12 de agosto de 2016.
Un cosquilleo en su nariz la hizo abrir los ojos con pereza. Lo primero que sus ojos vieron fueron unos rizos castaños y luego la cara de Sam que contenía una sonrisa enorme. Obviamente su sonrisa era porque había conseguido despertarla.
― Cloe ―se quejó, haciendo reír a su hija.
Suspirando, se sentó en la cama y atrajo a Cloe a su regazo. Comenzó a llenarla de besos por toda la cara y a hacerle cosquillas.
Sam se retorcía intentando escapar del ataque de sus manos, pero se reía encantada con la atención que estaba recibiendo.
Nunca había podido dormir lejos de ella, la necesitaba a su lado, donde sabía que iba a estar a salvo.
― Creo que es hora de levantarnos y hacer un rico desayuno ―murmuró, besando ambas mejillas de su bebé―. Y de despertar a tu papá, que debe de haber dormido muy incómodo en el sofá. Oh dios, es tan raro llamarlo como tu papá.
Se levantó con Sam en brazos y se dirigió al living.
El castaño estaba en una posición malditamente extraña, y se veía tan incómodo que sintió pena. Era tan alto que sus piernas colgaban hacia afuera del sofá, y su cuello estaba en una posición que parecía bastante molesta.
― Diablos, debería de haberle dado una almohada ―susurró para no despertarlo―. Soy una pésima anfitriona, desde luego.
Sonrió acercándose y dejó a Cloe encima del castaño, sosteniéndola de su manito para que no ocurriera un accidente. Las manos de Jacob agarraron la cinturita pequeña de su hija y ella la soltó.
― Tienes suerte de que solo estuviera con los ojos cerrados y no durmiendo ―murmuró―. Podría haberla golpeado, o a ti, si estuviera durmiendo. ¿Sí recuerdas dónde trabajo, verdad?
De repente fue consciente de que había cometido un error bastante feo. Solo de pensarlo se le erizaron los vellos de la nuca.
― Lo siento, Jacob ―dijo apenada―. No lo había pensado de esa forma.
El castaño se enderezó en el sofá haciendo una mueca, acunando a Cloe en su regazo.
― Mier... Mi cuello duele mucho ―se quejó, acariciando los rizos de Sam.
Sonrió, él se había dado cuenta que no estaría bien decir malas palabras frente a su hija y se había frenado a tiempo.
Lo había extrañado tanto.
― Jacob ―suspiró―. Siento que tengo que decir tantas cosas, y aclarar muchas otras. Pero simplemente no puedo poner en palabras lo que siento en este momento.
― Debemos ir poco a poco ―le sonrió levemente―. Te entiendo, dulzura. En este momento siento que todo está de cabeza, me cuesta asimilarlo un poco. Pero quiero que sepas que estoy feliz, me diste un regalo hermoso. Solo me habría gustado estar contigo en cada etapa del embarazo, y más aún en el parto.
Su cerebro se bloqueó al oír el apodo cariñoso que él siempre había utilizado para dirigirse a ella, por lo que tardó casi un minuto entero en contestar.
― El parto no fue complicado ―murmuró, intentando poner en orden su mente―. Lo difícil fue aceptarlo en un principio. Estaba sola, tenía dos trabajos y estaba estudiando, además de todas las otras desgracias que había en mi vida en ese momento. Ni siquiera estaba cuidando de mí misma. Estaba tan deprimida que el doctor que me dio la noticia me dio pase con un psicólogo privado casi de inmediato para ayudarme a tomar una decisión.
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Dulce Venganza - SECUESTRADAS I
Ficción GeneralTemo no poder perdonarte cuando todo esto termine. Esta obra está registrada bajo CC Reconocimiento-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. <a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nd/4.0/"><img alt="Licencia de Crea...