-Cielo ¿qué te ocurre?-Sentí las caricias de mi padre, mientras yo encharcaba con mi llanto, el suelo de una pequeña sala, cerca de la habitación de mi hermana. Me levanté y me lancé a sus brazos. Mi padre me apretujó contra él y me acunó, mientras yo mojaba su fina camisa. Necesitaba tanto un abrazo de mi padre, años y años llevaba sin tener algún tipo de afecto con él, y ahora recordaba lo que significaba para mí, sentirme protegida, en casa.
-Papá no puedo más, todo esto es...-Lloraba desconsolada en los brazos de mi padre.
-Shh, mi niña, tranquila por favor.-Mi padre acariciaba dulcemente mi cabello. En ese momento alguien carraspeo a nuestra espalda, rompiendo aquel gesto paterno filial. Yo me limpié la cara como pude y miré a Andrew y a su pequeño, quien me miraba con tristeza.
-¿Porque lloras?-Robert se acercó a mi dudoso.
-Oh, no es nada cariño, no te preocupes.-Le sonreí tiernamente.
-Toma, yo me pongo muy contento cuando papá me da una piruleta de fresa.-El pequeño me tendía un piruleta roja haciendo que sonriera aún más. Levanté mi mirada hacía Andrew que me miraba entristecido. Hasta ahora no me había fijado bien en el hombre tan atractivo que era. A pesar de rondar los 40, lucía como todo un joven, con su corta melena negra peinada cuidadosamente, sus ojos claros que le hacía tener un rostro de lo más llamativo y su figura esbelta y bien cuidada.
-Robert tenemos que entrar ¿vale?-Robert corrió hacía su padre y caminaron con paso firme hasta la habitación de mi hermana, mi padre y yo los seguimos, pero preferimos esperar fuera, viendo a través de la cristalera que comunicaba con la habitación todo lo que sucedía dentro...
-Aquí esta, Natasha.-Andrew habló a mi hermana pero quedándose en la puerta.
-Es incluso más guapo de cómo lo recordaba.-Sonrió.-Hola Robert, soy ma...
-No, por favor, no le confundas.-Andrew la interrumpió y mi hermana entristeció.
-Puedes dejarme con él a solas un momento por favor.-Su tono de súplica reflejaba el dolor tan fuerte que sentía.
-No creo que sea buena idea.
-Por favor Andrew, es lo último que quiero hacer en esta vida,..-Las lágrimas empezaron a mojar el blanquecino rostro de mi hermana y noté como Andrew suspiraba.
-Robert, cariño, solo te voy a dejar un par de minutos con Natasha, está muy malita y necesita que te quedes con ella para poder ponerse buena ¿vale?-El niño dudo bastante.-Serás como un superhéroe, que tiene el poder de curarla.-Robert sonrió al instante y asintió con la cabeza.
-¿Te sientas aquí conmigo?-Mi hermana golpeó suavemente un lado de la cama. Robert corrió hasta ella y con un poco de ayuda de mi hermana se sentó a su lado. Andrew salió de la habitación y se quedó al lado de nosotros contemplando la escena tan bonita que nos mostraban mi hermana y mi pequeño sobrino.
-¿Qué es lo que te duele?-Preguntó inocentemente Robert.
-Pues, ahora que estás conmigo, ya apenas me duele nada, alomejor si me das un beso, me pongo buena del todo.-Robert le dio un fuerte beso en la mejilla, mientras mi hermana le abrazaba con las pocas fuerzas que le quedaban.- Ves, ya no me duele absolutamente nada, te quiero mucho ¿lo sabes?.-El niño la miró extrañado al ver como las lágrimas volvían a aparecer.- Me tienes que prometer algo ¿vale?-Robert asintió.-Prométeme, que aunque no nos volvamos a ver más, me vas a recordar siempre.
-Te lo prometo.-El niño alzó el dedo meñique sonriendo y lo unió junto al de mi hermana, situando los dos un pequeño beso.
-Pero aun así, quiero darte algo, para que lo guardes siempre.-Mi hermana estiró un poco su brazo hacia el otro lado de la cama y le entregó al pequeño lo que parecía ser una foto mediana.
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EL ODIO DEL DESEO
RomanceAlison Hoffman, una joven de 20 años recien cumplidos, una californiana llena de vitalidad, risueña, activa, muy segura de si misma, que vive en uno de los barrios de clase media de california, compartiendo piso de alquiler, con sus dos mejores amig...