Cap 68

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El coche que se había detenido para ayudarles hizo exactamente eso, ayudarles. Bajó un señor algo mayor y algo encorvado que se subió las gafas con un dedo mientras les daba una mirada amable. No necesitó muchas explicaciones para saber lo que ocurría, abrió el capó y bajo la atenta mirada de Hans y Cóndor. Reparó lo que fuera que estaba mal dejando a todos bastante impresionados.


-Bueno, este es un arreglo provisional pero deberíais parar en el primer taller que encontréis para que os lo reparen como dios manda.- cerró el capó y dio unas palmaditas sobre la brillante pintura negra que lo cubría.- Es una buena pieza la que tenéis aquí, no la desaprovechéis.- Se encaminó a su coche tranquilamente tras recibir los animados agradecimientos de Hans y justo antes de arrancar sacó la cabeza por la ventanilla.-¡Suerte muchachos!- se despidió con la mano y se fue alejando por la carretera.


-Que majo el abuelo.- Hans suspiró complacido y golpeó el techo del coche para que Cóndor arrancara.




Aún tardaron un par de horas en llegar a la ciudad más cercana, ciudad porque en los pueblos llamarían mucho más la atención que en alguna parte de las afueras de una ciudad, no es precisamente normal ver a tres tipos aparecer de la nada con las pintas que llevaban y en las ciudades a nadie le importa quién seas ni lo que hagas...


Lo primero que hicieron fue pensar en rentar algún lugar para descansar, buscaron entre las decenas de hoteles que no llegaban ni a llamarse hoteles y optaron por el más alejado, un edificio de hormigón con restos de las viejas masillas de construcción todavía que parecía que acababa de ser bombardeado casi. Nada cuidado pero al menos barato. Aparcaron justo en frente esperando que no les robaran las ruedas y entraron al... pasillo donde se suponía estaba la recepción pero solo había un hueco con una mampara con un tipo con mala pinta detrás que parecía estar mirando un partido de fútbol en una pequeña televisión.


Se acercaron sin dejarse intimidar, habían pasado por cosas mucho peores y aquello era un paraíso en comparación al otro lugar así que se pararon delante del tipo que sin mirarlos siquiera les señaló un tablero de madera con los precios pintados. Pagaron con un puñado de billetes que habían cogido de los bolsillos de un rico que había muerto en el hall y lo dejaron allí, tomando la llave de una de las habitaciones a cambio.


Subieron por las escaleras que estaban tan desgastadas y rotas que casi eran una rampa y localizaron su habitación a la que solo le quedaba un número mal pintado y la sombra de suciedad del otro, encantador. Al entrar se encontraron con una habitación mal amueblada, con la pintura desconchada y sinceramente, no querían ni saber lo que había pegado en una de las paredes. En el pequeño baño el espejo estaba roto y en el váter había una rata ahogada... no necesitaban más para saber que esa puerta no la volverían a abrir. Hans se sentó en la única cama de matrimonio que había en medio de la habitación, dudando al principio de si hacerlo o no pero demasiado cansado como para pensárselo más.


-Bueno, ya estamos aquí... ¿ahora qué?- Preguntó, mirando a Dorian quien se quitaba la chaqueta con la que había cubierto sus cuernos.- ¿Por dónde empezamos a buscar?


-De momento nada, ya he mandado la foto de la matrícula a algunos de mis contactos para que la rastreen así que toca esperar.- se cruzó de brazos mientras se apoyaba con paciencia en la torturada mesa.

Averno (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora