Capitulo 44

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Katniss había calculado que Peeta llevaría a su hermana a visitarla al día siguiente de su llegada a Pemberley, y en consecuencia, resolvió no perder de vista la fonda en toda aquella mañana. Pero se equivocó, pues recibió la visita el mismo día que llegaron. Los Gardiner y Katniss habían estado paseando por el pueblo con algunos de los nuevos amigos, y regresaban en aquel momento a la fonda para vestirse e ir a comer con ellos, cuando el ruido de un carruaje les hizo asomarse a la ventana y vieron a un caballero y a una señorita en un cabriolé que subía por la calle. Katniss reconoció al instante la librea de los lacayos, adivinó lo que aquello significaba y dejó a sus tíos atónitos al comunicarles el honor que les esperaba. Estaban asustados; aquella visita, lo desconcertada que estaba Katniss y las circunstancias del día anterior les hicieron formar una nueva idea del asunto. No había habido nada que lo sugiriese anteriormente, pero ahora se daban cuenta que no había otro modo de explicar las atenciones de Peeta más que suponiéndole interesado por su sobrina. 

Mientras ellos pensaban en todo esto, la turbación de Katniss aumentaba por momentos. Le alarmaba su propio desconcierto, y entre las otras causas de su desasosiego figuraba la idea de que Peeta, en su entusiasmo, le hubiese hablado de ella a su hermana con demasiado elogio. Deseaba agradar más que nunca, pero sospechaba que no iba a poder conseguirlo. Se retiró de la ventana por temor a que la viesen, y, mientras paseaba de un lado a otro de la habitación, las miradas interrogantes de sus tíos la ponían aún más nerviosa.

Por fin aparecieron la señorita Mellark y su hermano y la gran presentación tuvo lugar. Katniss notó con asombro que su nueva conocida estaba, al menos, tan turbada como ella. Desde que llegó a Lambton había oído decir que la señorita Mellark era extremadamente orgullosa pero, después de haberla observado unos minutos, se convenció de que sólo era extremadamente tímida. Difícilmente consiguió arrancarle una palabra, a no ser unos cuantos monosílabos. La señorita Prim era más alta que Katniss y, aunque no tenía más que dieciséis años, su cuerpo estaba ya formado y su aspecto era muy femenino y grácil. No era tan guapa como su hermano, pero su rostro revelaba inteligencia y buen carácter, y sus modales eran sencillísimos y gentiles. 

Katniss, que había temido que fuese una observadora tan aguda y desenvuelta como Peeta, experimentó un gran alivio al ver lo distinta que era. Poco rato llevaban de conversación, cuando Peeta le dijo a Katniss que Finnick vendría también a visitarla, y apenas había tenido tiempo la joven de expresar su satisfacción y prepararse para recibirle cuando oyeron los precipitados pasos de Finnick en la escalera, y en seguida entró en la habitación. Toda la indignación de Katniss contra él había desaparecido desde hacía tiempo, pero si todavía le hubiese quedado algún rencor, no habría podido resistirse a la franca cordialidad que Finnick le demostró al verla de nuevo. Le preguntó por su familia de manera cariñosa, aunque en general, y se comportó y habló con su acostumbrado buen humor.

Los señores Gardiner acogieron a Finnick con el mismo interés que Katniss. Hacía tiempo que tenían ganas de conocerle. A decir verdad, todos los presentes les inspiraban la más viva curiosidad. Las sospechas que acababan de concebir sobre Peeta y su sobrina les llevaron a concentrar su atención en ellos examinándolos detenidamente, aunque con disimulo, y muy pronto se dieron cuenta de que al menos uno de ellos estaba muy enamorado. Los sentimientos de Katniss eran algo dudosos, pero era evidente que Peeta rebosaba admiración a todas luces. 

Katniss, por su parte, tenía mucho que hacer. Debía adivinar los sentimientos de cada uno de sus visitantes y al mismo tiempo tenía que contener los suyos y hacerse agradable a todos. Bien es verdad que lo último, que era lo que más miedo le daba, era lo que con más seguridad podía conseguir, pues los interesados estaban ya muy predispuestos en su favor. Finnick estaba listo, Primrose lo deseaba y Peeta estaba completamente decidido. Al ver a Finnick, los pensamientos de Katniss volaron, como es natural, hacia su hermana, y se dedicó afanosamente a observar si alguno de los pensamientos de aquél iban en la misma dirección. Se hacía ilusiones pensando que hablaba menos que en otras ocasiones, y una o dos veces se complació en la idea de que, al mirarla, Finnick trataba de buscar un parecido. Pero, aunque todo eso no fuesen más que fantasías suyas, no podía equivocarse en cuanto a su conducta con la señorita Mellark, de la que le habían hablado como presunta rival de Annie. 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora