Siempre tuyo, siempre mía. Capítulo 11.

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-Soy Victoria.

-Si ya me di cuenta... ¿Qué necesitas? Mi marido no está. -sonaba seria-
-Nada es solo qué... -estaba nerviosa y ya se había arrepentido de haber marcado- solo quería saber si César estaba en su casa porque tenía que mandarle unos papeles que debía darle hace mucho. –y se dio cuenta que fue la excusa más estúpida que le podría haber dicho-
-Pues no, no está en casa. ¿Por qué no le has marcado al celular?
-No, no me di cuenta.
-¿No te diste cuenta? Pero si es que le marcas muy seguido...
-No, es qué...
-la interrumpe-No me mientas Victoria, ¿crees que soy estúpida?
-César y yo somos muy buenos amigos y tú debes saberlo, nos conocemos hace mucho.
-se ríe irónica-Sí, claro. Créeme que se perfectamente lo que pasa entre ustedes, pero no sabía que tenías la desfachatez de marcarle a nuestra casa. ¿Qué paso, se olvidó de tu cita?
-Oye no sé qué te pasa conmigo, pero sé que fue un error marcarle a su casa, te recomiendo que no te hagas historias que no son en tu cabeza, mejor preocúpate por tu marido y deja de querer provocarme a mí. Si tienes algo que decirme, ven y dímelo en la cara, parece que estuvieras esperando a que yo apareciera para escupirme tus inseguridades.
-Aaahh, lo único que me faltaba que te hagas la gran señora. Te conozco zorra, te conozco perfectamente y créeme que si no he aparecido antes para escupir mis supuestas inseguridades, según tú, es porque no tengo la necesidad de hacerlo, además de no querer ni verte la cara.
-Pues me alegro, porque el deseo de ni cruzarte es mutuo. Como te digo, encárgate de tu vida que yo me encargo de la mía.
-Encárgate de tu marido, que yo me encargo del mío.
-larga una carcajada-Sí, se nota. Adiós Vivian, no fue un gusto hablar contigo.

Y le cortó sin dejarla contestar, sabía que podría desatarse una catástrofe peor de la que había pasado pero es que necesitaba decirle ciertas cosas aunque fuera por teléfono, ese impulso la había llenado de valor, además de la preocupación por no saber dónde estaba César. De repente se olvidó de Vivian y la angustia de que algo le haya pasado a César volvió. Volvió también la rabia que sentía por Omar, ¡quién se creía ese maldito cabrón! pensaba. Sabía cuáles eran sus puntos débiles, sabía que no podía hacer mucho desde la posición en que estaba y lo poco que podía hacer era meter la pata, y lo había hecho, pero es que se preocupaba por su amor. Esperaba que Omar no se las haya tomado en serio porque realmente se las vería con la verdadera Fiera.

Decidió volver con sus hijos para que el tiempo pasara más rápido, y ayudar a terminar la tarea de Anuar.

-Hola chamacos latosos, volví. –divertida-
-¡Mamá!
-se reía-Mentira mi princesa, -la abrazaba- ¿ya ayudaste a tu hermano a terminar? Tú que eres la intelectual de la casa debes hacerlo.
-Se nota que yo saqué la parte de la inteligencia, ¡tardo dooooos horas para hacer las divisiones mamá!
-¡No seas mentirosa Victoria! Tú no eres buena maestra. Además te dije que yo solo podía.
-Pues no se nota gordo.
-Tú no me digas gordo.
-Mi mamá te dice, yo también puedo. –seguía abrazada a la cintura de su madre-
-Vete de mi cuarto Victoria.

Se había enojado y su mamá disfrutaba esos shows como nadie, verlos hasta discutir era divertido, ese par le alegraban la vida en lo más mínimo. Quería que no notaran que se estaba divirtiendo.

-Bueno ya basta. Si siguen peleando no habrá el helado que les prometí.
-¡¡¡Nooo!!! –sonó al unísono-
-se reía-Anuar termina esa tarea que vamos a la casa de la tía.
-Pero, ¿no habías hablado apenas con ella?
-ya se había olvidado de las fotos-Si pero... pero necesito decirle unas cosas frente a frente. Anda, vamos apúrale. Voy a tomarme un café mientras los espero.
-Está bien má, solo me quedan dos.
-Yo voy a cambiarme, no quiero ir con la ropa del colegio. ¿Mami puedo ponerme mi blusa de brillos?
-¿Pero no habíamos quedado que era para el cumpleaños de tu amiguita?
-Pero ya quiero usarla. –le hacía puchero-
-Está bien princesa, lo que quieras.

Siempre tuyo, siempre mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora