Prólogo.

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"Amber, tenemos que hablar" puede ser una de las frases más peligrosas que mis padres hayan pronunciado en toda nuestra vida. Sí, realmente no exagero. Así comenzó todo, en una calurosa mañana de vacaciones de verano, a dos semanas de comenzar la escuela.

Tras estas palabras pronunciadas con sumo cuidado, como si se fueran a quebrar al salir de los labios de mi madre, me acerco con sigilo. Reconozco que estas conversaciones no son de mi agrado.

Ella toma un sorbo de su taza de café y hace que me dirija a la mesa en donde se encuentra junto a mi padre para comenzar la tan temida conversación. Tomo asiento y al hacerlo no puedo resistirme a secar mis manos sudorosas en mis jeans; cada paso que doy hace que falte menos para comenzar esta charla.

Mi padre se saca sus lentes y frunce el ceño al momento de hacerlo. Me mira con preocupación, como si algo malo hubiese hecho. Sin embargo, se me vienen a mi mente una serie de recuerdos que me hacen aprobar mi pensamiento. Digamos que, por sólo un poco, he sido algo irresponsable. Vale, más bien, un poco harto: el año pasado mis notas no fueron de lo mejor y uno que otro rojo marcó mi lista de ellas. Quizá los profesores no me tenían tanta simpatía como yo creía. Sin embargo, también reconozco que fui un poco irresponsable con las tarjetas de crédito que me dieron mis padres. Nuevamente, uno que otro rojo marcó la cuenta bancaria que ellos me dieron para mi mesada, hasta que decidieron quitarme todo tipo de tarjetas.

-Como sabrás, querida, estamos decepcionados- exclama mi madre, algo harta de mi comportamiento.

-Y muy decepcionados- recalca mi padre, a su lado-. No puedo creer cómo caíste tan bajo en tus notas y en tus lujos. Además, este ya es el segundo año.

-Ya no da para más- añade mi madre-. Y para colmo, las huidas con tu novio últimamente nos tienen agotados. Ya no estamos para jueguitos.

-Tú sabes que con tu madre, por motivos de trabajo, debemos estar constantemente viajando; no podemos estar para tu cuidado constantemente-comienza a explicar mi padre-. Dispusimos de cinco niñeras para ello ¡pero no te bastó para que aprendieras! Sigues estando igual de rebelde y esto llegó a su límite: hemos decidido tomar una decisión.

-Querida, te llevaremos a un internado- se adelanta a decir mi madre, de la manera más calmada posible para que yo no me aterre- a ver si subes tus notas y te haces más responsable.

-¡¿Qué?!-exclamo. No me pueden hacer esto. ¿Un internado? Vamos, debe ser una broma-. Ya sé, ya sé. ¿Día de los inocentes?-echo una carcajada enorme. 

-Me encantaría que hubiera sido día de los inocentes cuando el bancario nos llamó para decirnos que teníamos una gran deuda en tu tarjeta- refunfuña mi padre. Luego de esto se levanta, dando así por terminada la conversación.

A mí, solo me queda mirar con cara del gato de Shreck a mi madre para que tenga piedad alguna.

-Lo siento, querida...- dice al mismo momento en que mueve su cabeza en manera de desaprobación- Comienzas la semana próxima.

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Un internado ¡Patas Arriba!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora