Capitulo 16

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 Como no se puso ningún inconveniente al compromiso de las jóvenes con su tía y los reparos delseñor Collins por no dejar a los señores Everdeen ni una sola velada durante su visita fueron firmementerechazados, a la hora adecuada el coche partió con él y sus cinco primas hacia Meryton.

Al entrar en elsalón de los Philips, las chicas tuvieron la satisfacción de enterarse de que Gale había aceptado lainvitación de su tío y de que estaba en la casa.Después de recibir esta información, y cuando todos habían tomado asiento, Cato pudo observartodo a sus anchas; las dimensiones y el mobiliario de la pieza le causaron tal admiración, que confesó habercreído encontrarse en el comedorcito de verano de Rosings. Esta comparación no despertó ningúnentusiasmo al principio; pero cuando la señora Philips oyó de labios de Cato lo que era Rosings y quiénera su propietaria, cuando escuchó la descripción de uno de los salones de lord Snow y supo que sólo lachimenea había costado ochocientas libras, apreció todo el valor de aquel cumplido y casi no le habríamolestado que hubiese comparado su salón con la habitación del ama de llaves de los Snow. 

Cato se entretuvo en contarle a la señora Philips todas las grandezas de lord Snow y de sumansión, haciendo mención de vez en cuando de su humilde casa y de las mejoras que estaba efectuando enella, hasta que llegaron los caballeros. Cato encontró en la señora Philips una oyente atenta cuya buenaopinión del rector aumentaba por momentos con lo que él le iba explicando, y ya estaba pensando encontárselo todo a sus vecinas cuanto antes. A las muchachas, que no podían soportar a su primo, y que notenían otra cosa que hacer que desear tener a mano un instrumento de música y examinar las imitaciones dechina de la repisa de la chimenea, se les estaba haciendo demasiado larga la espera. Pero por finaparecieron los caballeros. Cuando Gale entró en la estancia, Katniss notó que ni antes se habíafijado en él ni después lo había recordado con la admiración suficiente. Los oficiales de la guarnición delcondado gozaban en general de un prestigio extraordinario; eran muy apuestos y los mejores se hallabanahora en la presente reunión. Pero Gale, por su gallardía, por su soltura y por su airoso andar era tansuperior a ellos, como ellos lo eran al rechoncho tío Philips, que entró el último en el salón apestando aoporto. 

El señor Hawthorne era el hombre afortunado al que se tornaban casi todos los ojos femeninos; yKatniss fue la mujer afortunada a cuyo lado decidió él tomar asiento. Gale  inició la conversación deun modo tan agradable, a pesar de que se limitó a decir que la noche era húmeda y que probablementellovería mucho durante toda la estación, que Katniss se dio cuenta de que los tópicos más comunes, mástriviales y más manidos, pueden resultar interesantes si se dicen con destreza.Con unos rivales como Gale y los demás oficiales en acaparar la atención de las damas,Cato parecía hundirse en su insignificancia. Para las muchachas él no representaba nada. Pero la señoraPhilips todavía le escuchaba de vez en cuando y se cuidaba de que no le faltase ni café ni pastas. 

Cuando se dispusieron las mesas de juego, Cato vio una oportunidad para devolverle susatenciones, y se sentó a jugar con ella al whist. 

––Conozco poco este juego, ahora ––le dijo––, pero me gustaría aprenderlo mejor, debido a misituación en la vida. 

La señora Philips le agradeció su condescendencia, pero no pudo entender aquellas razones. Gale no jugaba al whist y fue recibido con verdadero entusiasmo en la otra mesa, entreKatniss y Johanna. Al principio pareció que había peligro de que Johanna lo absorbiese por completo, porquele gustaba hablar por los codos, pero como también era muy aficionada a la lotería, no tardó en centrar todosu interés en el juego y estaba demasiado ocupada en apostar y lanzar exclamaciones cuando tocaban lospremios, para que pudiera distraerse en cualquier otra cosa. Como todo el mundo estaba concentrado en eljuego, Gale podía dedicar el tiempo a hablar con Katniss, y ella estaba deseando escucharle, aunqueno tenía ninguna esperanza de que le contase lo que a ella más le apetecía saber, la historia de su relacióncon Peeta. Ni siquiera se atrevió a mencionar su nombre. Sin embargo, su curiosidad quedó satisfecha deun modo inesperado. Fue el mismo señor Hawthorne el que empezó el tema. Preguntó qué distancia había deMeryton a Netherfield, y después de oír la respuesta de Katniss y de unos segundos de titubeo, quisosaber también cuánto tiempo hacía que estaba allí el señor Mellark. 

Orgullo y Prejuicio (Everlark)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora