Capítulo dieciséis.

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21 de agosto de 2014.

Estaba agotada, completamente agotada. Mental y físicamente, estaba hecha un asco.

Su cabeza no dejaba de divagar y se estaba volviendo loca.

Jacob, Jacob, Jacob. ¿Dónde estaba Jacob? La había dejado en el hotel y no había vuelto. ¿O sí había vuelto? Si lo había hecho no lo recordaba.

Estaba en el piso junto a la cama la última vez que había tenido conciencia, pero se despertó en la cama.

Alcohol. Necesitaba alcohol.

Se levantó pesadamente y salió de la habitación. Se dirigió directamente hacia una despensa. Tendría que haber alcohol. Solo necesitaba un trago, nada más.

Rió cuando encontró una botella que contenía un líquido de un color transparente. Parecía agua, ella no quería agua.

Encogiéndose de hombros, destapó la botella de a lo que su parecer era agua y la empinó en su boca.

El líquido quemó en su garganta y empezó a toser.

Fuego. Aquello tenía fuego.

Cerró los ojos y las lágrimas se desbordaron.

Quería más, necesitaba más.

Volvió a empinar la botella pero esta vez ya estaba preparada para el ardor que venía después y solo tosió un poco.

Eso la hacía sentirse mejor.

Riéndose de algo que ni ella sabía, se tiró en el sofá color vainilla.

Mmm... Le gustaba la vainilla. ¿Dónde había helado?

Volvió a reír y tomó el mando de la televisión. Su vista se enfocó en algo que había al lado del televisor y alzó ambas cejas. ¿Otra botella de agua? Rió negando con la cabeza. Le gustaba esa agua.

Comenzó a cambiar los canales sin realmente fijarse en ninguno mientras tomaba empinaba la botella en su boca. Ya no le ardía y extrañaba la sensación del fuego en su garganta.

¿Dónde estaba? Se esforzó por recordar. Un hotel. Jacob la había llevado a un hotel. ¿Dónde estaba el castaño?

Una furia desconcertante la embargó. ¿Por qué la había dejado sola? ¿Ya no la quería? De seguro había encontrado a alguien mejor que ella, era un desastre. ¿Quién iba a querer estar con ella?

― Quiero a mi mamá ―lloriqueo.

Luego comenzó a reír amargamente. Su madre estaba muerta. Todos estaban muertos.

― ¡Qué viva la muerte! ―gritó, estirando las piernas a lo largo del sofá.

Sus pies tocaron algo y rápidamente bajó la mirada. ¿Y si era un insecto? Ella odiaba a los insectos.

Un celular. Era un celular de color negro y no tenía botones.

― Le robaron los botones al celular, demonios ―murmuró.

Tomó el celular con una mano mientras con la otra sostenía la botella. Lo observó con curiosidad.

― Oh, aquí hay un botón ―rió―. Por lo menos no los robaron todos.

Apretó el botón y se asustó cuando la pantalla se iluminó.

Era ella. Tenía el pelo atado en una coleta con algunos mechones rebeldes sueltos, una sonrisa de oreja a oreja y hacía una pose de modelo.

Rió ante su estupidez. Ella no era modelo. Las modelos eran bonitas y nadie las dejaba. A ella Jacob la había abandonado.

Desbloquea el celular haciendo un puchero y entró al marcador de llamadas.

Dulce Venganza - SECUESTRADAS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora