La biblioteca, para Dan, no era únicamente un lugar donde tomar siestas y pasar las horas de clase. Allí estaba tranquilo, ya que ningún idiota pisaría aquel lugar, en todo caso por equivocación y los pocos alumnos que acudían allí estaban más pendientes de sus trabajos que de él. Aquello era paz.
Como de costumbre fue hacia el fondo de la biblioteca, tocando con el dedo los lomos de los antiguos libros que llevaban décadas aparcados en aquellas estanterías de roble, y tarareando una canción improvisada sacó el primer libro que encontró. Uno gordo y polvoriento que si se le caía a alguien en la cabeza sin duda lo dejaría K.O.
Dan cogió una silla, se sentó cómodamente y se dispuso a pasar las horas leyendo aquel libro de... ¿jardinería? Bueno, realmente no le importaba, solo disfrutaba leyendo y olvidándose de todo para sumergirse en su contenido.
Las horas pasaban y lo único que le impidió seguir con la apasionante lectura sobre las semillas de amapola fue el hambre. Colocó el grueso volumen de nuevo en su sitio y se preparó mentalmente por si tenía que pasar un mal rato de nuevo.
Los pasillos estaban prácticamente vacíos, debería llegar al comedor antes de que acabara la hora de la cena o se moriría de hambre. Aunque no sería la primera vez que se quedaba sin comer durante un largo período de tiempo, Ya fuera por un libro muy interesante o por la presión de los idiotas.
Dan se escabulló dentro del comedor como quien no quiere la cosa y se deslizó en la fila con una bandeja para poder coger su comida. Había llegado a tiempo, pero por los pelos.
La comida era servida con movimientos robóticos por casi todos los empleados, menos por una mujer regordeta y amigable llamada Rita, que era como una madre para los alumnos y que tenía un especial cariño hacia Dan. En cuanto lo vio al final de la fila su cara se iluminó aún más y cuando llegó hasta ella lo miró sonriente.
-¿Has vuelto a encontrar un libro fascinante, Dan?- la mujer sirvió un flan como postre con una sonrisa.
-Uno genial, las amapolas son más interesantes de lo que parecen.- Aunque lo pareciera, no estaba bromeando.
-¿Amapolas? Jajaja- la mujer siguió sirviendo alegremente a los demás alumnos para que el ritmo no parara.
Dan, satisfecho se dirigió a la mesa marginada por excelencia, donde podía comer tranquilo. Pero de nuevo, esa tranquilidad no duró mucho.
Por el rabillo del ojo podía ver acercarse a Amanda, el estereotipo perfecto de niña pija y una de las personas más populares del internado.
Con sus uñas perfectas empezó a tocar un ritmo regular sobre la mesa que no consiguió atraer la atención de Dan. Disgustada, se colocó frente a él en una posición autoritaria mientras sus amigas, también muy estereotipadas se acercaban en corrillo.
-Tú, perdedor, lárgate de aquí.- Su delgado dedo lo señalaba acusador, acompañado de los coros de sus amiguitas.
-¿Porqué debería? Déjame comer tranquilo, abeja.-Dan regresó a su comida mientras Amanda lo miraba indignada.
-Para empezar... no deberías estar aquí, este no es tu lugar y nunca lo será- como siempre, Amanda era una chica venenosa.
-No quiero que lo sea, eso significaría ser como tú y prefiero pegarme un tiro antes de serlo.- Dan se levantó, mientras el comedor al completo lo miraba. Solo se escuchaban sus pasos en aquel comedor, los demás estudiantes eran espectadores que incitaban a que lo molestaran y eso aún le quitaba más las ganas de interactuar con cualquiera de ellos.
Dan fue hacia las habitaciones, pensando que todo el alboroto pasaría. Después de todo era viernes y la mitad de los estudiantes salían los fines de semana.
Estaba frente a la puerta, sin ninguna gana de enfrentarse de nuevo al idiota de Mat. Entreabrió la puerta, comprobando que, efectivamente no estaba y seguramente tendría un rato para tranquilizarse.
La ropa de Dan voló rápida hasta la cama sin ningún cuidado, en ese momento, el orden habitual que reinaba en su lado era lo de menos. Unos simples pantalones de pijama era todo lo que llevaba, por las noches hacía calor en aquella parte del edificio.
-Agh, esto es una mierda...- se llevó las manos a la cara cansado y después al cuello, todavía le dolía.
Fue al baño a comprobar que no le había dejado marcas. Se miró al espejo.
Tenía mala cara, de eso no había duda. Ojeras bajo sus ojos azules, pero eso no era raro en él ya que dormía poco. Su pelo negro le enmarcaba la cara pero no le molestaba y más abajo, en el cuello unas ligeras marcas que anunciaban unos moratones en un futuro cercano y tendría que buscar una manera de ocultarlas sin parecer sospechoso. Ya tenía suficientes marcas en su cuerpo y no le apetecía añadir más, ya que estas se repartían por su cuerpo de todas las formas posibles.
Lo de sus cicatrices no podría explicarlo, puesto que no lo recordaba. Solo recordaba desde un punto en el que ya estaba en el internado y tras un tiempo de dudas simplemente decidió aceptarlo, a cualquiera se le iría un poco la cabeza al estar en aquel sitio o eso quería creer, lo peor que podría haber pasado era que en algún momento le hubieran dado semejante paliza como para no recordar nada anterior...
Salió del baño cansado y con el positivo pensamiento de que mañana también sería un día de mierda, no le apeteció recoger el estropicio, así que simplemente se metió en la cama y esperaba que Mat se hubiera ido de fiesta y no volviera esa noche.
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Averno (yaoi)
Mystery / ThrillerADVERTENCIA: PUEDE CONTENER MATERIAL DEMASIADO FUERTE. Un año. Un año llevaba viviendo Dan en un internado al cual no tenía idea cómo había llegado, sin recuerdos anteriores trata de hacer su vida pero... lo que parecería ser una vida estudiant...