-... -no sabía que hacer-
-Victoria por favor, quédate conmigo. Entraré para que no me vea Arturo y dile que te quedaras, que ya no iras a casa.
-Lo siento Georgy, lo siento pero debo volver a casa...Y colgó la llamada, no dejó que César dijera una palabra más porque sabía que se arrepentiría de la decisión que había tomado.
-Listo, me dijo que si la esperaba un rato más pero ya me cansé. La veré otro día...
-Sube reina, vamos que te llevo. Ya está haciendo bastante frío.
-Sí es verdad...Victoria subió en el carro de Arturo sin pensar un segundo más, con una sonrisa contradictoria en su cara. No quería que él se diera cuenta de la contradicción que tenía en su cabeza.
Mientras que César quería no creer que ella lo había dejado esta vez. Por estúpido había perdido la posibilidad de hablar con ella, de preguntarle que le pasaba y por qué no quería saber nada de él. Su ego iba a estallar, ahí donde no estaba Victoria. La necesitaba.
No había podido salir de su casa porque cuando llegó su mujer aparentemente le había agarrado insomnio, y empezaron a pelear seriamente porque él estaba cariñoso cuando quería, según los reclamos de Vivian. Reclamos de un matrimonio monótono, nada menos. Y cuando logró salir de su casa, se atascó en un piquete en plena autopista. Intentó llamar a Victoria y no le entraba la llamada. La suerte se le había esfumado demasiado.
Y cuando llegó y vio a Victoria apoyada en una camioneta, hablando tan tranquilamente con un hombre que no distinguía sintió como el coraje se le hacía carne. Aunque no debió haberle dicho las cosas de esa manera, Victoria era una mujer que no dejaba que alguien la tratase mal, fuera quien fuera, y mucho menos una manera prepotente, pero él tenía la bronca acumulada del atasco en el autopista y de hacerla esperar. Sabía que era una excusa tonta y esas actitudes hacia cualquier mujer no eran las correctas, por eso entendió que Victoria lo castigase yéndose.
Decidió encerrarse en su auto a intentar relajarse un poco antes de volver a su casa. No quería volver y hacer catarsis peleando más con su esposa. Si pudiera se agarraría a golpes por lo tonto que había actuado, ¿por qué Victoria siempre hacía que le florecieran los impulsos más recónditos?
-¡Es mi culpa, solo mi culpa!... ¡te lo mereces por estúpido! Estás perdiendo a la mujer de tu vida por no saber controlarte César, necesitas hacer todo despacio, con calma. Tú... tú sabes que con ella no puedes jugar, porque en el primer intento ya te habrá ganado la partida. Aaaaaaaaaaah... –grita de impotencia-
Se apoyó en el volante a dejar que ciertas lágrimas se le escaparan. La situación no paraba de salírsele de las manos, esa misma situación que lo tenía tan pero tan aturdido de hace casi diez años.
Alguien golpeaba la ventanilla de su puerta. Pero decidió ni siquiera inmutarse, debería ser alguien pidiendo limosna, alguna fan que lo haya visto así que hasta que no volvieron a golpear el vidrio él no levantó su mirada.
Cuando vio que la sonrisa más hermosa del planeta la estaba mirando, solo a él, se empezó a secar las lágrimas con desesperación y abrió la puerta, bajándose rápidamente para abrazarla y no dejarla que se escapara nunca.
Dentro de ese abrazo la apretaba con cierta fuerza para que sintiera como su cuerpo estaba tan a gusto de estar ahí, ella sentía los latidos de su corazón, cosa que la completó para saber que había tomado la decisión correcta.
-Gracias por volver. –aún no la soltaba-
-Gracias a ti por esperarme... no quise hacerte llorar.
-Yo me hice llorar a mí mismo por no ser el hombre que mereces.