El amante de Lady Chatterley

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El amante de Lady Chatterley de D. H. Lawrence

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La nuestra es esencialmente una época trágica [...].no hay un camino suave hacia el futuro, pero le buscamos las vueltas o nos abrimos paso entre los obstáculos. Hay que seguir viviendo a pesar de todos los firmamentos que se hayan desplomado.

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Vivían libremente entre los estudiantes, discutían con los hombres sobre temas filosóficos. sociológicos y artísticos; eran como los hombres mismos: sólo que mejor, porque eran mujeres.

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Las charlas, las discusiones, eran lo más importante; hacer el amor y las relaciones afectivas eran sólo una especie de reversión primitiva y un algo de anticlímax.

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Ninguna de ellas se había enamorado nunca de un joven a no ser que ella y él estuvieran verbalmente muy cercanos: es decir, a no ser que estuvieran profundamente interesados, que se HABLARAN.

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Clifford creía que su padre era un anacronismo sin remedio.

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Un abismo sin puente, y una especie de silencioso resentimiento por ambas partes.

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Yo puedo ser buen escritor o puedo ser malo, pero soy escritor y escritor de teatro, eso es lo que soy y lo único que puedo ser. De eso no hay duda.

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-Es muy amable que se preocupe por mí -dijo él lacónicamente.

-¿Por qué no iba a hacerlo? -dijo ella, faltándole casi el aliento para hablar.

El rió con aquella risa torcida, rápida, sibilante. --Ah, siendo así...

¿Puedo cogerle la mano un segundo? -preguntó él repentinamente, clavando sus ojos en ella con una fuerza casi hipnótica y dejando emanar una atracción que la afectaba directamente en el vientre.

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Y así con la mayor parte de los asuntos de la vida ordinaria...; cómo se gana el dinero, o si uno quiere a su mujer, o si se tiene alguna «aventura».

Todo eso sólo le interesa a uno, y, como ir al retrete, les tiene sin cuidado a los demás.

-Lo único importante sobre el problema sexual -dijo Hammond, que era un individuo alto y delgado, con mujer y dos niños, pero que tenía una

relación mucho más íntima con una máquina de escribir- es que no tiene ninguna importancia. En sentido estricto no hay problema. A nadie se nos ocurre seguir a un hombre al retrete, así que ¿por qué le vamos a seguir cuando se va a la cama con una mujer? Justamente ahí está el problema. Si no nos fijáramos más en una cosa que en la otra, no habría problema. Todo es un despropósito y una falta de sentido enorme; cuestión de curiosidad mal planteada.

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Incluso para tener la libertad de pensar hay que tener una cierta cantidad de dinero, o el estómago te lo impedirá.

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Creo que podríamos intercambiar tantas sensaciones y emociones con las mujeres como ideas sobre el tiempo y demás. El sexo podría ser una especie de conversación física normal entre un hombre y una mujer. No se habla con una mujer si no se tienen ideas comunes: mejor dicho, no se pone ningún interés en lo que se habla. Y de la misma manera, a no ser que se tuviera alguna emoción o simpatía en común con una mujer, uno no se acostaría con ella.

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