Capitulo 25

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Maratón 2/4

Después de una semana, pasada entre promesas de amor y planes de felicidad, Cato tuvo quedespedirse de su amada Glimmer para llegar el sábado a Hunsford. Pero la pena de la separación sealiviaba por parte de Cato con los preparativos que tenía que hacer para la recepción de su novia; puestenía sus razones para creer que a poco de su próximo regreso a Hertfordshire se fijaría el día que habría dehacerle el más feliz de los hombres. Se despidió de sus parientes de Longbourn con la misma solemnidadque la otra vez; deseó de nuevo a sus bellas primas salud y venturas, y prometió al padre otra carta deagradecimiento.El lunes siguiente, la señora Everdeen tuvo el placer de recibir a su hermano y a la esposa de éste,que venían, como de costumbre, a pasar las Navidades en Longbourn. El señor Cinna Gardiner era un hombreinteligente y caballeroso, muy superior a su hermana por naturaleza y por educación. A las damas deNetherfield se les hubiese hecho difícil creer que aquel hombre que vivía del comercio y se hallaba siempremetido en su almacén, pudiera estar tan bien educado y resultar tan agradable. La señora Portia Gardiner, bastantemás joven que la señora Everdeen y que la señora Philips, era una mujer encantadora y elegante, a la que sussobrinas de Longbourn adoraban. Especialmente las dos mayores, con las que tenía una particular amistad. 

Katniss y Annie habían estado muchas veces en su casa de la capital. Lo primero que hizo la señoraGardiner al llegar fue distribuir sus regalos y describir las nuevas modas. Una vez hecho esto, dejó de llevarla voz cantante de la conversación; ahora le tocaba escuchar. La señora Everdeen tenía que contarle susmuchas desdichas y sus muchas quejas. Había sufrido muchas humillaciones desde la última vez que vio asu cuñada. Dos de sus hijas habían estado a punto de casarse, pero luego todo había quedado en nada. 

––No culpo a Annie continuó––, porque se habría casado con el señor Odair, si hubiese podido;pero Katniss... ¡Ah, hermana mía!, es muy duro pensar que a estas horas podría ser la mujer de Collins sino hubiese sido por su testarudez. Le hizo una proposición de matrimonio en esta misma habitación y lorechazó. A consecuencia de ello lady Heavensbee tendrá una hija casada antes que yo, y la herencia deLongbourn pasará a sus manos. Los Heavensbee son muy astutos, siempre se aprovechan de lo que pueden.Siento tener que hablar de ellos de esta forma pero es la verdad. Me pone muy nerviosa y enferma que mipropia familia me contraríe de este modo, y tener vecinos que no piensan más que en sí mismos. Menosmal que tenerte a ti aquí en estos precisos momentos, me consuela enormemente; me encanta lo que noscuentas de las mangas largas. 

La señora Gardiner, que ya había tenido noticias del tema por la correspondencia que manteníacon Annie y Katniss, dio una respuesta breve, y por compasión a sus sobrinas, cambió de conversación.Cuando estuvo a solas luego con Katniss, volvió a hablar del asunto: 

––Parece ser que habría sido un buen partido para Annie ––dijo––. Siento que se haya estropeado.¡Pero estas cosas ocurren tan a menudo! Un joven como Finnick, tal y como tú me lo describes, se enamoracon facilidad de una chica bonita por unas cuantas semanas y, si por casualidad se separan, la olvida con lamisma facilidad. Esas inconstancias son muy frecuentes. 

––Si hubiera sido así, sería un gran consuelo ––dijo Katniss––, pero lo nuestro es diferente. Loque nos ha pasado no ha sido casualidad. No es tan frecuente que unos amigos se interpongan y convenzan a un joven independiente de que deje de pensar en una muchacha de la que estaba locamente enamoradounos días antes.–

–Pero esa expresión, «locamente enamorado», está tan manida, es tan ambigua y tan indefinida,que no me dice nada. Lo mismo se aplica a sentimientos nacidos a la media hora de haberse conocido, quea un cariño fuerte y verdadero. Explícame cómo era el amor del señor Odair. 

––Nunca vi una atracción más prometedora. Cuando estaba con Annie no prestaba atención a nadiemás, se dedicaba por entero a ella. Cada vez que se veían era más cierto y evidente. En su propio bailedesairó a dos o tres señoritas al no sacarlas a bailar y yo le dirigí dos veces la palabra sin obtener respuesta.¿Puede haber síntomas más claros? ¿No es la descortesía con todos los demás, la esencia misma del amor? 

––De esa clase de amor que me figuro que sentía Finnick, sí. ¡Pobre Annie! Lo siento por ella, puesdado su modo de ser, no olvidará tan fácilmente. Habría sido mejor que te hubiese ocurrido a ti, Kat; tú tehabrías resignado más pronto. Pero, ¿crees que podremos convencerla de que venga con nosotros aLondres? Le conviene un cambio de aires, y puede que descansar un poco de su casa le vendría mejor queninguna otra cosa.

A Katniss le pareció estupenda esta proposición y no dudó de que su hermana la aceptaría. 

––Supongo ––añadió–– que no la detendrá el pensar que pueda encontrarse con ese joven.Vivimos en zonas de la ciudad opuestas, todas nuestras amistades son tan distintas y, como tú sabes,salimos tan poco, que es muy poco probable que eso suceda, a no ser que él venga expresamente a verla. 

––Y eso es imposible, porque ahora se halla bajo la custodia de su amigo, y el señor Mellark nopermitiría que visitase a Annie en semejante parte de Londres. Querida tía, ¿qué te parece? Puede que Peeta haya oído hablar de un lugar como la calle Gracechurch, pero creería que ni las abluciones de todo un messerían suficientes para limpiarle de todas sus impurezas, si es que alguna vez se dignase entrar en esa calle.Y puedes tener por seguro que Finnick no daría un paso sin él. 

––Mucho mejor. Espero que no se vean nunca. Pero, ¿no se escribe Annie con la hermana?Entonces, la señorita Odair no tendrá disculpa para no ir a visitarla. 

––Romperá su amistad por completo. 

Pero, a pesar de que Katniss estuviese tan segura sobre este punto, y, lo que era aún másinteresante, a pesar de que a Finnick le impidiesen ver a Annie, la señora Gardiner se convenció, después deexaminarlo bien, de que había todavía una esperanza. Era posible, y a veces creía que hasta provechoso,que el cariño de Finnick se reanimase y luchara contra la influencia de sus amigos bajo la influencia másnatural de los encantos de Annie. 

Annie aceptó gustosa la invitación de su tía, sin pensar en los Odair, aunque esperaba que, comoDelly no vivía en la misma casa que su hermano, podría pasar alguna mañana con ella sin el peligro deencontrarse con él. 

Los Gardiner estuvieron en Longbourn una semana; y entre los Philips, los Heavensbee y los oficiales,no hubo un día sin que tuviesen un compromiso. La señora Everdeen se había cuidado tanto de prepararlotodo para que su hermano y su cuñada lo pasaran bien, que ni una sola vez pudieron disfrutar de unacomida familiar. Cuando el convite era en casa, siempre concurrían algunos oficiales entre los queGale no podía faltar. 

En estas ocasiones, la señora Gardiner, que sentía curiosidad por los muchoselogios que Katniss le tributaba, los observó a los dos minuciosamente. Dándose cuenta, por lo que veía,de que no estaban seriamente enamorados; su recíproca preferencia era demasiado evidente. No se quedómuy tranquila, de modo que antes de irse de Hertfordshire decidió hablar con Katniss del asuntoadvirtiéndole de su imprudencia por alentar aquella relación. 

Gale, aparte de sus cualidades, sabía cómo agradar a la señora Gardiner. Antes de casarse,diez o doce años atrás, ella había pasado bastante tiempo en el mismo lugar de Derbyshire donde Gale había nacido. Poseían, por lo tanto, muchas amistades en común; y aunque Gale se marchó pocodespués del fallecimiento del padre de Peeta, ocurrido hacía cinco años, todavía podía contarle cosas desus antiguos amigos, más recientes que las que ella sabía.  

La señora Gardiner había estado en Pemberley y había conocido al último señor Mellark a laperfección. Éste era, por consiguiente, un tema de conversación inagotable. Comparaba sus recuerdos dePemberley con la detallada descripción que Gale hacía, y elogiando el carácter de su último dueño, sedeleitaban los dos. Al enterarse del comportamiento de Peeta con Gale, la señora Gardiner creíarecordar algo de la mala fama que tenía cuando era aún muchacho, lo que encajaba en este caso; por fin,confesó que se acordaba que ya entonces se hablaba del joven Peeta Mellark como de un chico malo yorgulloso.   

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora