El sonido del timbre nos obliga a levantarnos. Observo a Luke con cara de confusión porque jamás había oído el timbre a estas horas, aunque quizá era porque siempre me encontraba en clases en este momento. De todas formas, me quedo expectante para saber qué ocurre, porque me imagino un montón de cosas. A lo mejor era un timbre de advertencia, porque corríamos peligro. ¡¿Y si el internado se estaba quemando y debíamos huir?!
—Tranquilízate—me pide Luke, y pienso que quizá lucía tan confusa y aterrada que no le costó tanto entender mi expresión. Está con todo el pelo revuelto y algo sucio, al igual que el mío. Dormir afuera, tirados en el piso, nos debió de pasar la cuenta. Se quitó las sábanas de encima y luego se sentó en la cama, encorvado— es sólo el timbre que anuncia la hora de almuerzo.
No me había dado cuenta de que habían pasado prácticamente seis horas desde que Kayla se había marchado a desayunar y de que también esas seis horas las habíamos dormido juntos, aunque en camas distintas y calentitas, sin despertarnos ni porque una bomba explotase en nuestros oídos.
—Deberías de ir a cambiarte—le advierto— y darte una buena ducha.
Luke hace una mueca, pero precisamente no sé si es porque le ha avergonzado mi observación o porque sigue adormilado. De todas formas, trato de quitarle importancia a lo que he dicho antes:
—No te lo tomes personal—sonrío—, yo también estoy del asco.
El narciso decide levantarse de la cama y acurrucarse en la de Kayla, donde me encuentro yo. Se revuelve un poco hasta quedar cómodo sobre mi pecho. Me besa la coronilla y carraspea.
—Ya sabes que si Kayla entra y nos ve en su cama...
—Sí—admite él— pasará limpiando sus sábanas por el resto de su vida.
Me reí. Conozco tan bien a Kayla que sé precisamente lo que ocurriría en este momento: al abrir la puerta y observarnos acostados en su cama creería lo peor. Me insultaría diciendo que por lo menos hubiera sido en mi propio catre y que aun así le seguía dando asco. Después correría a botarnos de su cama con desesperación y creo que hasta golpearía a Luke con la almohada. Después... se pasaría lavando las sábanas por el resto de sus días para que no le diese asco. O quizá simplemente las botaría, aunque corriese el riesgo de que el internado no le diese sábanas nuevas y tuviera que pasarse el resto del invierno durmiendo sin sábanas.
Sin embargo, Luke no tenía por qué saberlo. A lo mejor lo dedujo porque es algo que haríamos todos si pensásemos que alguien ha tenido relaciones en nuestra propia cama. Del asco.
El castaño se dirige al balcón y comienza a ordenar la porquería que hemos dejado. Todo está revuelto y húmedo por la lluvia, incluso en el balcón hay un par de charcos de agua, por lo que me dirijo a buscar un trapo para secarlos.
Ambos determinamos que lo mejor sería que Brown se pasase desde mi balcón al suyo para evitarnos la pregunta del conserje del edificio de chicas, quien le cuestionaría qué rayos hace aquí a estas horas, y le preguntaría por su nombre para luego revisar el librito de visitas y, al no encontrar su nombre en el libro de permisos para entrar, deduciría lo peor. Y que al fin y al cabo, era la verdad: Luke había pasado la noche en el edificio de chicas. Y después, si es que consiguiera salvarse de ese recepcionista, tendría problemas con el del edificio de chicos, quién le preguntaría qué rayos hace sin asearse, con el pelo sucio y vestido... aunque las ropas estuvieran todas arrugadas y algo húmedas.
Al despedirse lo hace con un beso corto pero suave. Acordamos de vernos a la una y media en la cafetería del internado, así que tendría media hora para ducharme, sacarme toda la suciedad, vestirme y arreglarme.
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Un internado ¡Patas Arriba!
Teen FictionAmber ya ha dado con el límite de la rebeldía e irresponsabilidad para sus padres. Para ellos los números rojos en cualquier lista que tenga que ver con su hija ya es común: rojos en su lista de estudios, rojos en su tarjeta de crédito... Sin duda y...