Capitulo 29

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Maratón 2/3

La satisfacción de Cato por esta invitación era completa. No había cosa que le hiciese másilusión que poder mostrar la grandeza de su patron a sus admirados invitados y hacerles ver la cortesía conla que esta caballero les trataba a él y a su mujer; y el que se le diese ocasión para ello tan pronto era unejemplo de la condescendencia de lord Snow que no sabría cómo agradecer.

 ––Confieso ––dijo–– que no me habría sorprendido que Su Señoría nos invitase el domingo atomar el té y a pasar la tarde en Rosings. Más bien me lo esperaba, porque conozco su afabilidad. Pero,¿quién habría podido imaginarse una atención como ésta? ¿Quién podría haber imaginado que recibiríamosuna invitación para cenar; invitación, además, extensiva a todos los de la casa, tan poquísimo tiempodespués de que llegasen ustedes?  

––A mí no me sorprende ––replicó sir Plutarch––, porque mi situación en la vida me ha permitidoconocer el verdadero modo de ser de los grandes. En la corte esos ejemplos de educación tan elegante sonmuy normales. 

En todo el día y en la mañana siguiente casi no se habló de otra cosa que de la visita a Rosings.Cato les fue instruyendo cuidadosamente de lo que iban a tener ante sus ojos, para que la vista deaquellas estancias, de tantos criados y de tan espléndida comida, no les dejase boquiabiertos.Cuando las señoras fueron a vestirse, le dijo a Katniss: 

––No se preocupe por su atavío, querida prima. Lord Snow está lejos de exigir de nosotros laelegancia en el vestir que a el y a su hija corresponde. Sólo querría advertirle que se ponga el mejor trajeque tenga; no hay ocasión para más. Lord Snow no pensará mal de usted por el hecho de que vayavestida con sencillez. Le gusta que se le reserve la distinción debida a su rango. 

Mientras se vestían, Collins fue dos o tres veces a llamar a las distintas puertas, pararecomendarles que se dieran prisa, pues a lord Snow le incomodaba mucho tener que esperar paracomer. Tan formidables informes sobre Su Señoría y su manera de vivir habían intimidado a Clove,poco acostumbrada a la vida social, que aguardaba su entrada en Rosings con la misma aprensión que supadre había experimentado al ser presentado en St. James.Como hacía buen tiempo, el paseo de media milla a través de la finca de Rosings fue muyagradable. Todas las fincas tienen su belleza y sus vistas, y Katniss estaba encantada con todo lo que ibaviendo, aunque no demostraba el entusiasmo que Cato esperaba, y escuchó con escaso interés laenumeración que él le hizo de las ventanas de la fachada, y la relación de lo que las vidrieras le habíancostado a sir Lewis. 

Mientras subían la escalera que llevaba al vestíbulo, la excitación de Clove iba en aumento y ni elmismo sir Plutarch las tenía todas consigo. En cambio, a Katniss no le fallaba su valor. No había oídodecir nada de lord Snow que le hiciese creer que poseía ningún talento extraordinario ni virtudesmilagrosas, y sabía que la mera majestuosidad del dinero y de la alcurnia no le haría perder la calma.Desde el vestíbulo de entrada, cuyas armoniosas proporciones y delicado ornato hizo notar Cato con entusiasmo, los criados les condujeron, a través de una antecámara, a la estancia donde se encontrabanlord Snow, su hija y la señor Jenkinson. Su Señoría se levantó con gran amabilidad para recibirlos. Ycomo la señora Collins había acordado con su marido que sería ella la que haría las presentaciones, éstastuvieron lugar con normalidad, sin las excusas ni las manifestaciones de gratitud que él habría juzgadonecesarias.A pesar de haber estado en St. James, sir Plutarch se quedó tan apabullado ante la grandeza que lerodeaba, que apenas si tuvo ánimos para hacer una profunda reverencia, y se sentó sin decir una palabra. Suhija, asustada y como fuera de sí, se sentó también en el borde de una silla, sin saber para dónde mirar.Katniss estaba como siempre, y pudo observar con calma a los dos caballeros y señorita que tenía delante. 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora