Y aquí nos encontrábamos el imbécil arrogante parado en la puerta con su estúpida sonrisa y yo mirándole de reojo a través de mi espejo. Me estaba poniendo demasiado nerviosa, no apartaba su mirada de mí y tampoco decía palabra alguna.
-¿Te puedes ir de aquí? quiero cambiarme.- Le dije intentando aparentar tranquilidad.
-A mí no me molesta, puedes cambiarte sin problema alguno.- Dijo sin dejar de sonreír, mientras se movía por todo el camerino hasta llegar a donde estaba colgada mi ropa.- Bonitas bragas.- Dijo cogiendo mi prenda íntima y enseñándomelas a través del espejo. Me levanté corriendo y se las intenté arrebatar, haciendo que fuera un intento fallido, porque antes de que las pudiera coger, levantó el brazo lo más alto que pudo, haciendo que por el intento desastroso que acababa de hacer por coger mis bragas y el apartarlas, quedara a escasos centímetros de sus carnosos y apetecibles labios, un momento para, para Alison, ¿acabas de decir apetecibles labios? ¿Pero qué coño te pasa?
-Dámelas imbécil.- Mi voz fue apenas inaudible, me estaba poniendo muy nerviosa aquella cercanía.
-Solo tienes que saltar y cogerlas.- Me respondía sin dejar de sonreír en mis labios, haciendo que su aliento se empezara a mezclar con el mío. No tenía otro remedio o saltar o irme sin bragas a mi casa. Salté para cogerlas, pero el callo de espaldas al sofá, haciendo que yo callera encima de él.- Vaya, niñata, si querías que falláramos solo tenías que habérmelo dicho.- Me levanté corriendo, pero fue imposible, de nuevo él, fue más rápido y agarrándome de la cintura me dio la vuelta, dejándome tumbada en el sofá, soportando su peso encima de mí, con sus labios rozando los míos, y haciendo que me estremeciera por ese simple contacto.
-Quítate de encima estúpido.- Me sentía demasiado débil y vulnerable, mi voz apenas tenía sonido y el muy imbécil no paraba de sonreír con esa perfecta sonrisa, si, tenía que reconocerlo, tenía una muy bonita sonrisa, que volvería loca a cualquier tía, "puto arrogante mujeriego".
-Primero, me llamo Edward niñata, y segundo, no seas tan estrecha, acabo de oír cómo le decías a tu amiga que estabas muy, muy cachonda, te puedo hacer el favor de dejarte satisfecha y con ganas de más, créeme... tu solo... déjate llevar.- Y antes de que pudiera abrir la boca, sello mis labios con un devorador beso, comenzó a jugar con mi lengua, mientras que su mano desabrochaba el lazo de mi bata haciendo que se abriera, empezó a acariciar uno de mis senos por encima de la tela transparente del conjunto que llevaba, mi respiración se aceleró aún más, y mi piel comenzaba a quemar, el beso se volvió mas desesperado, y la mano que le quedaba libre sujetaba la mías por encima de mi cabeza, no podía pensar con claridad, sus caricias me estaban estremeciendo, y sus labios me estaban dejando sin aliento, no estaba siendo yo en esos momentos, había perdido el control de mi cuerpo y aunque quisiera no podía hacer nada por pararle. La mano que estaba masajeando uno de mis senos bajo lentamente por mi tripa hasta llegar a mi culotte y comenzar a bajarlo.- Abre las piernas, niñata.- Susurró en mis labios, yo sin ser consciente de mis actos, hice caso como una niña obediente y mi sexo quedó a su merced. Empezó a acariciar mi clítoris, haciendo que se me escapara un leve gemido y el sonriera con arrogancia como de costumbre, pero en esos momentos me daba igual, no quería que parase. Comencé a notar su creciente erección contra una de mis piernas y me excité aún más, quería moverme, pero su mano sujetaban las mías aún. De pronto dejó de acariciarme mi zona íntima, para después introducir uno de sus dedos dentro de mí, a lo que no pude evitar gemir bastante fuerte, no aguante más y haciendo fuerza me liberé de su agarre, para ir directa a quitarle la camiseta, Edward terminó de quitársela, y dejó ante mi sus bien marcados abdominales, no me demoré y los acaricié con desesperación, mientras ahora yo, le besaba con fiereza, al sentir un segundo dedo moviéndose con destreza en mi interior. Era increíble el inmenso placer que aquel imbécil me estaba dando, aunque estaba también el hecho de que llevaba siete meses sin echar un polvo y ahora estaba entrando por la puerta grande con semejante hombre, un auténtico imbécil, pero que sabía cómo dar placer. Mis manos bajaron directas a su pantalón, desabrochándolos y bajándoselos acompañados de sus bóxer que terminó de quitárselos el, ahora le tenía desnudo y entero para mi solita. Ante mi apareció un increíble y grande miembro, que daba muchas ganas de lanzarse a él, no dude ni un segundo en posar una de mis manos en él y masajearlo de arriba a abajo, excitándome aún más, al oír pequeños gemidos escapar de su boca, golpeando con su aliento mi cuello, pego un pequeño mordisco y di un respingo, saco sus dedos de mi vagina para de una estocada entrar en mí, haciendo que gritara de dolor y placer a la vez.
-Estúpido bruto.
-Cállate niñata.- Dijo entrecortadamente sobre mis labios, se los mordí, mientras comenzaba a moverse dentro de mí, cada vez más rápido y más, hasta que nos acompasamos y comenzó a embestirme duramente, una sensación dolorosa pero auténticamente placentera, quería más, y apreté mis piernas alrededor de su cintura, el aceleró sus estocadas y alcancé un intenso orgasmo dos minutos antes que él.
-Alison, me llamo Alison imbécil.- Dije como pude intentando controlar mi acelerado corazón y mi agitada respiración al igual que él. Se desplomo sobre mí y entonces la cordura volvió a mí, maldiciéndome mil veces por lo que acababa de hacer, me había dejado engatusar por ese estúpido, imbécil y arrogante niñato, pero como había podido ser posible, y encima en la misma noche en la que acaba de conocerle. Le quite de encima mía de un empujón y cogiendo las bragas que ahora estaban en el suelo, me quite la bata que aun llevaba puesta, junto al sujetador, me vestí rápidamente con la ropa que había venido y cogiendo mi bolso salí de allí corriendo.
-Eh, niñata ¿no te ha gustado?- Me dijo sonriendo antes de que pudiera salir, sentándose y vistiéndose.
-Olvídame imbécil.- Le saqué nuevamente el dedo, y me marché de allí más cabreada que nunca y conmigo misma, había sido una completa imbécil, acababa de follar con ese ser asqueroso y despreciable, "Alison ¿pero qué has hecho?" esto no me lo iba a perdonar nunca, mi orgullo había quedado por los suelos, y encima tendría que verle la cara todos los fines de semana.
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Bueno pues aquí el tercer capítulo, este es muy cortito, pero no tenía mucho tiempo y quería dejaros otro capítulo más, espero que os guste y le disfrutéis.
*os dejo una foto de Emily, amiga y compañera de piso de Alison y Rachel*
Nos vemos en el siguiente, espero vuestros votos y comentarios si os ha gustado.
Un beso enorme:)
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EL ODIO DEL DESEO
RomanceAlison Hoffman, una joven de 20 años recien cumplidos, una californiana llena de vitalidad, risueña, activa, muy segura de si misma, que vive en uno de los barrios de clase media de california, compartiendo piso de alquiler, con sus dos mejores amig...