Después del beso opto por bofetearle; él se agarra la mejilla y me observa con horror. Vamos, tampoco digan que es para tanto; más bien él se lo merecía. Por mi parte, yo tengo un cúmulo de dudas y hechos que se revuelven por toda mi cabeza y hacen que un dolor intenso aparezca en ella de pronto. ¿Cómo te besa quien se supone que es la persona que más te odia?
El día sábado por la mañana, a primera hora, Andrew se encuentra frente a mi puerta. Me observa expectante, esperando que yo tome la iniciativa de hablar. Aunque claro, entre eso o quedarme parada en un silencio incómodo sin que ninguno de los dos sepa cómo actuar prefiero quitar mi orgullo y hablar, aunque fuese de mala manera.
—¿Qué haces aquí tan temprano? — el me observa y ahora sabe aún menos qué decir— No te has dado cuenta de la hora, al parecer—comento enojada— porque son apenas las nueve de la mañana—él sonríe. Parece que recién se ha dado cuenta de la locura que está haciendo al estar parado en el umbral de mi puerta a las nueve de la mañana, queriendo hablar conmigo en pijama— de hecho, ¿te imaginas la lástima que me da ahora que has visto cómo me levanto por las mañanas?
Dineratti no evita reír; le importa bien poco que me avergüence de cómo me ha visto, más bien le da risa eso: verme en pijama rosado pálido, usando pantuflas de osito y con mi pelo revuelto, con ojeras y los ojos pesados, pálida. En breve resumen: desarreglada. Lo único que me quita un poco la vergüenza es que al menos ambos estamos en pijama.
Andrew carraspea y se digna a hablar.
—Vine porque me he enterado de tu beso.
—¡Amber!
Kayla está sólo a medias consciente porque se acaba de despertar. No entiende qué hago parada a las nueve de la mañana frente a la puerta hablando con alguien, sin embargo poco le importa. Grita con el mejor de los ánimos que puede tener quien se ha despertado por culpa de otra persona tan temprano y me amenaza con patearme la cara en caso de no salir a charlar fuera, así que no me queda otra que pedirle a Andrew que hablemos más tarde.
—En primera, Dineratti, tú no tienes por qué venir a pedir explicaciones sobre lo que hago; y segundo, si quieres hablar de otro tema hagámoslo más tarde: no me gustaría quedar con un pie marcado en la cara.
—No es eso—niega relamiéndose los labios—. Necesito hablar algo contigo que es importante. ¿Podemos salir de aquí?
Estábamos en el pasillo, cerca del ascensor. Cualquier persona que pasase nos podría ver charlar, lo cual sería muy sospechoso por los distintos bandos a los que poseemos y de inmediato se armarían rumores. No sería beneficioso para ninguno, aunque aún menos para él.
—Créeme que eso es lo que más quiero; no por ti, sino por esta pinta de fea que tengo recién levantada.
Andrew me guió de inmediato hasta las escaleras de emergencia y nos sentamos en uno de los peldaños. Ha elegido este lugar porque nadie usa las escaleras; al menos nadie de los que estamos en los pisos más altos, por lo que nadie podría escucharnos ni vernos.
—¿Qué querías hablar?
Voy directa al grano.
—Yo...—tartamudea— quiero decir, supe lo de Brown.
—¿Que me ha besado?
—Pues... sí—inmediatamente arqueo una ceja, por lo que se dedica a aclarar lo dicho—. Quiero decir, no lo del beso. Digo, sí—se enreda él mismo— pero a lo que voy es que también me enteré del por qué.
Tengo un sueño tremendo que me impide pensar.
—¿Cuál por qué?
—¡El por qué te ha besado!
La paciencia se le acaba rápidamente a éste hombre.
—Amber, yo sé que te debo una después de todo. Más bien, quizá te debo varias después de todo—me agarra la mano, pero me zafo—; por eso te lo pienso recompensar con esta información que te diré: estamos planeando una gran venganza. No creas, Brooks, que es una más de las nuestras.
Sinceramente no le he tomado importancia a lo que me ha dicho: todas sus bromas consisten en cosas que si bien me molestan o me enojan, no hacen más que eso. Jamás lo han llevado más allá. Sin embargo, cuando Dineratti pronuncia las siguientes palabras, algo me dice que desde ahora en adelante todo irá de mal en peor:
"—Esta vez la venganza te hará la vida imposible dentro de Hawkings, porque ya saben dónde darte—".
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Un internado ¡Patas Arriba!
Teen FictionAmber ya ha dado con el límite de la rebeldía e irresponsabilidad para sus padres. Para ellos los números rojos en cualquier lista que tenga que ver con su hija ya es común: rojos en su lista de estudios, rojos en su tarjeta de crédito... Sin duda y...