Viderte

Pandemia

Todo estaba oscuro...yacía flotando en el limbo, sin respuestas a lo ocurrido, no entiendo nada, ¿soy un Z?, ¿Un humano?, ¿Que es lo que soy?... Todo esa oscuridad se volvieron preguntas, preguntas anhelando una respuesta coherente.

Derepente ya no había preguntas sin respuesta alguna...Todo eso se transformó en un recuerdo, un recuerdo algo nítido al principio pero con al rato tomo forma...

Un chico con el pelo negro...

-¡Ethan, vamos a llegar tarde a la siguiente clase!

-¡Ya voy!

-Te lo tomas todo con demasiada tranquilidad, ¿no crees?

-Llegar tarde no es el fin del mundo!, ¿sabes?

-Lo sé... pero no estoy con la labor de que me echen la puta bronca ya por la mañana.

Y como una bocanada de aire...el recuerdo se fue difuminando poco A poco hasta no quedar nada de él...solo uno de los recuerdos incompletos que me quedan por vivir, mi limbo empezó a ser profanado por una luz, la cuál cegaba mis ojos.

El limbo se fue dejando paso a la realidad, abría mis ojos y la primera imagen que reboto contra ellos fue la desolación, las ruinas, restos, la tristeza de un mundo muerto...

Edificios derrumbados, casas abandonadas, carreteras llenas de coche oxidados, bosques enteros en medio de ciudades, y lo peor de todo, muerte por todos lados, cadáveres de niños, adultos...deambulado por un mundo donde ya no pertenece a la vida, ahora todo fue cedido a la muerte.

Mis ojos no daban crédito a nada de esto -Esto no es normal.- dije.

-¿Despertaste? -dijo mi padre.-

-Si... -le contesté sin ánimos de entablar una conversación.-

-Ya nada es como antes... -me dijo con una cara de tristeza.-

-Todo a muerto -le dije.-

-A si es... -dijo una voz femenina procedente del asiento del copiloto.-

-¿Quien eres? -pregunte.-

-Es Samanta. -contesto mi padre.-

-Puedes llamarme Sam. -me dijo mirándome, tenia el pelo castaño, ojos verdosos, unos labios super finos, delicados, sin duda esta mujer era guapa.

-¿Y quien eres, Sam? -le dije.-

-Soy tu madastra -dijo sonriendo.-

-Madastra...

Entonces los recuerdos volvieron.

-¡Cariño, no me suertes!-

-Protegelos....

De repente soltó su mano, dejando que su cuerpo cayera sobre una ola de seres hambrientos, sedientos de sangre.