Capítulo 4

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Luego del incidente, Caden y yo somos llamados al despacho de la rectora. Nos sentamos frente a ella y su expresión estoica.

—¿Qué sucedió? —pregunta ya que ninguno de nosotros parece decidido a dar el primer paso. Nunca antes había estado metida en problemas así.

—Fue mi culpa —dice Caden tomando toda la responsabilidad —Yo fui el primero en golpear.

—No voy a decir que eso me sorprende —asegura la rectora —Te dije que no quería más problemas, Caden...

—Espere... —obtengo la atención de ella —No fue su culpa. Matt... —trago para disipar un poco los nervios —Él se puso un  poco violento conmigo y Caden sólo intervino.

—¿Te lastimó? —inquiere llena de preocupación.

—No, no en realidad —me toco el brazo inconsciente. Puedo sentir algunas palpitaciones sobre mi piel. Miro a Caden que parece estar algo sorprendido —Yo también lo golpeé un poco... Creo que por eso terminó así.

Hay un instante de quietud y luego la rectora suspira.

—Bien, no estoy muy segura de cómo fue todo —me dice ella —Pero creo que tendré que tomar cartas en el asunto y hablar con el señor Lancaster.

—Que se mantenga alejado de ella —Caden gruñe entre dientes y se toca la esquina de la boca. Al parecer tiene un pequeño corte —Deberías expulsarlo. Es un enfermo. No puede gritarle así e insultarla de la forma que lo hizo.

—Veré qué hacer con Matt —promete ella y me mira fijo —Gwen, si tienes un problema de nuevo con él, no dudes en acudir a mí. En esta Universidad no toleramos ese tipo de tratos hacia las mujeres.

—Gracias —le digo sintiendo un poco más de alivio.

—Pueden irse.

Salimos de allí y caminamos sin rumbo alguno. No sé bien que decirle. Estoy tan sorprendida por todo. Por la reacción de Matt, por el escándalo que otra vez armé... Pero más que nada estoy sorprendida por Caden, por la forma en que salió en mi defensa, golpeando a alguien que indirectamente me llamó puta.

—Oye... —él comienza a hablar y parece un poco incómodo.

—No digas nada —lo interrumpo —Vamos a limpiarte ese corte en el labio.

—No es necesario —asegura —No tengo nada.

No hago caso a lo que dice y llegamos hasta mi casillero. Siempre tengo un pequeño botiquín de primeros auxilios conmigo. Lo busco en el fondo de las millones de cosas que tengo ahí y me digo que tengo que hacerme un tiempo para organizar el desorden de fotos y libros que tengo.

Me giro hacia él y lo tomo del brazo para arrastrarlo hasta un salón vacío. Lo obligo a sentarse sobre el escritorio de caoba que está allí y me lo coloco frente a él. Saco una gasa y la botella de alcohol. Preparo el material y una vez que está todo cubierto por el líquido desinfectante, lo coloco sobre el lugar dónde él sangra. Él sisea por lo bajo e intenta alejarse porque seguro ha comenzado a arderle.

—Lo siento —retiro un poco la gasa y lo hago con un poco más delicadeza la segunda vez. Limpio la sangre y veo el pequeño corte con claridad. Es mínimo, insignificante para el tamaño que él tiene.

—¿Estás bien? —me saca de mis pensamientos y tengo que mirarlo.

Mi cuerpo comienza a sentir las secuelas de los nervios y la tensión. Quiero sentarme en el suelo y llorar. Soy bastante llorona, debo admitir. Pero estoy bastante sorprendida de todavía estar en calma.

Peligrosa AtracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora