CAPÍTULO 3: UN DÍA HORROROSO
Narra Marcos
Estaba bajando las escaleras cuando la vi. Estaba de espaldas y vestía unos pitillos y unas converse viejas y desgastadas. Llevaba una sudadera ancha con la capucha puesta. Estaba delgada, incluso demasiado, pero tenía curvas y estaba muy buena. Y eso que la sudadera le tapaba el culo y no se lo podía ver. Me relamí los labios.
-Hola-Saludé yo, provocando que Emma se diera la vuelta y me viera.
Ella era guapa, más que guapa. Era preciosa. Me quedé embobado. Tenía unos bonitos ojos verdes, una nariz respingona y unos labios gruesos. Estaba seria y parecía enfadada, lo que, a mis ojos, la hacía verse todavía más sexy. No podía decir que tuviera unos buenos pechos, y no porque no los tuviera; sino porque la sudadera le iba tan grande que no se le marcaban. Además, de que llevaba los brazos cruzados.
Me miró de arriba abajo, inspeccionándome totalmente. Volcó los ojos. Me acerqué a darle dos besos, con la intención de presentarme, pero me sorprendí al verla salir corriendo. Oí un portazo. Se había ido a fuera, a la calle; dejándome con cara de estúpido, algo que yo odiaba. Me enfadé, y no poco. Yo pensaba que nos podríamos llevar bien, mejor que bien; pero me había equivocado.
-¿Qué mosca le ha picado?-Les grité a mis padres, encarándolos. Di un puñetazo a la pared y subí las escaleras malhumoradamente, rumbo hacia mi habitación.
-Marcos, baja aquí ahora mismo. ¡Deja de comportarte como un niño pequeño y sé un adulto, joder!- Oí gritar a mi padre, perdiendo la compostura. No le hice caso y, sin voltearme siquiera, seguí subiendo las escaleras. Si Emma venía aquí a dejarme en ridículo y a destrozar a mi familia, yo iba a encargarme de hacerle la vida imposible.
Entré a mi habitación. Y mi enfado subió al encontrarme a Alicia allí dentro. La cogí de la mano de mala manera y la acompañé hasta la puerta de la entrada, haciendo el mayor ruido posible y pasando por delante de mis padres, dejándolos anonadados; dándome igual todo, ¡llevaba tal cabreo encima!, y todo por culpa de Emma, a la que, estaba seguro, que, pronto, mis padres preferirían antes que a mí. La actitud de mi “hermanita” me había enfadado. Y mucho. A mí, al fantástico Marcos, al que nadie le daba un plantón ni le hacía quedar mal.
Me despedí de Alicia, queriendo librarme de ella.
-Mañana nos vemos en el cine que me has prometido.- Me dijo coqueta, intentando besarme. La esquivé y la aparté sin ningún cuidado. Enfadada, ella se fue rumbo hacia su casa, o, mejor dicho, mansión.
Estaba a punto de volver a entrar en casa cuando la vi, Emma estaba sentada en el portal de enfrente. Hablaba por teléfono con alguien, mientras se fumaba un cigarrillo. Su mirada estaba en blanco. No podría decir si lloraba, pero los ojos los tenía llorosos. Cuando se dio cuenta de mi presencia, se dio la vuelta, dándome la espalda. Más enfadado todavía, entré en mi casa dando un portazo.
Narra Emma
Estaba pensativa de espaldas a las escaleras cuando oí un hola, procedente de detrás de mí. Me di la vuelta. Allí estaba mi nuevo hermano. Era guapo, muy guapo. Tenía unos ojos azules que hipnotizaban y un pelo negro despeinado que le sentaba de muerte. Llevaba una camiseta que conseguía que se le marcaran todos los músculos, aunque no demasiado; solo lo suficiente para que se le viera un cuerpo perfecto. Sonreía, lo que me irritaba y me mostraba lo egocéntrico que era. Me lanzaba una mirada coqueta que conseguía ponerme de los nervios.
Tenía que confiar mucho en una persona para permitirle que se me acercara, ya que mi subconsciente me traicionaba y me hacía pensar que sería como ellos, que me haría daño; ya que, muy a mi pesar, todavía no había superado todo lo ocurrido hace unos años. Los psicólogos me habían ayudado bastante, pero no habían conseguido que estuviera como nueva. No había noche que no tuviera pesadillas ni día en el que no tuviera miedo.
Por ello, cuando vi a Marcos con intención de acercarse, opté por irme a fuera rápidamente. Me encendí un cigarrillo, con la intención de relajarme y me senté en un portal enfrente de mi casa. Oí gritos procedentes de allí; por mi culpa, esa familia iba a acabar destrozada y no quería que eso pasara, no lo permitiría. Decidí que, en cuanto cumpliera los 18, me iría y desaparecería para siempre. Pero, tendría que vivir dos años allí.
Una lágrima apareció en mis ojos. No me permitía llorar, pero los echaba tanto de menos. Todo era mi culpa, había abandonado a mis hermanos, y estaba segura que no los volvería a ver. Me prometí cuidarlos y fallé en mi misión. Iban a tener una vida horrorosa y yo no estaría allí para evitarlo, eso si no estaban muertos ya. No tenía la más remota idea. Me merecía todo el daño que me hicieran, pero estaba decidida a no morir hasta que supiera realmente donde estaban Javi y Nora; los iba a encontrar, estuvieran vivos o muertos.
Decidí llamar a Sergio por teléfono. Él me tranquilizaría. Tenía 18 años y era la única persona que sabía todo sobre mí, era mi único amigo, el único que a veces conseguía sacarme una sonrisa. Además, me conseguía el tabaco.
-¿Sí? ¿Emma?-Dijo al descolgar el teléfono.
-Sergio…-Dije con un hilo de voz, sin poder evitar echarme a llora. ¡Era débil!, me había prometido no volver a caer en lágrimas y no era capaz de conseguirlo.
-Emma, ¿te han hecho daño? ¿Quieres que vaya a por ti?-Dijo él, asustado- Como te hagan algo, voy a ir ahora mismo a partirles la cara.-
-¡No! ¡No me han hecho nada! Son buena gente.- Me apresuré a decir yo- Es solo que todo esto, me supera…-Dije yo, rendida, secándome las lágrimas. Fue entonces cuando lo vi. Marcos me estaba mirando desde el portal de mi nueva casa. Estaba tan metida en mi mundo, que ni siquiera lo había visto salir de casa. Opté por girar la cara. Nadie excepto Sergio podía verme llorar. Nadie podía verme débil.
-¿Emma? ¿Sigues ahí?-Oí decir a Sergio desde el móvil.
-Sí, perdón, me he despistado. ¿Decías algo?-Dije, mientras me acababa de secar los ojos.
-Sí, que mañana me acercaré a verte y daremos una vuelta. Y que no me sirve un no como respuesta.-Dijo él, consiguiéndome sacar una sonrisa. Un leve levantamiento de las comisuras de los labios, pero una verdadera sonrisa.
-Vale, ¿tienes la dirección?-Pregunté yo.
- Por supuesto que sí.-Me contestó él, riéndose. – Mañana a las 11:00 pasaré por ti. Adiós enana, llámame cuando quieras.- Me dijo.
- Hasta mañana.- Contesté yo, más alegre.
Colgué el teléfono y acabé de fumarme el cigarro, levantándome del suelo. Sacudí mis tejanos, llenos de polvo por haber estado sentada en el suelo.
Anduve cinco pasos, cruzando la carretera que me separaba de mi nuevo hogar. Toqué el timbre, decidida a entrar en mi nueva casa con la cabeza bien alta, como si nada hubiera pasado. Y ahora sí, iba a dejar de ser la debilucha.
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Hola! Hasta aquí el capítulo 3 :) Espero que os guste, votad y comentad! Un besito
ANNA
PD: al primero que comente le dedico el capí ;)
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Querida princesa, te necesito.
Novela JuvenilElla es huérfana desde los 10 años. Él siempre ha sabido lo que es tener una familia. Ella hace tiempo que dejó de sentirse una princesa. Él nunca ha querido ser un príncipe azul. Ella se llama Emma. Y él, se llama Marcos.