Capitulo 8

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Maraton 3/6

 A las cinco las señoras se retiraron para vestirse y a las seis y media llamaron a Katniss para quebajara a cenar. Ésta no pudo contestar favorablemente a las atentas preguntas que le hicieron y en las cualestuvo la satisfacción de distinguir el interés especial del señor Odair. 

Annie no había mejorado nada; aloírlo, las hermanas repitieron tres o cuatro veces cuánto lo lamentaban, lo horrible que era tener un malresfriado y lo que a ellas les molestaba estar enfermas. Después ya no se ocuparon más del asunto. Y suindiferencia hacia Annie, en cuanto no la tenían delante, volvió a despertar en Katniss la antipatía que enprincipio había sentido por ellas.En realidad, era a Finnick al único del grupo que ella veía con agrado. Su preocupación por Annie era evidente, y las atenciones que tenía con Katniss eran lo que evitaba que se sintiese como una intrusa,que era como los demás la consideraban. Sólo él parecía darse cuenta de su presencia. 

La señorita Odair estaba absorta con el señor Mellark; su hermana Primrose, más o menos, lo mismo; en cuanto al señor Hurst, queestaba sentado al lado de Katniss, era un hombre indolente que no vivía más que para comer, beber yjugar a las cartas. Cuando supo que Katniss prefería un plato sencillo a un ragout, ya no tuvo nada de quéhablar con ella. 

Cuando acabó la cena, Katniss volvió inmediatamente junto a Annie. Nada más salir delcomedor, la señorita Odair empezó a criticarla. Sus modales eran, en efecto, pésimos, una mezcla deorgullo e impertinencia; no tenía conversación, ni estilo, ni gusto, ni belleza. La señora Hurst opinaba lomismo y añadió: 

––En resumen, lo único que se puede decir de ella es que es una excelente caminante. Jamásolvidaré cómo apareció esta mañana. Realmente parecía medio salvaje.En efecto, Enovaria. Cuando la vi, casi no pude contenerme. ¡Qué insensatez venir hasta aquí! ¿Quénecesidad había de que corriese por los campos sólo porque su hermana tiene un resfriado? ¡Cómo traía loscabellos, tan despeinados, tan desaliñados! 

––Sí. ¡Y las enaguas! ¡Si las hubieseis visto! Con más de una cuarta de barro. Y el abrigo que sehabía puesto para taparlas, desde luego, no cumplía su cometido. 

––Tu retrato puede que sea muy exacto, Enovaria ––dijo Finnick––, pero todo eso a mí me pasóinadvertido. Creo que la señorita Katniss Everdeen tenía un aspecto inmejorable al entrar en el salón estamañana. Casi no me di cuenta de que llevaba las faldas sucias. 

––Estoy segura de que usted sí que se fijó, señor Mellark ––dijo la señorita Odair––; y me figuroque no le gustaría que su hermana diese semejante espectáculo. 

––Claro que no. 

––¡Caminar tres millas, o cuatro, o cinco, o las que sean, con el barro hasta los tobillos y sola,completamente sola! ¿Qué querría dar a entender? Para mí, eso demuestra una abominable independencia ypresunción, y una indiferencia por el decoro propio de la gente del campo. 

––Lo que demuestra es un apreciable cariño por su hermana ––dijo Finnick.  

––Me temo, señor Mellark ––observó la señorita Odair a media voz––, que esta aventura habráafectado bastante la admiración que sentía usted por sus bellos ojos.

 ––En absoluto ––respondió Peeta––; con el ejercicio se le pusieron aun más brillantes. 

A esta intervención siguió una breve pausa, y la señora Hurst empezó de nuevo. 

––Le tengo gran estima a Annie Everdeen, es en verdad una muchacha encantadora, y desearía contodo mi corazón que tuviese mucha suerte. Pero con semejantes padres y con parientes de tan poca clase,me temo que no va a tener muchas oportunidades. 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora