Entro a la oficina de la directora Parks en un santiamén de segundo, temiendo que la madre de Harper —y mano derecha de la directora— me tenga aún más odio del que le tengo yo a ella por no darme una oportunidad como hace con todos. Al verme, la señorita Parks blanquea los ojos.
—Creí que ella haría lo que hace con todos.
—La verdad es que no—resoplo. ¿Acaso Parks sabe que su secretaria deja a todos libres de los castigos? —. A mí no me ha tenido piedad.
Ella se acomoda en la silla de su escritorio y suelta el lápiz que sostenía en su mano mientras me hace una seña para que me siente. Después me observa atentamente, mientras que yo sólo me puedo concentrar en una cosa: su teléfono sobre el escritorio. Si su mano llegase a levantar el teléfono, estaría muerta. Llamaría a mis padres y ellos se encargarían de hacer todo el trabajo con sus propias manos.
—No—niega—. No llamaré a sus padres, señorita Brooks.
Abro los ojos como si no creyese lo que ha dicho. ¿No va a acusarme? Siquiera me ha preguntado por qué he llegado antes y por un momento comienzo a temer que esté loca por no hacer lo que todos hacen cuando me mandan a la oficina del director, así que suelto todo —arrastrando las palabras una tras de otra—sin que me lo haya pedido, aunque después me odie a mí misma por eso.
—He golpeado a un profesor creyendo que golpeaba a Harper—sin embargo, me apresuro en contar la otra parte aún más rápido que la anterior—ella me ha tironeado el cabello primero.
—Ah... ya veo—blanquea sus ojos y desvía su mirada. Después escribe algo en una agenda parecida a las que poseen los doctores para después entregarme el papel—. Como es hija suya te ha mandado aquí y no te ha dado una oportunidad—me explica, sin darle importancia. ¿En serio poco le importan los problemas que haya en su internado? Sin embargo comprende mis dudas y me explica todo—. Escucha, Amber; son todos unos hijitos de papá, mimados. Al menos, la mayoría. ¿Crees que me creerían? Más bien defenderían a sus hijos y después los sacarían del internado y eso, no me conviene.
—Ya veo.
—Así que ya sabes, Capria se encarga de que los problemas que no son tan graves se dejen pasar, aunque les hagamos un tremendo susto por venir hasta aquí—ahora sonríe orgullosa tras lo que está a punto de decirme, susurrando—por eso después no se atreven a hacer nada malo y mantenemos el orden en este internado.
—Eres una genia, Parks.
De inmediato arquea una ceja. Se levanta para acercarse a mí y después me mira perpleja.
—Algo tienes que me recuerda a cuando yo era de tu edad—suspira—ah... ¡bellos tiempos! —Me paro enseguida temiendo que me de uno de esos discursos de ancianas que viven con gatos. Sin embargo, me detiene—. Quizá es tu forma de rebeldía y de decir lo que piensas—sonríe dulcemente. ¿Debería yo hacer lo mismo? — sin embargo—ahora endurece su tono— llámame señorita Parks o directora frente a los demás—advierte.
Victoria. Le he caído bien a la directora, tanto como para que me deje tutearla cuando estemos a solas. Enseguida le sonrío, e incluso, tal es mi felicidad de que no llamase a mis padres para acusarme que me despido de un beso en la mejilla. O quizás dos: uno a cada lado.
Salgo de su oficina y de inmediato llego hasta la sala de espera en donde está la secretaria —Capria— quien me mira con odio. Le sonrío irónicamente, y eso hace que ahora esté fulminándome con la mirada y que casi le saliesen humos por la cabeza. Me despido —porque me voy con dignidad, además ¡he salido victoriosa! — y me adentro en el pasillo; de inmediato noto que una silueta me espera fuera.
—Hola, mocosa—me saluda. Es Luke.
—Hola, tontín —me acerco hacia él—¿te han mandado a inspectoría por ser tan idiotín?
Él ríe a carcajadas ante mi burla. ¿He sonado muy boba?
—Eres un payaso. ¿Cómo es que saliste tan pronto? —Arquea una ceja— creí que llamarían a tus padres cuando Capria se enterase de que tú golpeaste a su hija.
—¿Lo sabías? —está perplejo. Definitivamente no sabe a lo que me refiero—¿Sabías que era su mamá? —exclamo, enojada.
Él sonríe de una manera burlesca, como si sonriese ante mi desgracia.
—Es mi suegra, boba.
Ya veo porqué también tiene muchos privilegios. Es novio de la maniquí y la madre de ésta la mano derecha de la directora.
—Y por eso no me advertiste nada—reclamo—porque eres un...
—No digas nada—interrumpe—me lo debías después de tu caldo de pollo. —¿Quién le dijo semejante cosa? No tenía cómo ni por dónde enterarse. Al ver mi expresión de sorpresa ante tal comentario me mira con un aire de superioridad— Así que para terminar de pagar eso deberás hacerme un gran favor.
—Tú sí que estás loco.
De inmediato me muevo para alejarme y acabar la conversación, pero me agarra de la cintura —como hizo hace poco para advertirme que estaba realmente muerta y que haría mi vida imposible. Quedamos tan cerca que por un momento temo respirar su mismo aire, porque lo odio. Después, susurra:
—Ve al cumpleaños de mi padre conmigo.
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Un internado ¡Patas Arriba!
Novela JuvenilAmber ya ha dado con el límite de la rebeldía e irresponsabilidad para sus padres. Para ellos los números rojos en cualquier lista que tenga que ver con su hija ya es común: rojos en su lista de estudios, rojos en su tarjeta de crédito... Sin duda y...