Dulce Venganza - SECUESTRADAS I

Capítulo nueve.

20 de junio de 2014.

No había podido dormir en toda la noche. De vez en cuando dormitaba por unos minutos, pero la terrible pesadilla que había tenido, la había dejado demasiado intranquila y nerviosa como para poder dormirse profundamente.

Jacob había murmurado algunas palabras entre sueños, pero además de eso no había hecho nada interesante. Algunas veces se giraba hacia él y observaba su rostro por varios minutos.

Se dio cuenta que, de cuando en cuando, fruncía el ceño y murmuraba un nombre. "Cloe", susurraba. Le había hecho preguntarse si tenía novia y ese pensamiento la había llevado a disgustarse.

¿Su padre le había hecho algo a esa tal Cloe? Tal vez era una antigua novia de Jacob, y su padre le había hecho daño por estar con él.

El pensar en su padre le dio cierta nostalgia y el dolor en su pecho creció, dándole paso a muchos sentimientos encontrados. ¿Qué estaría haciendo ahora? ¿La estará buscando? A pesar de todo ella amaba a su padre y tenía miedo de lo que pasaría después. Después... ¿Después de qué, exactamente? No sabía que esperar, nuevamente estaba dando tumbos ciegamente y nadie parecía querer contarle que era lo que estaba pasando. No se sentía segura y la confianza que le quedaba la estaba dejando.

Suspirando, decidió levantarse y darse una ducha. No tenía ni la menor idea de dónde había puesto el castaño su ropa. Tendría que buscarla y rezaba para que no hubiera decidido castigarla nuevamente quitándole su ropa. Aunque había parecido bastante compasivo la noche anterior, no estaba segura de qué esperar de él tampoco.

Era como una bomba de relojería a punto de explotar en cuanto a emociones y ella le hacía saltar demasiado seguido.

Se levantó lentamente para no despertar al ojimiel, sintiendo el peso de la noche sin dormir en sus hombros. Todavía llevaba la ropa que se había puesto ayer. Ella odiaba dormir vestida, pero era eso o dormir en ropa interior. Se sintió agradecida de que Jacob simplemente le hubiese sacado el calzado y no hubiese llevado las cosas más allá sólo por el placer de incomodarla.

Se dirigió al único armario que había en la habitación -además de las mesas de luz- y lo abrió. Dentro estaba su ropa y la que supuso era de Jacob.

Se preguntó si las habría guardado mientras ella dormía.

Eligió unos jeans y una remera de manga corta negra que tenía algo escrito en letras blancas, no se detuvo a ver qué decía. Hacía calor, pero no se pondría nada que pudiera mostrar sus piernas o un poco más de piel. Tomó unas bragas y un sostén y salió del cuarto.

Observó el pasillo y se dio cuenta que era el que estaba detrás de la cortina roja desgastada. Había tres puertas. Por una había salido ella, la otra supuso que sería el cuarto de Antoine, y la tercer puerta estaba entreabierta dejando ver un baño bastante limpio.

Sonriendo con alivio, se dirigió hasta allí. Cerró la puerta con pestillo por si a alguno de los dos -más Jacob que Antoine- se le ocurría entrar sin golpear.

Bajó la tapa del inodoro y dejó la ropa allí. Observó alrededor buscando una toalla. Habían dos colgando de una percha.

Su mirada se posó en la pequeña ventana que había allí. Demasiado pequeña, su cuerpo no cabría por el reducido espacio, y además, estaba demasiado alto. Con su metro sesenta, lo único que podía ver era el cielo y la copa de los árboles. El anhelo de sentir el aire fresco golpeándole el rostro, el ruido de los pájaros y ver el suave mecer de los árboles estaba allí.

Sin más, empezó a despojarse de la ropa, la dejó en un montón en el piso y se metió a la ducha.

Veinte minutos después salió con la piel enrojecida por el agua caliente. Se sentía como nueva, pero aún así los ojos le pesaban. Tomó una toalla y comenzó a secarse. Se vistió rápidamente, colgó la toalla en su lugar, tomó la ropa sucia del suelo y la puso en un recipiente que se encontraba en una esquina del baño.