Capitulo 24

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Maratón 1/4

La carta de la señorita Odair llegó, y puso fin a todas las dudas. La primera frase ya comunicabaque todos se habían establecido en Londres para pasar el invierno, y al final expresaba el pesar del hermanopor no haber tenido tiempo, antes de abandonar el campo, de pasar a presentar sus respetos a sus amigos deHertfordshire.No había esperanza, se había desvanecido por completo. Annie siguió leyendo, pero encontró pocascosas, aparte de las expresiones de afecto de su autora, que pudieran servirle de alivio. El resto de la cartaestaba casi por entero dedicado a elogiar a la señorita Mellark. 

Insistía de nuevo sobre sus múltiplesatractivos, y Delly presumía muy contenta de su creciente intimidad con ella, aventurándose a predecirel cumplimiento de los deseos que ya manifestaba en la primera carta. También le contaba con regocijoque su hermano era íntimo de la familia Mellark, y mencionaba con entusiasmo ciertos planes de este último,relativos al nuevo mobiliario.Katniss, a quien Annie comunicó en seguida lo más importante de aquellas noticias, la escuchó ensilencio y muy indignada. Su corazón fluctuaba entre la preocupación por su hermana y el odio a todos losdemás. No daba crédito a la afirmación de Delly de que su hermano estaba interesado por la señoritaMellark. No dudaba, como no lo había dudado jamás, que Finnick estaba enamorado de Annie; pero Katniss,que siempre le tuvo tanta simpatía, no pudo pensar sin rabia, e incluso sin desprecio, en aquella debilidadde carácter y en su falta de decisión, que le hacían esclavo de sus intrigantes amigos y le arrastraban asacrificar su propia felicidad al capricho de los deseos de aquellos. Si no sacrificase más que su felicidad, podría jugar con ella como se le antojase; pero se trataba también de la felicidad de Annie, y pensaba que éldebería tenerlo en cuenta. 

En fin, era una de esas cosas con las que es inútil romperse la cabeza.Katniss no podía pensar en otra cosa; y tanto si el interés de Finnick había muerto realmente,como si había sido obstaculizado por la intromisión de sus amigos; tanto si Finnick sabía del afecto de Annie, como si le había pasado inadvertido; en cualquiera de los casos, y aunque la opinión de Katniss sobre Finnick pudiese variar según las diferencias, la situación de Annie seguía siendo la misma y su paz sehabía perturbado. 

Un día o dos transcurrieron antes de que Annie tuviese el valor de confesar sus sentimientos a suhermana; pero, al fin, en un momento en que la señora Everdeen  las dejó solas después de haberse irritadomás que de costumbre con el tema de Netherfield y su dueño, la joven no lo pudo resistir y exclamó: 

––¡Si mi querida madre tuviese más dominio de sí misma! No puede hacerse idea de lo que meduelen sus continuos comentarios sobre el señor Odair. Pero no me pondré triste. No puede durar mucho.Lo olvidaré y todos volveremos a ser como antes. 

Katniss, solícita e incrédula, miró a su hermana, pero no dijo nada. 

––¿Lo dudas? ––preguntó Annie ligeramente ruborizada––. No tienes motivos. Le recordarésiempre como el mejor hombre que he conocido, eso es todo. Nada tengo que esperar ni que temer, y nadatengo que reprocharle. Gracias a Dios, no me queda esa pena. Así es que dentro de poco tiempo, estarémucho mejor. 

Con voz más fuerte añadió después: 

––Tengo el consuelo de pensar que no ha sido más que un error de la imaginación por mi parte yque no ha perjudicado a nadie más que a mí misma. 

––¡Querida Annie! ––exclamó Katniss––. Eres demasiado buena. Tu dulzura y tu desinterés sonverdaderamente angelicales. No sé qué decirte. Me siento como si nunca te hubiese hecho justicia, o comosi no te hubiese querido todo lo que mereces. 

Annie negó vehementemente que tuviese algún mérito extraordinario y rechazó los elogios de suhermana que eran sólo producto de su gran afecto. 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora