Capítulo doce.

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6 de julio de 2014.

Se despertó abruptamente cuando sintió movimiento en la cama.

Jacob se quedó quieto cuando se dio cuenta de que la había despertado.

― Lo siento ―susurró―, no pretendía despertarte.

― Jacob ―suspiró.

― Tranquila, ya estoy aquí ―murmuró― ¿Qué es lo que sabes?

― Que si mi padre me encuentra me entregará a Charles y que eso sería malo ―dijo―. Y que tú me protegerás.

― ¿No te han dicho nada más?

― No ―mintió.

― Kenya ―suspiró e hizo una pausa, inseguro―. Soy... Soy agente de policía.

Fingió sorprenderse y murmuró:

― Bueno, eso disipa algunas de mis dudas.

Jacob asintió y se metió bajo las mantas. Se sorprendió gratamente cuando la atrajo hacia su pecho.

― Lamento todo lo que está pasando, dulzura ―murmuró sobre su pelo.

Tenía la cabeza apoyada en su pecho desnudo y él la tenía encerrada entre sus fuertes brazos. Pareciera que necesitaba consuelo también.

― Si esto no estuviera pasando todavía estaría con una venda en los ojos ―dijo―. Sé que hay cosas que me ocultan, pero agradezco no estar completamente a ciegas.

― Te diría todo pero no quiero que te preocupes ―susurró.

De modo que Becca tenía razón en eso de que los hombres creían que teniéndolas a ciegas les evitarían el dolor.

― Jacob, puede que creas que lo sea, pero no soy una niña ―susurró con firmeza―. Dentro de un mes cumpliré diecinueve años.

― Créeme que lo sé ―murmuró, bajando su mano hasta el comienzo de su trasero.

Se estremeció.

― Debes decirme, Jacob.

― Lo sé, pero no lo haré ahora.

― Jacob.

― Shh, cariño ―murmuró. Levantó su cabeza con la punta de los dedos para que lo mirara a los ojos―. Sé que no estás bien.

Lo observó a través de sus pestañas. Se notaba cansado, pero fuera de eso lucía bastante bien. Una incipiente barba comenzaba a crecerle y le dieron ganas de arrastrar sus dedos delicados por su mentón fuerte.

A su vez, Jacob la observaba. Sabía que no debía verse demasiado bien, pero no le importó. Se sentía demasiado a gusto entre sus brazos.

Un nerviosismo y un calor inexplicable se asentó en ella. Bajó la mirada y recostó su mejilla en el pectoral caliente del castaño. Se arrimó más hacia el calor agradable que desprendía el cuerpo duro de Jacob.

― ¿Por qué me drogaste, Jacob? ―susurró―. Necesito saberlo, por favor. Vi la marca de la aguja en mi brazo.

El ojimiel suspiró fuertemente y la apretó entre sus brazos.

― Kenya, lo siento mucho, como no tienes idea. Me remuerde la conciencia desde que tuve tiempo de darme cuenta de lo que había hecho ―dijo en voz grave y baja―. No pretendía hacerlo, yo solo... No quería que te despertaras hasta que estuviéramos lo suficientemente lejos de tu padre. Nena, tu no tienes idea de lo que él hizo con mi hermana, no tienes id...

Dulce Venganza - SECUESTRADAS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora