Capítulo 44

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Jueves

Cuando llego a la universidad deseo salir corriendo. No estoy lista para verlo, no creo que pueda soportarlo. Me encuentro con Michael y con Joey en la entrada, ellos me dan una sonrisa suave pero no se toca el asunto de Caden. Se ponen a hablar sobre deportes y yo espero escuchar la moto de Caden acercándose, pero la hora de entrar llega y no hay señales de él.

Entramos a clases. Me acomodo en la primera fila, mi lugar original y la clase comienza. Miro cada dos segundos hacia la entrada, pero la puerta no se abre y Caden no aparece.


Viernes

Cuando llego a mi casa, después de otro día de clases, tomo el teléfono y busco su número. Planeo llamarlo. Hoy tampoco ha ido a clases. Aprieto el botón de llamar, pero antes de que suene corto.

Soy una estúpida.


El maldito fin de semana

Por alguna razón decido ir a visitar a Verónica. Hace tiempo que no sé de ella. Ha dejado de llamarme, y yo también he dejado de insistirle.

Detengo el auto en la entrada de la casa y cuando veo el estado del jardín delantero. Sé que hemos vuelto a lo mismo de siempre.

No necesitaba esto ahora. Realmente no.

Me acerco a la puerta y golpeo dos veces. Ella no contesta, así que llamo de nuevo. Justo antes de volver a tocar, la puerta se abre de un tirón.

En frente tengo la misma imagen de siempre. Una mujer demacrada, con piel enfermiza y ojos vacíos.

—Dolly —dice con una sonrisa burda que tira de sus resecos labios.

—Es por esto que has dejado de llamar —le digo mientras ingreso a la casa que le perteneció a mi abuela.

Todo está sucio y tirado. Creo que si mi abuela Gloria viera esto, le daría un infarto. La casa de su vida venida abajo por culpa de una adicta.

—No te esperaba hoy, Dolly —se mueve entre la basura y busca un cigarrillo roto entre los platos sucios que están sobre la mesa. Se lo pone en la boca y lo prende —¿A qué le debo el honor de tu visita?

—¿Qué estás haciendo? —le pregunto.

—Si me hubieses avisado que venías, habría limpiado —su mano tiembla mientras fuma y observo los hematomas que residen en su brazo izquierdo, causados por las agujas con las que se droga.

Decido que no quiero pelear con ella, es perder mi tiempo. Mientras me observa en silencio, me pongo a limpiar. Al menos por un par de horas, eso me distrae.

Cuando vuelvo a la sala de estar, ella está sentada en el sillón, mirando fijo una serie de agujas sin abrir. El enojo me toca. Voy hacia ella y le quito todo el kit de mierda que usa para drogarse. Sus ojos se agrandan y llenan de furia.

—Estoy harta de esta mierda, Verónica —le digo entre dientes —Creí que esto había quedado atrás... dijiste que ya no volverías más.

—Dame eso, Dolly. Ahora.

—No, no voy a dártelo —tiro las jeringas al suelo y las piso, haciéndolas pedazos. Ella se enfurece y se agacha intentando recoger los pedazos.

—¡Eres una perra sin corazón! —me grita enojada —¿Qué diablos puedes saber tú sobre perderlo todo? ¿Qué diablos puedes saber tú de la soledad?

—¡Estás sola porque quieres! —le grito también —¡Desde que te conozco quise ayudarte, pero nunca me dejaste hacerlo! ¡Siempre fue más importante drogarte... conseguir más maldita droga!

Peligrosa AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora