Capitulo 55

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Pocos días después de aquella visita, Finnick volvió a Longbourn, solo. Peeta se había ido a Londres por la mañana, pero iba a regresar dentro de diez días. Pasó con ellas una hora, y estuvo de excelente humor. La señora Everdeen le invitó a comer, Finnick dijo que lo sentía, pero que estaba convidado en otro sitio. 

––La próxima vez que venga ––repuso Effie–– espero que tengamos más suerte. 

 ––Tendré mucho gusto ––respondió Finnick. 

Y añadió que, si se lo permitían, aprovecharía cualquier oportunidad para visitarles. 

––¿Puede usted venir mañana?

Finnick dijo que sí, pues no tenía ningún compromiso para el día siguiente. Llegó tan temprano que ninguna de las señoras estaba vestida, Effie corrió al cuarto de sus hijas, en bata y a medio peinar, exclamando: 

––¡Annie, querida, date prisa y ve abajo! ¡Ha venido el señor Odair! Es él, sin duda. ¡Ven, Sara! Anda en seguida a ayudar a vestirse a la señorita Annie. No te preocupes del peinado de la señorita Katniss.

 ––Bajaremos en cuanto podamos ––dijo Annie––, pero me parece que Possy está más adelantada que nosotras, porque subió hace media hora. 

––¡Mira con lo que sales! ¿Qué tiene que ver en esto Possy? Tú eres la que debe bajar en seguida. ¿Dónde está tu corsé? 

Pero cuando su madre había salido, Annie no quiso bajar sin alguna de sus hermanas. Por la tarde, la madre volvió a intentar que Finnick se quedara a solas con Annie. Después del té, Haymitch se retiró a su biblioteca como de costumbre, y Madge subió a tocar el piano. Habiendo desaparecido dos de los cinco obstáculos, Effie se puso a mirar y a hacer señas y guiños a Katniss y a Possy sin que ellas lo notaran. Possy lo advirtió antes que Katniss y preguntó con toda inocencia: 

––¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué me haces señas? ¿Qué quieres que haga? 

––Nada, niña, nada. No te hacía ninguna seña. 

 Siguió sentada cinco minutos más, pero era incapaz de desperdiciar una ocasión tan preciosa. Se levantó de pronto y le dijo a Possy: ––Ven, cariño. Tengo que hablar contigo. Y se la llevó de la habitación. 

Annie miró al instante a Katniss denotando su pesar por aquella salida tan premeditada y pidiéndole que no se fuera.

Pero a los pocos minutos Effie abrió la puerta y le dijo a Katniss: 

––Ven, querida. Tengo que hablarte. 

Katniss no tuvo más remedio que salir. 

 ––Dejémoslos solos, ¿entiendes? ––le dijo su madre en el vestíbulo––. Possy y yo nos vamos arriba a mi cuarto. 

Katniss no se atrevió a discutir con su madre; pero se quedó en el vestíbulo hasta que la vio desaparecer con Possy, y entonces volvió al salón. Los planes de Effie no se realizaron aquel día. Finnick era un modelo de gentileza, pero no el novio declarado de su hija. Su soltura y su alegría contribuyeron en gran parte a la animación de la reunión de la noche; aguantó toda la indiscreción y las impertinencias de la madre y escuchó todas sus necias advertencias con una paciencia y una serenidad que dejaron muy complacida a Annie. 

Apenas necesitó que le invitaran para quedarse a cenar y, antes de que se fuera, la señora Everdeen le hizo una nueva invitación para que viniese a la mañana siguiente a cazar con su marido. Después de este día, Annie ya no dijo que Finnick le fuese indiferente. 

Las dos hermanas no hablaron una palabra acerca de él, pero Katniss se acostó con la feliz convicción de que todo se arreglaría pronto, si Peeta no volvía antes del tiempo indicado. Sin embargo, estaba seriamente convencida de que todo esto habría tenido igualmente lugar sin la ausencia de dicho caballero. Finnick acudió puntualmente a la cita, y él y el señor Everdeen pasaron juntos la mañana del modo convenido. Haymitch estuvo mucho más agradable de lo que su compañero esperaba. No había nada en Finnick de presunción o de tontería que el otro pudiese ridiculizar o disgustarle interiormente, por lo que estuvo con él más comunicativo y menos hosco de lo que solía. 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora