Capítulo diecinueve.

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11 de agosto de 2016.

Salieron de la cafetería en donde habían estado como una hora conversando sobre temas triviales.

― ¿Dónde iremos ahora? ―preguntó, tratando de mantener a Cloe en sus brazos. Estaba cada vez más inquieta―. ¡Oh, vamos! ¡Quédate quieta, Samantha!

Sam se rió y siguió intentando bajarse de sus brazos.

― No puedo creer que se acaba de reír de ti ―murmura Marie, apretando los labios para no reír ella también.

― No te rías, por favor ―la miró suplicante―. Se pondrá peor porque pensará que estás festejando lo que ella está haciendo y... ¡Dios, Cloe Samantha párate quieta o nos iremos a casa!

Cloe la observó con el ceño fruncido e hizo un puchero.

― Oh, no ―susurró―. No, Sam. Cariño, mami lo siente mucho. No quiso gritarte así.

Los ojos de Sam se llenaron de lágrimas y ella suspiró, sabiendo que haría un berrinche si no la bajaba. No le gustaba consentirla pero tampoco quería que comenzara a gritar o tendría que irse.

― Deja que se baje solo por hoy, Kenya ―le dijo Marie.

― Está bien ―suspiró.

Bajó a Cloe y se quedó en cuclillas observándola.

― No te separes de mamá, Cloe.

Sam solo la miró con el ceño fruncido y se cruzó de brazos para que no pudiera agarrarle la mano.

― Oh, ella es tan adorable enojada ―suspiró Jaspers.

― ¡Marie!

― ¡Vale, lo siento! ―rió.

Solo dos segundos, dos segundos, sacó los ojos de Cloe para fulminar con la mirada a Marie y cuando volvió a mirarla solo pudo ver sus rulitos rebotando por entre la gente. El pánico la embargó enseguida.

― ¡Cloe! ―su gritó llamó la atención de todas las personas que estaban alrededor.

Inmediatamente empezó a correr detrás de ella pero la cantidad de gente que había en el centro comercial a esa hora le impedía verla.

― ¡Bebé, ven aquí!

Pudo sentir las lágrimas asomándose. No lograba ver a su Cloe, no podía verla.

― ¡Cloe, por favor!

Comenzó a empujar a la gente desesperada. Las lágrimas cegando sus ojos momentáneamente.

― ¡Cloe! ―gritó desesperada cuando vio sus rulitos.

Casi inmediatamente la masa de gente hizo que la volviera a perder de vista.

― ¡Apártense, maldita sea!

Alguien la tomó del brazo y ella se desesperó aún más.

― ¡Déjeme! ¡Déjame, idiota! ―gritó sin mirar a la persona que la detenía, intentando frenética deshacerse de su agarre fuerte―. ¡Cloe!

― ¿Kenya?

Su corazón se detuvo y todas sus extremidades se aflojaron. Observó por encima de su hombro y sollozó llevándose una mano a la boca.

― Kenya ―susurró, acercándose a ella. Pero se detuvo cuando comenzó a negar con la cabeza―. ¿A quién buscas? ¿Quién es Cloe?

El nombre de su hija saliendo de aquellos labios sensuales que tantas veces probó hizo que volviera a reaccionar.

Dulce Venganza - SECUESTRADAS IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora