Cap 29

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Aaron conducía su coche, para variar, por una carretera secundaria de las que agobiaban con solo verlas. Estaba en una parte de la ciudad que no tenía muy buena fama, ni la policía se dignaba a pasar y todo lo que ocurría allí sería ignorado por la gente del exterior... Los edificios estaban ridículamente pegados y sus retrovisores casi rayaban el cemento de las paredes. Aaron calculaba cada centímetro que avanzada y apretaba los dientes con los ligeros chirridos que escuchaba de vez en cuando contra la preciada chapa metálica del coche, maldiciendo por lo bajini pero más pronto que tarde encontró la salida que daba a una pequeña plaza demasiado acogedora a primera vista para lo que realmente ocurría allí. Aaron aparcó como pudo a un lado de la plaza y bajó de su elegante coche que parecía salido de un zarzal, Aaron chistó disgustado y se puso las gafas de sol aunque estaba nublado, era un hábito que jamás se quitaría.


La plaza estaba desierta, el cemento seco y las fachadas desgastadas por el tiempo le quitaban un poco de ese sentimiento agradable que había tenido en un principio. Aaron miró las puertas con la pintura desconchada y sacó un papel con la información que había solicitado a uno de sus empleados más discretos. La dirección estaba bien, solo faltaba encontrar la puerta negra, que para su suerte, tenía justo en frente. Aaron guardó el papel y respiró hondo mientras sacaba una de sus habituales sonrisas antes de comenzar con el juego.


Llamó a la puerta como si nada, esperando pacientemente una respuesta favorable pero nadie le abría. Aaron, con su escasa paciencia no tardó en dar espectáculo. Empujó la puerta y revisó la cerradura mientras sacaba de uno de sus bolsillos internos una pequeña funda de la que sacó una ganzúa plateada. No tardó demasiado en abrir la cerradura y entrar como una sombra cerrando la puerta silenciosamente tras de sí. Miró a su alrededor comprobando que estaba en una vieja casa como el resto de la plaza pero podía escuchar actividad de alguna parte de ella. Se movió hacia las escaleras que llevaban al piso de arriba pero el sonido no provenía de allí, deambuló por diferentes habitaciones en las que solo abundaban las capas de polvo, le invadió el impulso de pasar el dedo por alguna de las superficies pero la parte inteligente de su cerebro le gritaba que se centrara y un ruido fuerte le hizo decidirse por escuchar a su cerebro. El sonido venía de la cocina pero una vez dentro vio que no era de la propia cocina, una débil luz salía de la puerta que conducía al sótano o más bien la bodega y la profunda voz de Edgar se lo corroboró.


-No lo golpeéis demasiado, hay que dejarlo al límite y darle los mensajes clave, no matarlo.


Aaron bajó las escaletas dignamente y haciendo crujir los escalones bajo sus pies totalmente a propósito. Contempló la escena, Edgar estaba apoyado en un escritorio mientras daba órdenes a sus hombres que parecían haber estado golpeando a un chico rubio cabizbajo que estaba atado a una silla y salpicando todo de sangre mientras tosía. Se volvieron en su dirección y Edgar le regaló una mirada de desdén.


-Hey, nadie me abría la puerta así que me he tomado la libertad de hacerlo yo, no hace falta que os disculpéis.- Aaron se quedó a una distancia prudente por el momento por si tenía que huir.


-Recuérdame por qué no te he matado todavía...- Edgar se llevó una mano a la sien.


-Porque me quieres mucho y te interesa hacer negocios conmigo, soy tu mejor proveedor después de todo...


-Ah, sí, es por eso...


Edgar pasó de Aaron totalmente para centrarse de nuevo en el muchacho, Aaron terminaría cantando sin que nadie se lo pidiera y él tenía trabajo que hacer. Se colocó frente a la silla y se acuclilló para quedar frente al chico, levantó su cabeza para que lo mirara y le apretó la mandíbula con la mano.

Averno (yaoi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora