Capítulo 3. La que me espera.
Abrí las cortinas y entre. Humo, tabaco, algo de sudor y gritos se mezclaban. Sobre todo se oían los gritos obscenos que me dedicaban los hombres. Tiré hacia adelante y me subí de un salto al ring, donde me quité la bata que cubría mi cuerpo, haciendo aumentar los gritos obscenos nombrados antes. Miré la multitud con aire desafiante. Sé que suena raro, debido a que tengo muchas miradas sobre mí, pero había una en especial, que esa la sentía clavada en mí, penetrante, dura, estudiándome milimetricamente. Me vuelvo al árbitro, quien estaba con mi contrincante, un tipo alto, calvo, flaco, lleno de tatuajes y con bastantes músculos. Parecía un toro. ¿Qué se creía Jeff que era yo? Apenas mido uno cincuenta y siete. Choco los puños con el hombre y dan comienzo al combate. El hombre sonríe lobunamente.
- Después del combate, te pienso hacer mía una y otra vez, quieras o no. - me dice, confiado.
Eso me hizo enfadar y le empecé a dar golpes, una y otra vez, hasta dejarlo inconsciente. Acabé jadeando. Sin mirar atrás, me bajé del ring igual que como entré y sin mirar atrás me dirigí al vestuario. Anahí, quien estaba buscando no sé qué cosa en su bolsa, alzó la vista y me notó que estaba un poco alterada.
- Me dijo que me iba a violar. Quisiera o no. - dijo, sin respiración y bloqueada.
Ella me coge del brazo y me da un abrazo. Sabe que mi virginidad es importante para mí. Sobre todo después de...
Me suelta y me arrastra hasta donde tenemos la ropa y me tiende una toalla. Quiere que me prepare y, por cómo me mira, bien rápido. Me puse un vestido y unos tacones no muy exagerados (A.) y Anahí se puso algo muy parecido a mí (B.). En menos de cinco minutos ya estábamos en la sala.
Nadie notó que salimos porque subió él al ring. Alto, fuerte, musculoso, lleno de tatuajes, ojos penetrantes marrones, pelo rapado a los lados y del mismo tono que sus hábiles ojos. Imponente.
- Demon. - susurro.
Él, como si me hubiese escuchado, se gira en mi dirección, y siento la misma sensación que cuando yo estaba ahí arriba, pero esta vez era algo distinta. No era fría y calculadora. Era curiosa, como cuando un niño ve algo por primera vez. Ladeamos la cabeza, dimos unos pasos adelante, nos paramos, aseguramos los dos pies juntos en el mismo sitio y nos pusimos firmes a la vez, como si tuviésemos una conexión invisible entre nosotros.
La conexión se rompe cuando el árbitro lo llama para que empiece ya el combate. Demon se gira hacia mí y yo asiento. Entonces, Demon choca los puños con su contrincante y empieza el combate. Obviamente, ganó el Diablo. Se gira hacia mí otra vez, me guiña un ojo y se va a los vestuarios.
Anahí me tira del brazo y nos dirigimos al local donde nos esperaban los chicos. Era un local de baile, según me contaron, donde frecuentaban bailarines de casi toda la ciudad.
- ¡Feliz cumpleaños, cumpleañera! - gritan todos, nada más llego yo, en la misma puerta, y me dan una colleja cada uno.
- ¡Eh, eh! ¡Qué me despeluzan! - les dijo en plan broma, terminan de dármelas y entramos juntos.
Estuvimos bailando sin parar todas las canciones que pinchaba el DJ, pero me entró sed y le dijo a Anahí, que estaba conmigo:
- Me voy a beber algo.
Ella asiente y yo me giro, entonces, sentados en los sillones que habían allí cerca al Diablo y a otro chico con una chica cada uno en su regazo. Adivinen quién era la chica sobre el regazo de Demon. Sí, era Nixie.
Nixie me ve y se levanta, enfurecida.
- ¡Tú! ¡Te reto a duelo! - chilla ella.
Se hace un un silencio sepulcral. Sonrío socarrona.
- Acepto. - respondo. - Pero empiezas tú.
- ¿Por qué? ¿Te da miedo que no me superes?
- Porque al menos te quedará un pequeño trocito de tu grandioso ego, boba.
Suena un "¡Uuuh!" En todo el local y Nixie me mira enfadada.
Un chico se acerca y empieza a enumerar:
- Las normas son las siguientes: cada una bailará minuto y medio una canción aleatoria que ponga nuestro amigo el DJ. Mientras que cada una baile, no valdrá ninguna intervención externa. Tan solo bailarán ellas y no vale juego sucio. ¿Quedó claro?
Ambas asentimos. Todos nos fuimos haciendo para atrás mientras el DJ ponía una canción y Nixie pensaba en alguna coreografía. Baila ella y ahora me toca a mí. Me tocó "Wild Ones" de Flo Rida y Sia. Esta me la sé.
Cuando acabo de bailar, no me acordaba de que estaba en el local y me quedé un poco descolorada al principio cuando todos me aplaudían y coreaban mi nombre.
- ¡Ganadora: la hermosa chica del vestido negro! - exclama el mismo chico de antes.
Todos me rodean, dejando a Nixie con un enfado peor que el de antes.
- ¡Chacho! ¿Quieren seguir con sus vidas? ¡Queremos divertirnos! - intenta dispersar Anahí y Jonathan.
Al fin de dos intentos, y con la ayuda del DJ, consiguieron que todo el mundo siguieran bailando y a lo suyo.
Anahí y yo nos fuimos a la barra a tomar algo. Estuvimos allí un rato y ninguna de las no dejábamos de sentir unas miradas sobre nosotras.
Nixie no podía ser porque se había ido nada más perder frente a mí, así que sólo había dos posibilidades.
Pusieron una movida y nos miramos. Nos encogemos de hombros y asentimos.
Saltamos de los taburetes y nos dirigimos a la pista. Allí nos pusimos a bailar esa canción y alguna más.
Entonces, siento unas manos en mis caderas y un cuerpo detrás mía. Una respiración acompasada se sitúa en mi oído.
- Aparte de buena boxeadora y guapa, eres buena bailarina, ¿hay algo que se te dé mal? - oigo que susurra suavemente una voz ronca donde antes sentía la respiración, para volver a ser sustituida por ella.
Miro para atrás y veo que es Demon el que estaba pegado a mí. La que me espera.
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El boxeador y la bailarina... ¿boxeadora?
Romance¿Él? Arrogante, sexy, caliente, mujeriego, creído, misterioso, temido, boxeador y el mismísimo diablo. ¿Ella? Sincera, divertida, alegre, buena persona, malhumorada, temida, bailarina, violinista y un ángel y diablo en la misma persona. Ambo...