Epílogo.

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2019.

Jugando con la alianza en su dedo, soltó una risa ante los gritos animados de su hija.

Samantha de cuatro años, saltaba a la vuelta de su tío, Antoine y gritaba alentando a su hermanito de once meses para que soltara la pierna del rubio.

Archie reía y gritaba sin entender nada.

Observó a su familia divirtiéndose y los ojos se le inundaron en lágrimas de dicha.

Jacob hacía unas hamburguesas a la barbacoa mientras discutía animadamente con Shawn. Antoine jugaba con sus hijos y Becca estaba enfurruñada sentada a su lado por algo que su compañero le había dicho.

Kenya estaba divirtiéndose con la irritación de Becca, quien se había convertido en la amiga más leal que nunca tuvo.

― Detesto mostrar cómo me afecta ―gruñó Becca, moviéndose en la tumbona inquieta―. Pero es que estoy furiosa.

― Deberías revolcarte con él para relajarte ―murmuró riéndose.

― Que no pueda mantener mis manos alejadas de él no significa nada ―frunció el ceño.

No dijo nada y se limitó a rodar los ojos. Volvió a observar a Antoine y los niños.

Cuando Antoine se había enterado de la existencia de Cloe no le había hablado por días. Ignoró llamadas y mensajes por parte de ella y de Jacob.

En una de las visitas de Marie, aprovecho para llamarlo de su celular. Estaba furiosa. Le gritó, pelearon, se echaron muchísimas cosas en cara y acabó cediendo cuando escuchó el llanto de Cloe debido a sus gritos.

Dos días después fue a conocerla por primera vez y nada más ver a Sam su enojo se esfumó. Su hija era adorable y conquistó su corazón con una sonrisita tímida.

La relación con Jacob había ido viento en popa y el castaño se dedicó solo a ellas -y más tarde también a Archie-, delegando horas de trabajo en la oficina y renunciando a su trabajo como Agente de Policía para evitar cualquier riesgo que pudiera ponerlos en peligro. Había tenido razón, era un padre excelente y un marido ejemplar.

Se casaron después de que Cloe cumplió los tres años, nada muy extravagante, sencillo y con sus amigos más íntimos.

No había vuelto a visitar a su padre, ni tampoco había preguntado por él. Ni siquiera sabía si aún vivía y no quería saberlo. No había espacio para el perdón en su corazón, no después de todo el dolor que le causó directa e indirectamente.

Marie se dejó caer a su lado suspirando, interrumpiendo sus pensamientos.

― ¿Cómo estás? ―le preguntó.

Miró su brazo escayolado y frunció el ceño.

― Pues lo mejor que puedo ―murmuró, encogiéndose de hombros.

― Eres mi tipo de chica ―dijo Becca―. Te enseñaré a golpear para que la próxima vez no te quiebres ningún hueso. No puedo creer que te rompieras los nudillos.

Kenya se rió entre dientes.

― Valió la pena ―rió―. Le rompí la nariz a ese idiota.

― Cuéntame de nuevo qué pasó ―pestañeó con coquetería fingida―. Amo esa historia.

― Bueno ―volvió a encogerse de hombros―. Estaba tranquilamente sentada en un bar tomando una copa, y se me acerca este tipo larguirucho y bien vestido. Lo miré de arriba a abajo, ya saben que no puedo evitar mi desdén hacia los hombres. Luego simplemente me soltó: "Deseo una compañía con experiencia, es usted una mujer madura muy sexy". ¡Mujer madura! Me llamó de vieja descaradamente. No tengo paciencia así que simplemente le solté un puñetazo en el medio de la cara.

Becca estalló en risas y atrajo la atención de Shawn, quien se excusó de Jacob y se acercó hasta ellas.

― Becca.

Al oír la voz de Shawn, inmediatamente frunció el ceño y detuvo sus risas.

― Has estado todo el maldito día pisándome los ovarios ―le gruñó―. ¿Qué rayos te pasa?

Shawn quedó rojo de furia y le lanzó algo al regazo que había sacado del bolsillo del pantalón.

Becca quedó lívida al bajar la vista.

Marie y ella se inclinaron para ver que había causado esa reacción en su amiga.

― ¡Jesús, María y José! ―chilló Marie.

Kenya dejó escapar una palabrota.

― ¡De ninguna jodida manera! ―gritó Becca.

FIN.

Dulce Venganza - SECUESTRADAS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora