Cap 70

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Dorian iba caminando por la calle algo más adelantado que los otros dos pensando en cómo iban a encontrar a Dan, dando grandes zancadas y con algo de nerviosismo. No eran buenas calles, los viejos edificios estaban casi pegados y Dorian apenas cabía entre ellos con su envergadura. La escasa iluminación hacía ideales aquellos callejones con olor a meado para los asaltantes de más baja reputación... Aunque ninguno era lo suficientemente estúpido como para siquiera intentar atacar a alguno de los tres, después de todo se notaba a leguas que no eran personas normales y corrientes, un tipo de dos metros de altura que no parecía de buen humor, otro con cicatrices hasta en el carné de identidad y por último pero no menos importante el tuerto que parecía querer comerse a alguien y capaz se veía... Hans aceleró el paso para alcanzar a Dorian.


-¿Pero tienes idea de a dónde vas?- le agarró del brazo, sabía bien que estaba molesto pero ante aquella situación debían mantenerse en calma y tener mucho cuidado.


-A buscar a Dan, por supuesto.- se zafó de su agarre de un manotazo.


-Déjalo ya.- Cóndor lo detuvo colocándose frente a él.- Hay que buscar, pero con cabeza... Vigilar y estar atento a cualquier indicio que pueda llevarnos a donde ese maldito tenga a Dan pero lanzarnos a lo loco solo nos dará problemas.- lo soltó para evitar que lo embistiera.- Volveremos a la habitación y pensaremos qué hacer... Al menos sabemos que están en la ciudad, algo es algo.


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A la mañana siguiente Dan despertó sintiendo su cuerpo mucho más ligero que cuando se había dormido, Edgar pesaba lo suyo y en esa posición habían pasado toda la noche, o eso pensaba Dan, en algún momento había caído rendido y de ahí hasta despertar no sabía nada.


Levantó la cabeza notando por primera vez desde que estaba allí el hambre y la sed que tenía. Se movió incómodo en la cama, sentía las rozaduras en sus muñecas arder mezclado con la sensación fría en sus manos al no llegarle tanta sangre por la posición de las mismas.


-¿Ya estás despierto?- Dan giró rápidamente la cabeza al escuchar la voz de Edgar a un lado de la habitación, no muy lejos de él. Acababa de aparecer por un costado con una taza humeante en la mano.


-Suéltame.- Le exigió Dan mientras fruncía el ceño.


-¿Aún sigues con eso? No pienso hacerlo, ¿te crees que no sé que escaparías a la menor oportunidad?- Fue hasta el sofá y se sentó cómodamente mientras se tomaba lo que parecía un café.


-Tengo hambre, suéltame.- Sacudió las manos para reforzar sus palabras al mismo tiempo que trataba de animar su propia circulación.


-Eres inmortal, no necesitas comer...- Alzó una ceja.


-Lo mismo digo.- Torció el morro dándole una mala cara indignada.


-¿Esto?- levantó la taza y la miró como si jamás la hubiese visto.- Un simple tentempié, un vicio... no lo necesito pero me gusta su sabor.- Dio un largo trago sin dejar de mirar a Dan con superioridad. Dan no podía creer que fuera el mismo Edgar que apenas la noche anterior se había deshecho frente a sus ojos.- Pero hasta la fecha...- Edgar se levantó y se acercó caminando elegantemente hasta la cama.- Tú eres lo más delicioso que he probado.


-Olvídalo, no hay menú hoy.- Ladeó la cabeza para no verlo pero Edgar sonrió ante aquel comportamiento, se sentó y tomó su cara para forzarlo a mirarlo a sus profundos ojos ámbar.


-Resígnate Dante, eres mío y lo seguirás siendo hasta el día en que me muera.- Bajó su mano por el cuello de Dan acariciando su pálida piel hasta llegar a sus clavículas.


-No me toques.- Lo amenazó con la mirada pero era tan efectivo como echar agua a un incendio con una cucharita.


-Haré lo que yo quiera y siempre me ha gustado jugar con la comida antes de comérmela.- Edgar se subió lentamente a la cama para colocarse sobre Dan a pesar de su inútil resistencia a base de pequeñas huídas que no duraron mucho.


Edgar aprisionó las extremidades de Dan para terminar con aquel juego de persecución y Dan no tuvo otro método de rebeldía que mover la cabeza de un lado a otro para que al menos a Edgar le costara trabajo conseguir su ansiada comida... Pero el otro no tenía la paciencia necesaria como para lidiar con aquello, al menos en ese momento no.


Acarició el pecho de Dan delineando las cicatrices que había coleccionado con los años pensando en las veces que habría muerto... Bajó las manos hasta llegar a los bóxers que eran la única prenda que le había dejado conservar y sin mucha ceremonia se los quitó. Deseaba aquel cuerpo, podía verse en sus ojos y en el tono ardiente que adquirían al excitarse. Lo que Edgar sentía no era amor, al menos no en su forma más pura... Pero el simple hecho de que Dan fuera posiblemente la única persona en el mundo que podría estar a su lado hiciera lo que hiciese llamaba su atención hasta tal punto que lo había mantenido en búsqueda casi constante durante todos aquellos años... Aunque el mismo destino le había escupido a la cara al esconderlo delante de sus propias narices, en la misma habitación que su hijo.


Edgar tiró de Dan en un pequeño arrebato para colocarlo entre sus piernas y así poder deslizar su miembro entre sus nalgas para poco después introducirse en su interior con energía. Edgar tomaba el cuerpo de Dan con fuerza, acariciándolo como si lo marcara, observando la expresión de sufrimiento que se formaba en su cara con sumo placer... Dan sin embargo apretaba los dientes con fuerza, mostrándoselos al mismo tiempo que la ira se reflejaba en sus ojos azules. El pelo se le metía en los ojos, ocultándole aquella visión tan detestable que solo le revolvía el inexistente contenido de sus tripas... Edgar tomó la cabeza de Dan por detrás del cuello para acercarlo más hasta que los mismos brazos de Dan hicieron de topa gracias a las ataduras, pero Edgar solo necesitó inclinarse un poco para introducir por la fuerza su lengua en la boca de Dan para arrancarle la vida. Los sentimientos que se manifestaban en aquella cama eran fuertes y profundos, solo que un poco opuestos.

Averno (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora