Incluso a pesar del tiempo que había transcurrido, reconoció aquel tono impasible como si fuese ayer. Casi podía verle con el móvil en la mano charlando tan tranquilo, mientras jugueteaba con un portátil en la otra intentado localizarle.
No, no le hacía falta localizarle. Sabía perfectamente donde estaba. A Daniel le dio la impresión de que su voz se le había quedado atascada en la garganta. Por más que lo intentaba no conseguía decir nada.
Respiró hondo intentando imaginar que no estaba hablando con él, sino con otro hombre normal y corriente y que la razón por la que temblaba, eran por los acontecimientos de los últimos días.
—He estado ocupado —articuló aparentando normalidad—. Además, con tantos panolis a tu alrededor, pensé que no notarías mi ausencia.
Hacía un segundo había estado tentado de llamarle para que le ayudase a salir de aquel atolladero y ahora, solo deseaba colgarle.
—Reconozco que fue toda una sorpresa encontrar a la oveja perdida en todas las cadenas de televisión. Te has hecho muy popular estos días. —El hombre aguardó con paciencia unos segundos a algún comentario irónico que no llegó—. ¿Qué pasa? ¿Te ha comido la lengua el gato? Seguro que con tanta gente buscándote has manchado de marrón tus preciosos pantalones.
Daniel se llevó el pulgar a la boca en un tic distraído mientras cerraba los ojos imaginando lo que debía de estar disfrutando aquel cabrón con la situación.
—¿No vas a preguntarme siquiera si lo hice?
La risa que le llegó desde el otro lado del aparato le molestó.
—¿Tú? —La forma condescendiente con que se dirigió a él era venenosa—. He visto niños de seis años con más huevos que tú. Eres un imbécil, egoísta y un estúpido con la cabeza tan dentro del culo que cada vez que crees tener una idea solo es mierda. ¿Pero un asesino? No. Sé que no volverás a matar a nadie más en tu vida.
El recuerdo de toda aquella sangre en su cuerpo, con los mechones de pelo rubio en sus manos, le golpeó provocándole unas nauseas que le costó contener.
—Me ha encontrado.
El silencio que se formó le dio a entender que su oyente no necesitaba más datos para saber a quién se refería.
—Vuelve. —En aquella voz apática era difícil percibir cualquier cosa pero, por una vez, reconoció la oferta de una tregua—. Podemos protegerte como siempre hemos hecho. Somos una familia. No dejaremos que te pase nada malo.
La oferta era tentadora. Dejar de correr, dejar de esconderse. Dormir todas las noches de un tirón sin necesidad de cambiar de casa. Todas sus neuronas le gritaban que dejase el orgullo a un lado para que aceptase el dichoso trato de una vez.
—Sabes que no llevo bien la vida en comuna.
—No es una broma Eric. Si la policía te coge...
—Lo sé. —Al hablar miró a Eva a la cara asegurándose de que lo entendía—. Si la policía me coge, haré que me maten. —Colgó.
No se atrevió a levantar la vista del móvil notando cómo tenía clavados los ojos de esas dos chicas.
—¿Quién era ese, y se puede saber a qué venía esa tontería de que si la policía te coge vas a hacer que te maten?
El reproche en su voz parecía tan sincero, que no pudo evitar sonreír.
—¿Es que acaso me echarás de menos?
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El secreto de Daniel
RomanceEva Lighstorm, tiene una vida de ensueño. La belleza la ha bendecido, la inteligencia le ha tocado y el dinero mana como si nunca fuese a parar. Todo en su mundo es perfecto hasta que se tropieza con Daniel, un misterioso y atractivo muchacho que pr...