Capítulo 31. Ojalá llegue a tiempo.
- Daniela González a dirección, por favor - suena la voz de la directora por megafonía.
Todos los del grupo, quienes estábamos almorzando juntos en el comedor, nos miramos con cierto recelo, temiendo cualquier bronca, así que me decido, le intento echar coraje y me levanto, caminando hacia la puerta y, luego, al despacho de Lara Raider.
Toco en la puerta de dirección, con un "Pase" como la única respuesta por parte de la directora Raider.
- ¿Me quería ver, directora? - pregunto, a la vez que entro en la sala.
- Sí, sí, Daniela, pasa, por favor, te quiero presentar a unas personas muy importantes - comenta, todavía centrada en algunos detalles que estaba plasmando en su portátil, para después alzar la vista hacia los señores que había con nosotras y hacia mí.
La directora realiza las presentaciones, siendo nuestros invitados el director Ortega y el coreógrafo William Forsythe con su ayudante.
La señora Raider me pide que les enseñe las aulas y el comedor, así que obedezco sus órdenes, guiándolos por los pasillos, saludando a mis compañeros que nos vamos encontrando y comentando con ellos algo de nuestros estudios, ya sean orquestales o de danza, teniendo los ojos de los caballeros clavados en mis movimientos, a la vez que les iba enseñando a grandes señas las instalaciones, las cuales disfrutábamos para realizar nuestros estudios.
- Veo que eres muy... Popular entre los de tu curso - comenta el director Ortega, una vez que llegamos al salón de actos, nuestra última parada.
- No se crea, director, - respondo, observando el gran salón - tan solo soy la líder del grupo de baile y una simple concertina; siempre intento llevar a buen puerto ambos grupos, siendo mejor cada día para así ayudar a mis compañeros a hacerlo y a forjar el mundo un lugar mejor. No creo que haya mucho más en mi historial.
- Pues no creo que sea solo eso - rebate el señor Forsythe, ceñudo - Se ve que tienes carisma como líder y que te quieren. Por cierto, la señorita Raider nos comentó de tus... actividades extracurriculares.
- No se preocupe por eso - le aseguro firmemente, mirándole directamente a los ojos y totalmente seria - No uso el boxeo más que para defenderme; aparte, evito mezclar el mundo del boxeo con el de la música y, obviamente, con mi vida privada. Aunque, indiscutiblemente, salgo con el chico al que todos llaman The Devil, nunca lo hemos mezclados y él siempre intenta mantener más o menos distanciado de mis estudios aquí. Y, como necesito algo de dinero para mis gastos personales, pues participo en competiciones, que he de decir que son un buen sustento.
- Pero, ¿viene a tus conciertos? - inquiere, con cautela, el director de orquestas.
- Claramente, por mucho que intente respetar mi "mundo" en la música, eso no lo puede evitar. Considero que, como todo novio del mundo, se siente orgulloso de su novia y, siempre que puede, la ve haciendo lo que más le gusta: la música.
- ¿Y a esto te quieres dedicar?
- Si puedo, sí, claro. Me gustaría compaginar ambos mundos, pero sí que la música está por encima.
En ese momento, todo el grupo de baile entra en tromba en el salón.
- Te necesitamos, Dani, ¿puedes venir un segundo? Es urgente - me requiere Anahí, mi segunda al mando, totalmente seria.
Miro a nuestros invitados, pero en seguida me giro hacia mi segunda capitana.
- ¿Qué pasó? - le pregunto, ya algo preocupada.
- Ha pasado un altercado - responde Angie, con cara de pocos amigos y mirando mal al ayudante del señor Forsythe.
- Ve, tu grupo te necesito - me tranquiliza y da paso el señor Forsythe, sosegadamente.
Camino hacia mis compañeros, pero el ayudante me detiene.
- Pásatelo bien reconstruyéndolo - me susurra al oído, haciendo que le mire con dureza y extrañeza, y me guiña un ojo.
Salgo del salón al lado de Anahí y de Angie, liderando todo el grupo.
- Si no me explican qué pasó, las mato - les digo a mis amigas.
- Han destrozado nuestra aula de ensayo - me contesta Anahí, imperturbable, girando una esquina.
- Tienes que verla - completa Angie.
No me acabo de creer lo que me contaron, pero no digo nada hasta que entro en nuestro estudio. Aunque, también, no creo que pueda decir mucho por culpa del gran nudo que se me forma en la garganta.
La sala está completamente destrozado, con cables colgando y el techo completamente caído (multimedia).
"Espero que te guste cómo te decoró tu estudio el ayudante de tu nuevo querido coreógrafo. Owem."
Este es el mensaje que recibo a los pocos minutos. De milagro no lanzo el móvil contra la pared. No tienen derecho a hacer esto. Es donde ensayamos. Es nuestra segunda casa prácticamente.
- Les haremos pagar - sentencia Anahí, mirándome directamente a los ojos.
- Y de la peor forma posible - completo yo, con el mismo fuego refulgiendo en los ojos que ella tiene en los suyos, el que se alimenta a base de las ganas de tomar lo que es nuestro y, con ello, mostrarles que no pueden con nosotros.
- Dios santo, ¿es esto para lo que te necesitaban? - pregunta, sobresaltándonos, el señor Ortega, tremendamente boquiabierto.
- Exactamente - confirmo, para luego dejar recaer mi vista en el joven que iba detrás del experimentado coreógrafo, el cual me dio una idea, y, enseguida, le comento al señor - Y, señor Forsythe, me encantaría que su queridísimo ayudante, como parte de sus increíbles prácticas, nos ayude a reformar esta aula, o a buscar un local temporal, ya que considero que unas verdaderas prácticas en este ámbito sería integrándose, por completo, en nuestro grupo. Además, ¿qué le parece que participe en nuestra próxima coreografía?
Jason, que así se llama el chico, me mira con unos ojos que destilaban un odio increíble hacia mí. Yo me limito a mirarlo con suspicacia y cierta diversión.
El coreógrafo me da la razón y Jason se tuvo que morder la lengua y aceptar a regañadientes.
Los tres invitados, el señor Ortega, el señor Forsythe y Jason, nos ayudaron a recoger nuestros enceres personales, una vez que la policía hubo acabado con todas las cosas que tenían que hacer en el aula, para ya marcharnos de allí.
Todos los miembros del grupo de baile tuvimos una charla en el teatro Chris y Annie (sorprendentemente, no tenían ninguna reunión en ese momento), para decidir qué íbamos a hacer a partir de ese momento.
- No podemos permitir esto, Annie - salta uno de nuestros compañeros - Es nuestra casa, donde ensayamos y somos realmente como somos.
Y sigue la retahíla de quejas y amenazas hacia quien pudo haberlo hecho. Ay, si él supiera que fue un vasallo del narcotraficante neoyorquino más aterrador de todos los tiempos,... Además, nos acaban de decir que no podrán reformar nuestra aula hasta que la policía recogiese todas las pruebas posibles para encontrar al responsable y que se encuentre los mejores equipos para reformarla; o sea, no la tendremos hasta septiembre, más o menos.
Por suerte para Alex, nuestro compañero de gimnasio, llegó poco antes de que empezara la reunión y lo invitamos a que formara parte de ella (Annie y Chris lo vieron bailar y posiblemente les dé una plaza el año que viene; aparte, le sometieron a un interrogatorio y vieron que era de fiar); desde entonces, se lo ha pasado todo este tiempo, escuchando en silencio toda la discusión que hemos tenido en media hora, sin despejarse de mí.
- Yo sé de un local - alza la voz el joven boxeador, después de debatir nosotros la posibilidad de perder lo que queda de año para reformar la sala; todos les miramos en pleno silencio - Bueno... eh... Hay un local, en la Quinta Avenida, justo al lado de la catedral de San Patricio. El obispo Cox ha comentado un par de veces que está abandonado. Hay que retirar varias cosas y eso, pero será un buen provecho, creo yo.
- ¿Y tú quién eres? - inquiere Alec, dejando entre ver en su rostro la inquietud del desconocimiento.
- Es Alexander, es un boxeador y próximo compañero nuestro. Podéis estar tranquilos, es de confianza - salta Annie en su defensa y se vuelve hacia mi compañero - Más o menos, ¿dónde es?
- Es justo detrás de la iglesia, el obispo me conoce desde cuando iba por allí con mis padres y nos dejará entrar y salir, mientras que le digamos cuantos seamos en cada sesión. Si no recuerdo mal, tenía dos entradas - explica, todavía algo dudoso.
- ¿Vamos? - les pregunto a Anahí y a Angie, mirándolas alternativamente.
...
La misma escena se repite, pero justo delante de la iglesia y con algunas dudas más.
- O nos movemos, o nos quedamos sin local, así que, ¿Dani? - sentencia Annie, a la vez que se giraba hacia mí, a lo que yo asentía como toda respuesta.
Ambas nos adelantamos al grupo, el cual nos siguió unos metros más atrás, hacia la catedral, la cual nos miraba desde lo alto con sus torres y su gran rosetón.
En el momento de nuestra entrada, el padre Cox estaba hablando con unas señoras y unos niños, los cuales estaban entre irse a jugar o quedarse a escuchar al padre de la catedral.
Al acabar de hablar con ellos, el padre nos ve y saluda a Alex, quien estaba a un metro de mí, entre nuestra profesora y yo.
- ¿Qué tal estás, pequeño Alex? ¿Y tu hermano? Espero que no se haya vuelto a meter en líos. Además, veo que no vienes solo - saluda a nuestro compañero y dirigiéndonos al resto una sonrisa amable.
- Tranquilo, padre Cox, Tim y yo estamos bien y sin muchos líos. Ellos son el grupo de baile de la universidad de Juilliard. Venían por lo de... eh... - se intenta explicar Alex, rascándose la nuca sin saber muy bien cómo explicarse.
- Alex nos comentó que justo detrás de su catedral hay un local, al cual se tiene acceso por aquí y por detrás. Venimos a ver si nos lo podría alquilar - completo yo, sacando coraje de donde no lo tengo.
- Ah, la pequeña gran Daniela - se sorprende un tanto el obispo - Seréis bienvenidos, tanto en cuanto que tendréis que cumplir tres requisitos: uno, que ninguno tenga antecedentes penales, ya sea aquí o en el extranjero, dos, no arméis lío o gritéis cuando esté dando misa, y tres, y no la menos importante, que améis lo que hacéis.
Nosotros nos miramos, asombrados por la reacción del obispo, ya que no nos esperábamos tanta positividad en su respuesta.
- Y... ¿Así de sencillo? ¿No tenemos que firmar nada, ni discutir sobre otras cosas? - inquiere, con precariedad, Annie.
- No hace falta. Tan solo tendrán que renovar un poco el aula - repuso el señor, con total naturalidad.
Dicho esto y con algunas más presentaciones, accedimos a ver el local, el cual no estaba tan mal como nosotros pensabamos.
Pasamos los días, entre los arreglos en el local de la catedral, los ensayos con los grupos de música, lo estudios y las peleas, que, sin darnos cuenta, se nos escurrían los meses, con un creciente cuidado que aplicábamos a todos y cada uno de nuestros movimientos, incluyendo el hecho de que al idiota ayudante del señor Forsythe lo llevábamos con un antifaz y unos tapones por la puerta de atrás, argumentando que, al no ser del grupo, no podría saber nada de los exteriores de donde ensayaríamos; una mera excusa para no desvelar mucho más al viejo narcotraficante por medio del ayudante.
Empezamos a ensayar en el local, el cual, con bastante sorpresa, estaba insonorizado, lo que jugaba a nuestro favor de forma impresionante.
Un día, mientras revisaba junto a Chris la coreografía a petición de Annie y de él
mismo, este último se me acerca, con gestos de concentración y preocupación mezclados.
- ¿Has oído hablar del campeonato nacional de baile, Dani? - me pregunta por lo bajo y con los ojos fijos en los movimientos de mis compañeros.
- Sí, he oído hablar de él. Además, sobre todo después de la polémica con ese grupo de baile, aquel que cometió tantas infracciones que nadie se lo creyó - le respondo, con cierta duda.
- Sí, ya, Annie y yo lo hemos estado hablando bastante rato. Nos ofrecieron a que uno de nuestro grupos (ya sea el junior o ustedes) acceda a la competición. Nos pareció justo, ya que el año pasado nos eliminaron por falsas acusaciones. Es más, Annie se fue a revisar que tenemos todos los papeles para la competencia y que todo esté en orden. Por eso nos dejó a nosotros a cargo.
Me quedo callada, mientras meditaba lo de los concursos.
- ¿Lo sabe Dominik? Porque, que yo sepa, cae cerca del concurso de Sarasate Live! al que quiere que vaya - le pregunto, con preocupación.
- Sí, lo hablamos con él hace un par de semanas. No tendrá problema mientras que tú puedas y estés de acuerdo.
Yo asiento, con simpleza.
Estamos casi a final de curso, tenemos exámenes, actuaciones y concursos bastante cerca, aunque todavía estoy algo reticente a aceptar tanto peso en mis hombros, debido a la importancia de mis cargos y de los certámenes.
De pronto, Sally, una compañera, vuelve a sufrir un "resbalón" por causas extrañas circunstancias. Lo llamo "resbalón", entre comillas, debido a que, a pesar de todas las ventajas que nos ofrece el local, este sufre una especie de maldición.
El padre Cox no nos lo contó desde un principio ya que, según él, no creyó que nos fuera a afectar.
Por las historias que nos han llegado, y por lo que nos contó el padre Cox, el espíritu de una joven y el de un monje acecha en los alrededores de la iglesia de St. Patrick y en esta misma. La joven, alguien que vivió hace un par de siglos, fue la amante de un monje, precisamente el propietario del segundo espíritu. Un día, un compañero del monje, quien envidiaba y odiaba a este hombre, se enteró de la aventura del monje y lo delató ante su más inmediato superior. El superior interrogó a ambos amantes por separado, siendo el hombre quien negó todo y la mujer la que queda como bruja, loca y mentirosa y causando que el veredicto final sea el de muerte en la horca.
La chica murió entonces, pero, su espíritu, no descansó hasta matar al monje con el que tuvo la aventura, por delatarla y condenarla a una muerte, la cual fue consecuencia por un amor, y, desde entonces, ambos, en términos modernos y claros, actúan como una pareja divorciada malévola del otro lado, quienes no se molestan nada en si se llevan o no a alguna vida humana en sus casi frecuentes disputas mortales.
El padre Cox pensó que, al ser nosotros unos simples músicos y tener pensado pasar poco tiempo allí, no nos iban a hacer, pero creo que se equivocaba en parte, pues nos molestaban de vez en cuando; claro ejemplo, el raro resbalón que se acaba de comer Sally, y antes de que digan algo, el suelo ha estado seco desde hace días y no hay ningún tipo de humedad, aparte de algunos otros percances que no me gustaría recordar.
- Vamos a decirles lo del concurso - me anima Chris después de hacer otra vez la coreografía todos juntos con algunos fallos corregidos.
- Chicos, escuchen, Chris y Annie nos han apuntado a los nacionales de este año. Jugaremos en Chicago, la ciudad del viento - les empiezo a comentar yo, en un medio círculo formado por ellos.
- Nos admitieron debido a un incidente con otro grupo, así que tendremos que presentarnos con la coreografía que estamos preparando. Annie está arreglando unos papeles para ir. ¿Alguna duda? - explica y nos mira a todos detenidamente; al ver que nadie levanta la mano, continúa - Pues muy bien, resolvamos algunas cosas.
...
Ay, Dios mío. Hemos llegado a la semifinal para concursar en los nacionales. Faltan menos de diez minutos para entrar a actuar y estoy un tanto nerviosa, ya que el hecho de que todo el país y más nos vea y nos juzgue impone mucho.
A parte, discutí con Demon antes de venir a Chicago; según él, en los últimos días no le he dedicado el tiempo y que puede que ya no sienta lo mismo por él, por mucho que le insista en que sigo queriéndolo. Además, se ha vuelto un tanto celoso conmigo. Ambos queremos seguir con la relación, pero si quiero seguir con esta relación debo presentarme en la próxima pelea que tiene Demon, justo contra uno de los mejores boxeadores internacionales y cae poco después de la final y poco antes de Sarasate Live!
Hemos pasado los "cuartos" con una pequeña coreo que teníamos preparada desde hace tiempo y ahora presentaremos una de las dos coreografías que hemos estado preparando en los últimos meses.
Entramos en escenario y bailamos, aislándonos del resto del mundo, sin pensar en nada más que en la música, la misma pasión que nos da el pase a la final.
Nos pasamos los dos días que teníamos libre repasamos la coreografía que queríamos presentar a la final.
...
- ¡Daniela! - me llama Anahí entre bastidores, antes de entrar a la final - ¿Estás bien?
Notó que también estaba bastante más nerviosa de lo normal y no es tan normal en mí que pase.
- Tranquila, tan solo estoy un poco nerviosa porque quiero que salga todo - me encojo de hombros con simpleza, intentando quitarle hierro.
Anahí me mira de arriba abajo, me abraza con fuerza y me susurra:
- No te preocupes, todo va a salir bien. Incluido lo de Demon y tú.
Actuamos y gracias al cielo salió todo bien, ya que por poco no fallo en un paso y, si no fuera porque conseguí ayudarle a tiempo, uno de los gemelos del grupo se hubiera caído.
Pasaron varios minutos, esperando a que actuase el otro grupo, a que se decidiese quién era el ganador y nos llamen a todos.
- Todos al escenario, por favor - anuncian por megafonía.
Accedimos al lugar y anunciaron el ganador. Éramos nosotros. Éramos los mejores de toda América. Ofrecimos algunas palabras y salí corriendo al aeropuerto para coger el próximo vuelo a Nueva York, en el cual tengo pasaje.
Ojalá llegue a tiempo.Buenaaaas. Siento no haber publicado antes, pero he estado liada, pero espero subir varios capítulos pronto.
Besos,
La autora
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El boxeador y la bailarina... ¿boxeadora?
Romance¿Él? Arrogante, sexy, caliente, mujeriego, creído, misterioso, temido, boxeador y el mismísimo diablo. ¿Ella? Sincera, divertida, alegre, buena persona, malhumorada, temida, bailarina, violinista y un ángel y diablo en la misma persona. Ambo...