo iba diciendo, podemos llamar y pedirle ayuda. Es un buen tipo y seguro que sabe lo que hay que hacer en estos casos.

Echando la cabeza hacia atrás, Daniel miró al techo sopesando esa opción. Aquella era la primera idea que parecía no desagradarle. Para él, desaparecer siendo un don nadie no era difícil. Hacerlo mientras te buscaba la policía por asesinato, complicaba mucho la situación.

Si conseguían resolver aquel problema, sería una bendición caída del cielo. Sin embargo, había demasiadas cuestiones que pendían de un hilo. No estaba convencido del todo.

El secreto de DanielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora