Capítulo seis.

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19 de junio de 2014.

Estaba encerrada en el baño de la habitación del motel. Había sentido tanto pánico debido al arrebato furioso de Jacob que torpemente se abrió paso por la habitación y huyó al cuarto de baño dando un fuerte portazo tras de sí y casi desmayándose de alivio al ver el cerrojo por dentro.

No sabía cuánto tiempo había pasado paseándose de un lado a otro del putrefacto baño maloliente, pero ya estaba empezando a sentirse mal con el olor fuerte de la suciedad camuflado por un detergente barato. Su nariz ardía y le estaban dando ganas de vomitar. No quería expulsar lo poco que había ingerido.

El hecho de que quisiera estar con Antoine era muy obvio, pero no debería de habérselo dicho al castaño. Confrontándolo no iba a lograr otra cosa que ser asesinada antes de que su amigo pudiera llegar a ella.

Los pensamientos turbios se arremolinaron en su mente haciendo que su pecho doliera.

¿Asesinarla? Tal vez no, tal vez la suerte aún estaba de su lado y no había logrado sacar tanto de quicio a Jacob. Había algo muy extraño en él y contra todo pronóstico estaba segura de que no iba a asesinarla. No sabía qué era lo que quería hacer con ella, o porqué la había secuestrado, pero el asesinato no parecía ser uno de sus planes.

Y el sentimiento de inquietud que le generaba el sentirse atraída hacia él como polilla a la luz le daba ganas de gritar frustrada.

Era amigo de Antoine, por lo que le había dicho, pero ella jamás había oído hablar de él, y estaba segura que jamás lo había visto.

Sus pensamientos eran un torbellino muy revoltoso y las ganas de llorar estaban allí, apenas se estaba conteniendo porque no quería hacer ningún ruido.

Probablemente hacía más de una hora que se encontraba en el baño y se negaba a salir. Jacob le había golpeado la puerta como un millón de veces para su sorpresa, pero ella simplemente lo ignoró. Sabía de sobremanera que si quisiera sacarla de ahí un empujón de su cuerpo fuerte haría a la puerta ceder. Se preguntó porqué no lo hacía si quería llegar a ella.

Frotó distraídamente sus muñecas lastimadas e hizo una mueca ante el dolor. Su muñeca izquierda solo estaba quemada por el roce de la cuerda pero la derecha se había lastimado mucho más por las esposas de metal. Necesitaba un vendaje y desinfectarlas o podría agarrarse una infección.

Inhaló y trató de armarse de valor. No quería dormir en el asqueroso baño. Tenía una ducha, un inodoro y eso era todo. También había una repisa, sucia y a punto de caer, con un jabón y algo que no pudo reconocer. Estaba asqueada de estar allí. Nunca en su vida había estado en un baño así.

Abrió la puerta y salió. Jacob se encontraba acostado en la cama de espaldas a ella. Su respiración era lenta y constante, relajada. Supuso que se había aburrido de esperar a que saliera y se durmió.

Miró hacia la puerta. Marrón y vieja. Se dirigió a ella y trató de abrirla. Estaba cerrada y no tenía ni la menor idea de donde podría estar la llave. De seguro el castaño la había escondido lo suficientemente bien como para que ella no la encontrara.

Se volvió hacia la cama y observó como Jacob se movía quedando boca arriba. La llave colgaba de su cuello y descansaba en su pecho desnudo. No podía sacársela sin despertarlo. Frunció la boca con asco, quién sabe cuántas manos asquerosas habrían tocado las llaves y aunque se las dejara colgando frente a la nariz no las tocaría.

Estaba más aterrorizada de lo que había afuera de la habitación que de Jacob.

Un musculoso pecho y unos muy bien trabajados abdominales estaban regalando una maravillosa vista. Las sábanas estaban sobre sus caderas y una pierna musculosa, exquisitamente bronceada, sobresalía de ella. Lo observó desde la cabeza hasta sus pies grandes. Era hermoso, excitante y aterrador al mismo tiempo.

Dulce Venganza - SECUESTRADAS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora