Capítulo 90: "Júpiter Island"

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El día jueves por la tarde, luego de haber acabado la larga rutina de clases en el edificio de asignaturas de Hawkings, corrí hasta el edificio de chicas —literalmente— para comenzar a organizar mi maleta. Me esperaban tres días en Jupiter Island; un pueblo ubicado en el condado de Martín, en el estado de Florida. Según me comentaba Brown este era uno de los lugares exclusivos en el estado de Florida y por ello era necesario comenzar a armar mi maleta ahora mismo, aunque me quedaran seis horas para salir a un viaje de tan solo tres días. Aquella era una costumbre que había adoptado desde pequeña gracias a mi madre.

Siempre decía que cuando se iba a un lugar lujoso o exclusivo debíamos tener más preparación en nuestras maletas para así no olvidar nada que pudiera hacérsenos necesario en nuestro destino. Y no es que yo fuera tan organizada..., pero cuando se trataba de estar junto a la familia de Brown quería serlo. Quería quedar bien.

Resulta que aquella fiesta familiar a la que el narciso había querido invitarme —cabe destacar que yo arruiné su invitación la primera vez— para presentarme oficialmente como su novia y también como su novia oficial —después de todo antes era su novia falsa— se iba a realizar justo este fin de semana. Él sabía que era un viaje que debía de ser planificado con tiempo.., pero ya que lo arruiné las cosas se dieron para planificarlas de una manera muy corta de tiempo.

Cuando quedaban unos quince minutos para que el carro que nos llevaría a Jupiter Island se plantara a esperarnos en la entrada de Hawkings, las palmas de mis manos comenzaron a sudar y tuve que aguantarme las ganas de limpiarme en la falda, porque era negra y no quería dejarme en evidencia aunque en verdad fuera poco probable hacerlo. A cambio, decidí usar la estrategia de mi madre: siempre llevaba un pañuelo de seda en la cartera porque nunca se sabe si nos podría hacer falta más adelante. Llevaba puesto un crop top blanco que si bien dejaba unos centímetros de mi estómago al descubierto me hacía ver formal y no desubicada; además la falda larga y de tiro alto me jugaba a favor.

No soy muy buena describiendo las prendas que traigo encima, pero creo que esta es una ocasión especial. Unos tacones altos de color también negro me hacían estar algo más alta; sin embargo no soy de usar aquellos que miden veinte o quince centímetros, motivo por el cual seguía estando más baja que Brown.

Cuando me vio a mitad de la habitación no pudo evitar reírse. Kayla le había abierto la puerta porque yo seguía ocupada con mi peinado.

—No es muy buena para hacerse recogidos—fue lo único que comentó en mi gran defensa mi gran amiga.

¿Aquello no me dejaba ver como si jamás en la vida me peinara bien?

Cuando Brown hubo estado tras de mí expandió su palma por delante de mí, pidiéndome las horquillas que tenía encima del velador.

—Ni pienses que me ayudar...

—Dame—exigió, dulcemente.

Supongo que un chico tan seguro de ayudar a su novia a hacerse un recogido de pelo no se ve todos los días. Cedí.

Sus dedos comenzaron a acomodar mi cabello suave y delicadamente, como si tuviera miedo de hacerme daño... como si en verdad con tan solo tocarme pudiera hacerlo. Lo peor de todo es que quizá era verdad. Con un solo toque de su mano era capaz de llevarme al cielo o al infierno.

No me atreví a preguntar de dónde había aprendido —era lógico que había practicado—, porque no quería incomodarlo y que dejara de hacerlo. Después de todo, en el espejo se veía muchísimo mejor el recogido que estaba logrando el narciso al que me estuve haciendo yo durante media hora.

Cuando hubo acabado me dieron ganas de llorar por dos razones: la primera, mi novio estuvo dispuesto a ayudarme con un recogido siendo que de haberlo hecho frente a las personas inadecuadas probablemente lo hubieran tachado de "mujercita" y, segundo, porque hacía mejores recogidos que yo.

Un internado ¡Patas Arriba!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora