Capitulo 32

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A la mañana siguiente estaba Katniss sola escribiendo a Annie, mientras Glimmer y Clove habían ido de compras al pueblo, cuando se sobresaltó al sonar la campanilla de la puerta, señal inequívocade alguna visita. Aunque no había oído ningún carruaje, pensó que a lo mejor era lord Snow, y seapresuró a esconder la carta que tenía a medio escribir a fin de evitar preguntas impertinentes. Pero congran sorpresa suya se abrió la puerta y entró en la habitación el señor Mellark. Peeta solo.Pareció asombrarse al hallarla sola y pidió disculpas por su intromisión diciéndole que creía queestaban en la casa todas las señoras. 

Se sentaron los dos y, después de las preguntas de rigor sobre Rosings, pareció que se iban aquedar callados. Por lo tanto, era absolutamente necesario pensar en algo, y Katniss, ante esta necesidad,recordó la última vez que se habían visto en Hertfordshire y sintió curiosidad por ver lo que diría acerca desu precipitada partida.

––¡Qué repentinamente se fueron ustedes de Netherfield el pasado noviembre, señor Mellark! ––ledijo––. Debió de ser una sorpresa muy grata para el señor Odair verles a ustedes tan pronto a su lado,porque, si mal no recuerdo, él se había ido una día antes. Supongo que tanto él como sus hermanas estabanbien cuando salió usted de Londres. 

––Perfectamente. Gracias.

Katniss advirtió que no iba a contestarle nada más y, tras un breve silencio, añadió: 

––Tengo entendido que el señor Odair no piensa volver a Netherfield. 

––Nunca le he oído decir tal cosa; pero es probable que no pase mucho tiempo allí en el futuro.Tiene muchos amigos y está en una época de la vida en que los amigos y los compromisos aumentancontinuamente. 

––Si tiene la intención de estar poco tiempo en Netherfield, sería mejor para la vecindad que lodejase completamente, y así posiblemente podría instalarse otra familia allí. Pero quizá el señor Odair nohaya tomado la casa tanto por la conveniencia de la vecindad como por la suya propia, y es de esperar quela conserve o la deje en virtud de ese mismo principio. 

––No me sorprendería ––añadió Peeta–– que se desprendiese de ella en cuanto se le ofreciera unacompra aceptable. 

Katniss no contestó. Temía hablar demasiado de su amigo, y como no tenía nada más que decir,determinó dejar a Peeta que buscase otro tema de conversación.Él lo comprendió y dijo en seguida: 

––Esta casa parece muy confortable. Creo que lord Snow la arregló mucho cuando el señorCollins vino a Hunsford por primera vez. 

––Así parece, y estoy segura de que no podía haber dado una prueba mejor de su bondad. 

––El señor Collins parece haber sido muy afortunado con la elección de su esposa. 

––Así es. Sus amigos pueden alegrarse de que haya dado con una de las pocas mujeres inteligentesque le habrían aceptado o que le habrían hecho feliz después de aceptarle. Mi amiga es muy sensata,aunque su casamiento con Cato me parezca a mí el menos cuerdo de sus actos. Sin embargo, parececompletamente feliz: desde un punto de vista prudente, éste era un buen partido para ella. 

––Tiene que ser muy agradable para la señora Collins vivir a tan poca distancia de su familia yamigos. 

––¿Poca distancia le llama usted? Hay cerca de cincuenta millas. 

––¿Y qué son cincuenta millas de buen camino? Poco más de media jornada de viaje. Sí, yo a esolo llamo una distancia corta. 

––Nunca habría considerado que la distancia fuese una de las ventajas del partido -- exclamóKatniss , y jamás se me habría ocurrido que la señora Collins viviese cerca de su familia. 

––Eso demuestra el apego que le tiene usted a Hertfordshire. Todo lo que esté más allá deLongbourn debe parecerle ya lejos. 

Mientras hablaba se sonreía de un modo que Katniss creía interpretar: Peeta debía suponer queestaba pensando en Annie y en Netherfield; y contestó algo sonrojada: 

––No quiero decir que una mujer no pueda vivir lejos de su familia. Lejos y cerca son cosasrelativas y dependen de muy distintas circunstancias. Si se tiene fortuna para no dar importancia a losgastos de los viajes, la distancia es lo de menos. Pero éste no es el caso. Los señores Collins no viven conestrecheces, pero no son tan ricos como para permitirse viajar con frecuencia; estoy segura de que mi amigano diría que vive cerca de su familia más que si estuviera a la mitad de esta distancia. 

Peeta acercó su asiento un poco más al de Katniss, y dijo: 

––No tiene usted derecho a estar tan apegada a su residencia. No siempre va a estar en Longbourn. 

Katniss pareció quedarse sorprendida, y el caballero creyó que debía cambiar de conversación. Volvió acolocar su silla donde estaba, tomó un diario de la mesa y mirándolo por encima, preguntó con frialdad: 

––¿Le gusta a usted Kent? 

A esto siguió un corto diálogo sobre el tema de la campiña, conciso y moderado por ambaspartes, que pronto terminó, pues entraron Glimmer y su hermana que acababan de regresar de su paseo. 

El tête–à–tête (Conversacion Privada en frances) las dejó pasmadas. Peeta les explicó la equivocación que había ocasionado su visita a lacasa; permaneció sentado unos minutos más, sin hablar mucho con nadie, y luego se marchó. 

––¿Qué significa esto? ––preguntó Glimmer en cuanto se fue––. Querida Katniss, debe de estarenamorado de ti, pues si no, nunca habría venido a vernos con esta familiaridad. 

Pero cuando Katniss contó lo callado que había estado, no pareció muy probable, a pesar de losbuenos deseos de Glimmer; y después de varias conjeturas se limitaron a suponer que su visita habíaobedecido a la dificultad de encontrar algo que hacer, cosa muy natural en aquella época del año. 

Todos losdeportes se habían terminado. En casa de lord Snow había libros y una mesa de billar, pero a loscaballeros les desesperaba estar siempre metidos en casa, y sea por lo cerca que estaba la residencia de losCollins, sea por lo placentero del paseo, o sea por la gente que vivía allí, los dos primos sentían la tentaciónde visitarles todos los días. Se presentaban en distintas horas de la mañana, unas veces separados y otrasveces juntos, y algunas acompañados de su tío. Era evidente que el coronel Marvel venía porque seencontraba a gusto con ellos, cosa que, naturalmente, le hacía aún más agradable. El placer que le causaba aKatniss su compañía y la manifiesta admiración de Marvel por ella, le hacían acordarse de su primerfavorito Gale Hawthorne. 

Comparándolos, Katniss encontraba que los modales del coronel eran menosatractivos y dulces que los de Gale, pero Marvel le parecía un hombre más culto.Pero comprender por qué Peeta venía tan a menudo a la casa, ya era más difícil. No debía ser porbuscar compañía, pues se estaba sentado diez minutos sin abrir la boca, y cuando hablaba más bien parecíaque lo hacía por fuerza que por gusto, como si más que un placer fuese aquello un sacrificio. Pocas vecesestaba realmente animado. 

La señora Collins no sabía qué pensar de él. Como el coronel Marvel se reíaa veces de aquella estupidez de Peeta, Glimmer entendía que éste no debía de estar siempre así, cosa quesu escaso conocimiento del caballero no le habría permitido adivinar; y como deseaba creer que aquelcambio era obra del amor y el objeto de aquel amor era Katniss, se empeñó en descubrirlo. Cuandoestaban en Rosings y siempre que Peeta venía a su casa, Glimmer le observaba atentamente, pero nosacaba nada en limpio. Verdad es que miraba mucho a su amiga, pero la expresión de tales miradas eraequívoca. Era un modo de mirar fijo y profundo, pero Glimmer dudaba a veces de que fuese entusiasta, yen ocasiones parecía sencillamente que estaba distraído.Dos o tres veces le dijo a Katniss que tal vez estaba enamorado de ella, pero Katniss se echabaa reír, y Glimmer creyó más prudente no insistir en ello para evitar el peligro de engendraresperanzas imposibles, pues no dudaba que toda la manía que Katniss le tenía a Peeta se disiparía con lacreencia de que él la quería. 

En los buenos y afectuosos proyectos que Glimmer formaba con respecto a Katniss, entraba aveces el casarla con el coronel Marvel. Era, sin comparación, el más agradable de todos. Sentíaverdadera admiración por Katniss y su posición era estupenda. Pero Peeta tenía un considerablepatronato en la Iglesia, y su primo no tenía ninguno.  

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora