Capitulo 11

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Maratón 6/6

Cuando las señoras se levantaron de la mesa después de cenar, Katniss subió a visitar a suhermana y al ver que estaba bien abrigada la acompañó al salón, donde sus amigas le dieron la bienvenidacon grandes demostraciones de contento. Katniss nunca las había visto tan amables como en la hora quetranscurrió hasta que llegaron los caballeros. Hablaron de todo. Describieron la fiesta con todo detalle,contaron anécdotas con mucha gracia y se burlaron de sus conocidos con humor.Pero en cuanto entraron los caballeros, Annie dejó de ser el primer objeto de atención. Los ojos de laseñorita Odair se volvieron instantáneamente hacia Peeta y no había dado cuatro pasos cuando ya teníaalgo que decirle. El se dirigió directamente a la señorita Everdeen y la felicitó cortésmente. También el señorHurst le hizo una ligera inclinación de cabeza, diciéndole que se alegraba mucho; pero la efusión y el calorquedaron reservados para el saludo de Finnick, que estaba muy contento y lleno de atenciones para conella. 

La primera media hora se la pasó avivando el fuego para que Annie no notase el cambio de unhabitación a la otra, y le rogó que se pusiera al lado de la chimenea, lo más lejos posible de la puerta. Luegose sentó junto a ella y ya casi no habló con nadie más. Katniss, enfrente, con su labor, contemplaba laescena con satisfacción.Cuando terminaron de tomar el té, el señor Hurst recordó a su cuñada la mesa de juego, pero fueen vano; ella intuía que a Peeta no le apetecía jugar, y el señor Hurst vio su petición rechazadainmediatamente. Le aseguró que nadie tenía ganas de jugar; el silencio que siguió a su afirmación pareciócorroborarla. Por lo tanto, al señor Hurst no le quedaba otra cosa que hacer que tumbarse en un sofá ydormir. 

Peeta cogió un libro, la señorita Odair cogió otro, y la señora Hurst, ocupada principalmente enjugar con sus pulseras y sortijas, se unía, de vez en cuando, a la conversación de su hermano con la señorita Everdeen. 

La señorita Odair prestaba más atención a la lectura de Peeta que a la suya propia. No paraba dehacerle preguntas o mirar la página que él tenía delante. Sin embargo, no consiguió sacarle ningunaconversación; se limitaba a contestar y seguía leyendo. Finalmente, angustiada con la idea de tener queentretenerse con su libro que había elegido solamente porque era el segundo tomo del que leía Peeta,bostezó largamente y exclamó: 

––¡Qué agradable es pasar una velada así! Bien mirado, creo que no hay nada tan divertido comoleer. Cualquier otra cosa en seguida te cansa, pero un libro, nunca. Cuando tenga––una casa propia serédesgraciadísima si no tengo una gran biblioteca.Nadie dijo nada. Entonces volvió a bostezar, cerró el libro y paseó la vista alrededor de lahabitación buscando en qué ocupar el tiempo; cuando al oír a su hermano mencionarle un baile a la señoritaEverdeen, se volvió de repente hacia él y dijo:

 ––¿Piensas seriamente en dar un baile en Netherfield, Finnick? Antes de decidirte te aconsejaríaque consultases con los presentes, pues o mucho me engaño o hay entre nosotros alguien a quien un baile leparecería, más que una diversión, un castigo. 

––Si te refieres a Peeta ––le contestó su hermano––, puede irse a la cama antes de que empiece, silo prefiere; pero en cuanto al baile, es cosa hecha, y tan pronto como Nicholls lo haya dispuesto todo,enviaré las invitaciones.   

––Los bailes me gustarían mucho más ––repuso su hermana–– si fuesen de otro modo, pero esaclase de reuniones suelen ser tan pesadas que se hacen insufribles. Sería más racional que lo principal enellas fuese la conversación y no un baile.

 ––Mucho más racional sí, Delly; pero entonces ya no se parecería en nada a un baile. 

La señorita Odair no contestó; se levantó poco después y se puso a pasear por el salón. Su figuraera elegante y sus andares airosos; pero Peeta, a quien iba dirigido todo, siguió enfrascado en la lectura.Ella, desesperada, decidió hacer un esfuerzo más, y, volviéndose a Katniss, dijo: 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora