1 de julio de 2014.
Habían pasado días. Días en los que había continuado mirando las noticias con un poco de esperanza. Días en que nadie la había buscado. Días que no sabía nada de su padre.
Días en los que nunca se había sentido tan sola.
Roces accidentales con Jacob mientras dormían la hacían despertarse sintiéndose extraña. Y el ojimiel trataba de evitarla lo más que podía.
Ya no quería saber qué pasaba. Se sentía lo suficientemente deprimida como para no hablar en absoluto y ni Antoine ni Jacob parecían darse cuenta de ello.
El sentirse un estorbo apestaba.
Se removió en la cama y ajustó las mantas alrededor de su cuerpo. Esa noche estaba particularmente fría y la ventana tenía una grieta que hacía al viento silbar cuando pasaba por ella.
Parecía todo aterrador detrás del vidrio. Los árboles danzando salvajemente y los latigazos del viento haciendo sonar toda la casa.
Tenía miedo y no sabía dónde estaba Jacob ni porqué aún no había ido a dormir.
Extrañamente se sentía segura con él descansando a su lado.
Acarició sus muñecas distraída. Ya no dolían y estaban casi completamente curadas. No se sentía débil ni la habían vuelto a atar.
Era libre para irse pero estaba demasiado asustada como para considerarlo. No sabía lo que la esperaba detrás del escudo de árboles que la rodeaba y no quería saberlo.
Su padre se había demorado mucho ya en encontrarla y el nombre de Charles era como un gran cuervo negro haciendo agujeros en su corazón. ¿Por qué recurrió a él y no a la policía?
Le daban ganas de vomitar siquiera pensarlo. Era un viejo verde y arrogante. Demasiado engreído. Jamás le había caído bien y siempre huía cuando él estaba de visita en su casa. Su mirada lasciva era asquerosa y no muy disimulada.
¿Cómo nunca se dio cuenta su padre?
El silbido de la ventana la sobresaltó, y empuñó las mantas hasta su nariz. Estaba demasiado asustada.
Desde que había sido secuestrada sus emociones estaban demasiado cerca de la superficie y era difícil mantenerse a raya para no explotar.
Sus pensamientos volaron al ojimiel.
Era hermoso. Y ya no se le retorcía las tripas el admitirlo. Todo estaba muy tranquilo y se había permitido bajar la guardia un poco.
Le gustaba su cabello castaño cuando se levantaba en la mañana. Tenía un corte militar pero a la mañana siempre estaba despeinado, dándole un aspecto casi salvaje.
Seguía muy impresionada por su tamaño pero ya no se sentía tan atemorizada. Era... excitante la manera en que sus músculos parecían tener vida propia cuando flexionaba un brazo, o cuando caminaba.
Tenía un andar elegante, casi engreído. Pero parecía siempre estar alerta.
Había seguido murmurando en sueños pero jamás volvió a nombrar a Cloe. Tenía un nombre pero no tenía un rostro, ni respuestas. Y aunque estuvo varias veces muy cerca de preguntárselo a Jacob, no se animaba.
Tenía miedo de preguntar y averiguar quién era. Miedo de preguntar y descubrir algo que no quería descubrir.
Estar ciega y no saber que pasaba era un sitio seguro porque no amenazaba sus emociones, y las preguntas con respuestas quería evitarlas.
El sonido de la puerta la distrajo de sus pensamientos.
― Hola ―dijo el castaño.
― Hola ―susurró.
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Dulce Venganza - SECUESTRADAS I
Ficción GeneralTemo no poder perdonarte cuando todo esto termine. Esta obra está registrada bajo CC Reconocimiento-SinObraDerivada 4.0 Internacional License. <a rel="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nd/4.0/"><img alt="Licencia de Crea...