-¡Victoria sal del cuarto ahora mismo!
-Mamá noooo...
-se levantaba de inmediato-¡Sal, Victoria!Su hija salió refunfuñando de la habitación y Victoria giró para mirarle la cara a Gabriela, toda aterrada.
-¡Dime ya, ¿quién murió Gabrielaaaa?! –alterada-
-Omar. Tuvo un accidente.Silencio.
El pánico volaba por su cuerpo, invadía cada célula. Centró su mirada en el suelo y notó como el mundo se le paraba por un minuto, no reaccionaba, no lloraba, no pensaba, apenas respiraba. Se había desatado el infierno, que no sabía exactamente cuánto iba durar, solo sospechaba que mucho. Sentía como la crisis se le venía encima, buscándola desesperadamente y cuando levantó la cabeza para mirar a su hermana que lloraba, sintió las voces de Anuar y Victoria entrar por la puerta. No se animó a girar para verlos, pero escuchaba como pregunta tras pregunta que le dirigían y ella aún sin poder reaccionar. Como Vickita se le paraba en frente exigiéndole respuestas, bajó la cabeza para mirarle a los ojos llenos de incertidumbre y angustia. Nada más doloroso para una mamá que eso, absolutamente nada. Y de repente, llanto. Mucho llanto.
...
Seis meses después.
El rastro de su viejo "yo" estaba muy lejos de ahí. Aún no caía, y seguía aislada en un mundo muy lejano, donde solo habitaban reproches. Era la primera vez que se permitía ir a visitarlo, la primera vez que luego de tanto tiempo lo tenía en frente, y no literalmente hablando.
Estaba de cuclillas frente a la lápida de Omar. Una pequeña foto con esa sonrisa que parecía de triunfador la observaba, su nombre, sus datos y un epitafio que le pesaba, porque insinuaba que ella lo amaba.
-Hoy me permití venir a visitarte... sé que nunca lo había hecho, y sé que quizás tú estabas esperando que lo hiciera, pero te juro que no pude antes... –las lágrimas empezaban a asomarse- te fuiste y me dejaste sola con dos chamacos, dos chamacos que no sé cómo le hacen para vivir sin ti porque eras el mejor padre que podría haber elegido para ellos... los deseaste tanto que al final fueron dos, cumpliste tu deseo más grande de ser papá y voy a ser feliz siempre de que hayas elegido tenerlos conmigo... pasaste tu último día con ellos y eso me hace feliz... feliz de pensar que ellos pudieron disfrutarte todo lo que pudieron. –se secaba con el borde de su saco las lágrimas- No sé, no sé qué hubiera sido de nosotros si tu no estuvieras aquí y estuvieras vivo... quizás nada o quizás nos hubiéramos dado una oportunidad...
Apoyó la mano en el pasto, dándose un momento para respirar y para dejarse llevar por la angustia que le provocaba esa situación. Ese era el primer día donde empezaba a realmente entender que ella estaba otra vez sola con sus hijos. La figura paterna otra vez se había desfigurado de su lado.
-Omar... perdóname. Quiero y necesito que me perdones por todo el daño que te he hecho, nunca fui una mujer para ti. Nunca me mereciste, porque... porque yo sé que todo lo malo que tu hiciste lo hiciste a raíz de que yo jamás pude corresponderte. Y lamento tanto que eso no haya sucedido, pero tú sabes que yo lo he intentado... más de una vez, miles.
Apoyó sus manos en los ojos para tapar sus lágrimas, quería dejar de provocarlas pero sabía que era inútil porque era la primera vez que se enfrentaba al fantasma de Omar. Y aunque sabía que absolutamente nadie podía reclamarle nada, era ella misma la que tenía que dejar salir todo. Descontaminarse y empezar otra vez, porque esos seis meses habían sido de extinción de su persona. Se había refugiado en su trabajo como nunca antes lo había hecho, no trabajaba por gusto, sino mantener la cabeza muy lejos de la realidad, en intentar que Victoria y Anuar siguieran sus vidas normalmente aunque ese fuera el peor reto que había tenido que enfrentar.