Capítulo 10: "¡Es un empate!"

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¿Hay algo más horroroso que un hombre que huela a caldo de pollo en su primer día de clases? No lo creo.

Por esto mismo me he levantado junto a Kayla y Zoe mucho antes de la hora a la que suena el timbre del colegio dando aviso para que comencemos a ducharnos y así no llegar tarde a clases.

Ayer por la noche se me ha ocurrido la fantástica idea que utilizaremos en forma de venganza contra Luke y su maldito grupo por el tremendo lío que nos dejaron en nuestra habitación, sumándole la maldita rata muerta que nos regalaron y la vergüenza que nos hicieron pasar colgando nuestra ropa interior en el balcón con el nombre de cada dueña. Así que hemos llamado a Kayla para que nos haga el favor de traer un cubo sólido de caldo de pollo, para que en el momento en que Luke y sus idiotas se duchen éste se ponga líquido y brote el olor en sus cuerpos.

Sin embargo, para esto hemos necesitado de la ayuda de alguien más —que lo odie tanto como nosotras—: Max, el chico de la recepción. Apenas le hemos comentado la venganza él ha aceptado ayudarnos con la condición de que jamás mencionaremos que él fue parte del plan —porque ya saben, estaría muerto si Luke se entera—.

Por la madrugada, aproximadamente a las 5 am —dos horas antes del timbre que anuncia que es hora de comenzar a levantarnos para asistir a las aulas de clases—, Max se encargaría de sacarlos de su habitación con la excusa de que le han avisado que el calefón de su habitación—artefacto que calienta el agua de la ducha— se ha echado a perder y que pronto podría desprender sus peligrosos gases por toda la habitación. Así que, en cosa de segundos, Max y los cuatro narcisistas se encuentran yendo directo hasta la recepción principal para supuestamente esperar que reparen su calefón. Sin embargo, todo eso es mentira: forma parte de nuestro plan. Mientras los estúpidos narcisistas se encuentran en la recepción principal, nosotras nos estamos adentrando a su habitación por el balcón —ya que todos dormimos con los ventanales abiertos por el horrible calor veraniego que abarca Florida—.

—¡Kayla! —la regaño con susurros— has enredado mi pie en la cortina—bufo.

—¡Lo siento, es por el viento que corre!

—Cállense y apúrense—gruñe Zoe.

De un momento a otro ya nos encontramos adentrándonos en la habitación de Luke en donde nos vemos obligadas a tapar nuestras narices por el mal olor que hay en toda la habitación —sí, ese típico olor de chicos: sudor, gases, entre otros que prefiero no mencionar—, y sin decir palabra alguna nos vamos directo hasta el baño.

Kayla se apresura en abrir el cabezal de la ducha —por donde sale el agua de la ducha— mientras yo abro el paquete de caldo de pollo y Zoe se limita a morder sus uñas de lo nerviosa que está mientras vigila la puerta. Las tres queremos salir rápido de este basural.

Molemos un poco el cubo de caldo de pollo —porque está sólido— para que quepa en la regadera y luego le unimos el cabezal de la ducha a ésta. Sin embargo, algo nos distrae: las voces de los chicos resuenan en el pasillo. En cinco segundos salimos voladas hasta el balcón y nos encontramos huyendo hasta nuestra habitación sin dejar rastro alguno.

—Qué mal servicio tienen—oigo que se queja uno de los narcisistas.



El timbre y las alarmas comienzan a sonar. De inmediato sé que es hora de levantarnos para ir a las aulas. Entremedio de quejidos logro llegar hasta el grifo para comenzar a ducharme, sin embargo, una patito love's me impide el paso.

—Zoe quítate.

—Yo voy primera—defiende.

—No, quítate—me niego—. Al no ser que quieras que todos se enteren de tu pijama de patitos.

De inmediato blanquea los ojos y con un tono de desagrado se marcha. Amber ha ganado la ducha.

El desayuno es algo muy simple: huevos fritos con tocino y jugo de naranja, además de una fruta. Terminamos de desayunar en diez minutos, justo para el toque de timbre que anuncia que comienzan las clases, así que allí nos dirigimos junto a Kayla, porque tenemos esta primera clase de Historia juntas. Al llegar, todos ya han comenzado a tomar asientos así que no nos queda otro puesto más que los de la última fila.

El maestro entra y se presenta. No es totalmente joven, pero tampoco viejo. Sólo espero que pueda subir mis calificaciones a cambio de algo. Ugh, eso sonó muy Luke.

—Espero que sea un muy buen año—comienza a dar esas típicas charlas aburridas, así que por mi mente pasa de todo menos sus palabras—. "blablablá" —no sé qué está diciendo— ¡Luke, pasa! —noto que dice de pronto. Mis oídos de inmediato ponen atención y mis ojos se dirigen por instinto hasta la puerta. Los cuatro narcisistas han llegado tarde, como era de esperarse: siempre tratando de llamar la atención de todos. Sin embargo, cuando Luke le da la mano en forma de saludo al profesor éste hace una mueca de asco, aunque Luke parece no notarlo. De inmediato se dirigen hasta unos asientos que están ubicados en una esquina —de seguro reservado para ellos porque justo hay cuatro puestos juntos desocupados— y la gente de alrededor comienza a hacer muecas de desagrado. ¿Quién se atrevería a hacer eso frente a los narcisistas? Nadie. Al menos eso era hasta hoy. Las risas no tardan en aparecer, y algunos llegan a taparse sus narices para hacerse muecas de asco entre ellos mientras no dejan de carcajear. De inmediato sé que lo hemos logrado: Luke y sus narcisistas huelen tan mal que no han notado el desagradable olor que poseen porque cada uno lo ha traído desde su habitación hasta el aula. Sin embargo, de repente Bruce parece notar las mueca de todos en el aula y huele su axila —sí, es repugnante— para luego golpear el brazo de Luke con su codo. Le dice algo —seguramente lo que está ocurriendo— y Luke, con un tono de odio, grita.

—¿Qué ocurre? —parece furioso—. ¿Te estás burlando de mí? ¿Eh? —se levanta y va directo hasta el asiento de un compañero que al parecer no se había dado cuenta de que todos habían dejado de hacer muecas porque Bruce estaba sospechando y lo ha seguido haciendo como si nada. Con una mano agarra su camisa y lo obliga a levantarse del asiento. El profesor está perplejo: es grandioso el poder que ejercen los narcisistas en este internado, a tal punto, que el mismo profesor pierde su autoridad ante ellos.

—N-no—niega el chico tartamudeando. Está nervioso y pálido como una momia.

Sin embargo, el golpe de Luke en el rostro del chico no tarda en llegar. Los gritos de sorpresa de mis compañeros comienzan a escucharse por toda la sala, pero de todas formas, un chico comienza a bromear sobre ellos nuevamente, así que los demás le siguen. Luke arde como el fuego. Los cuatro narcisistas están perplejos. ¿Quién hubiese pensado que harían tal acto de rebeldía contra ellos?

—¿Qué les pasa? —grita Luke indignado. Luego mira alrededor tratando de buscar a una culpable: yo soy su objetivo.

—¡Es que hueles tan mal, tío! —grita uno.

Y nuevamente las carcajadas no tardan en aparecer.

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Un internado ¡Patas Arriba!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora