Lucas.
Un mes después.
El sol resplandece en lo alto.
Una cálida brisa acaricia mi rostro, moviendo mi cabello de un lado para el otro. Cierro por un par de segundos mis ojos, dejándome atrapar por las prematuras caricias de la primavera. Estoy un poco nervioso por lo que voy a hacer. Abro mis ojos y veo la naturaleza a mí alrededor. La nieve comienza a derretirse, el manto blanco dándole paso al tono intenso del café de la tierra. Las hojas retoñan en lo alto de los árboles. Poco a poco el césped va haciendo su aparición en el campo fértil. Las aves cantan en la lejanía, regresando de una larga e intensa migración del sur.
No puedo evitar sonreír. Es un día... excepcional.
Un respiro profundo y mis pulmones se llenan con el aire puro del bosque.
Eso es algo que no envidio en lo más mínimo de la ciudad. Toda esa contaminación y smog en el aire. El campo tiene esa tranquilidad y una sutil pureza que hace que tus días, de alguna extraña manera que no logro comprender del todo, sean mucho más llevadera. Aunque si extraño la vida caótica de la gran metrópolis. Tanto silencio en momentos me aburre. Como buen citadino, necesito ruido para poder sobrevivir. Escuchar por las mañanas los gritos de mis vecinos o el claxon de los automóviles.
De pronto siento su mano firme sobre mi hombro.
Levanto mi rostro y lo veo con cariño. Ethan está junto a mí, dándome su apoyo incondicional en esta nueva tarea que tengo que cumplir para con todos en la manada. Lo observo sin decir nada, guardando en mi memoria cada línea de su rostro, la curvatura de su mandíbula, la sombra de su barba negra, la manera en la que sus cejas se juntan cuando está pensando o ese brillo especial que aparece en sus ojos al verme frente a él. Puedo sentir su calor atravesar la tela de mi camisa y llegar hasta mi piel desnuda. La confianza que me da con solo mirarme.
No cabe duda que soy uno de los hombres más felices del mundo.
—¿Estás nervioso?
—Nunca antes había estado frente a tantas personas —suspiro.
—Lo harás muy bien cariño, confío en ti.
—¿No dudas de mí? ¿De verdad crees que pueda hacerlo?
—¡Por supuesto que sí! —responde—. Jamás dudaría de tu palabra. Si dices que puedes hacerlo, entonces no tengo porque desconfiar de ti. Sé que puedes hacerlo, que lo lograrás.
—Gracias Ethan...
—Eso es lo que hacemos los compañeros Lucas —me sonríe—, nos apoyamos sin miramientos. Creo en ti sin dudarlo. Sabes que pondría la mano en el fuego por ti. Sé que lo harás muy bien.
—Es por eso mismo que te amo —contesto—, por estar aquí.
—Siempre lo estaré... por ti cariño.
—Te amo Ethan.
—Y yo a ti Lucas.
Respiro hondamente por quinta vez en menos de cinco minutos.
Puedo sentir la mirada atenta de todos los padres sobre mí.
Percibo la desconfianza de algunos lobos, siguen mirándome con reticencia, con recelo. A pesar de que tengo ya un mes entero como Luna de la manada y viviendo entre ellos, aún hay muchos lobos que parecen no confiar del todo en mí. No los culpo en lo más mínimo. Yo también sentiría miedo de alguien como yo. Ethan dice que la sombra de las reglas de Sam aún esta clavada en su inconsciente, que tengo que ser paciente, pero sé que no todos me aceptaran absolutamente. Debe ser muy difícil asimilar que un humano y homosexual, especialmente, sea quien este al mando de gran parte de la manada.
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Lobo enamorado.
WerwolfHace nueve años Ethan Cormack tomó la peor decisión de su vida: rechazar a su auténtica pareja. Siendo el hijo del Alfa de la manada, se esperaba que encontrara a una hermosa mujer con la que dirigir la manada cuando su padre renunciara al cargo. Pe...