11 de agosto de 2014.
Sorbió del té que Jacob le había preparado y suspiró a gusto. Había estado enferma pero se sentía muchísimo mejor.
Dejó su mente correr lejos mientras desayunaba.
Hoy era su cumpleaños.
No se lo había dicho a Jacob porque sabía que insistiría en hacerle algo agradable. No tenía ánimos para festejar. De hecho sentía que era un día como cualquier otro así que simplemente lo dejó estar.
Terminó su té y se levantó de la mesa. Tomó la taza y se dirigió a la cocina. La dejó en el lavado y decidió ir al jardín a estirar las piernas.
Cuando estuvo fuera de la casa la brisa fría hizo que se estremeciera. Hacía mucho frío, el día estaba gris y parecía que una tormenta se desataría de un segundo a otro. Había sido el peor verano de toda su vida, como si el clima se hubiera puesto de acuerdo con el destino para hacerla aún más infeliz de lo que ya se sentía.
Caminó sobre el pasto y observó los alrededores. Se aburría cuando Jacob no estaba, y eso era todo el maldito tiempo. El chico se iba muy temprano en la mañana, regresaba al mediodía pero luego se iba en la tarde. No volvía hasta bien entrada la noche.
En la casa de enfrente no había nadie.
Estaba completamente sola y tenía un mal presentimiento.
Los pelos de su nuca se erizaron y volvió a mirar a su alrededor. Se sentía malditamente observada y eso le estaba causando estrés.
Llevó su mano al bolsillo de su pantalón vaquero y cogió el celular que Jacob le había dado por si surgía alguna emergencia mientras él no estaba. El que confiara en ella lo suficiente como para darle un celular sin desconfiar que tratara en ponerse en contacto con su padre calentó su corazón.
Por otra parte, luego de lo que le había contado, ponerse en contacto con su padre sería lo último que haría. No quería saber nada sobre él.
Marcó el número que sabía de memoria y esperó. Luego de dos tonos atendió.
― ¿Dulzura? ―su voz la tranquilizó. Tenía un efecto calmante en ella increíble.
― Jacob ―suspiró.
― ¿Sucede algo?
Escuchó un portazo y volvió a suspirar. No debería molestarlo mientras hacía su trabajo.
― Nada ―se obligó a sonreír aunque él no pudiera verle―. Solo estoy un poco paranoica, me siento observada.
Ella nunca ocultaba cómo se sentía al ojimiel, era como un libro abierto ante él.
― ¿Estás bien? ¿Dónde te encuentras? ―sonó preocupado―. Escucho un poco de viento.
― Sí, estoy bien ―miró alrededor con cuidado y apretó más el celular en su oreja―. En el jardín, quería estirar las piernas.
― Deberías ir adentro y encerrarte ―murmuró―. Si te sientes observada no deberías estar al aire libre. La casa es más segura. ¿Te sentías observada antes de salir al jardín?
El tenía un punto.
― No.
― Pues hazme caso, debes ir dentro y trancar puertas y ventanas.
― Estaba volviéndome un poco loca adentro, es por eso que decidí tomar aire ―hizo una pausa―. Hoy es mi cumpleaños.
Se oyó un golpe y luego una maldición.
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Dulce Venganza - SECUESTRADAS I
General FictionTemo no poder perdonarte cuando todo esto termine. Esta obra está registrada bajo CC Reconocimiento-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. <a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nd/4.0/"><img alt="Licencia de Crea...